
La luz del pintor valenciano desborda el museo Meadows de Dallas, que reúne las mejores obras «ocultas» en grandes colecciones estadounidenses
18 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Las primeras exposiciones de Joaquín Sorolla en EE.UU., en 1909 y 1911, fueron un éxito clamoroso. El genio valenciano (1863-1923) sedujo a los exigentes coleccionistas y vendió casi todo lo expuesto. Hoy hay en aquel país unas 60 obras de Sorolla en grandes colecciones privadas. De ellas, casi una treintena se exponen en la muestra Luz de España, que desde ayer y hasta el 7 de enero acoge el museo Meadows de Dallas. Unas obras con las que el esplendor y la mágica luz del pintor deslumbra de nuevo América.
Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del artista y toda una autoridad en su obra, es la comisaria. Ha reunido unas piezas ocultas durante décadas o que se ven en público por primera vez del artista español más apreciado y coleccionado en EE.UU. después de Picasso. Se calcula que hay unas 150 obras, sumadas las 60 que están en manos privadas al casi centenar que atesora la neoyorquina Hispanic Society.
«Sorolla quedó encantado por la luz de Nueva York. Para él era como la de Madrid y se sentía en casa. Llegó en un momento de enorme pujanza de la ciudad y le maravilló su progreso y el trato a las mujeres», rememora su bisnieta en las salas del fabuloso museo texano dedicado al arte español. Lo creó a mediados del siglo XX el magnate petrolero Algur. H. Meadows. Es un elegante edificio neoclásico alzado en la zona más noble de Dallas, rodeado de las fabulosas mansiones de una ciudad que cuenta por cientos los milmillonarios y que ha hecho de su centro un santuario cultural, con museos, auditorios y escuelas de arte firmados por Norman Foster, Ieoh Ming Pei o Rem Koolhaas. Los españoles Fuensanta Nieto y Gonzalo Sobejano se encargarán de la ampliación del Museo de Arte de Dallas.
De las 29 pinturas que exhibe el Meadows, 24 son de colecciones particulares y cuatro de la del museo. La muestra se abre con el temprano Desnudo femenino de espaldas (1886), pintado en Roma cuando Sorolla tenía 23 años, y se cierra con Detalle del jardín de la Casa Sorolla, de 1918, dos años antes de sufrir el ictus que le apartó de la pintura hasta su muerte. El deslumbrante Desnudo femenino de 1902, cedido desde hace varios años al Meadows, podría brillar en el Prado junto a las majas de Goya o en la National Gallery de Londres junto a la Venus del espejo de Velázquez. Es una de las estrellas de la exposición junto a El bote blanco (1905), propiedad de la mecenas y coleccionista Cristina Heeren, dueña también del primer retrato de Alfonso XIII, otro hito de la muestra, como los paisajes de Valencia, Castilla, Galicia y Andalucía, y las marinas, las más conocidas y valoradas, con cinco escenas de playa. El préstamo más generoso es el de la familia Fanjul Gómez-Mena, que inició en Cuba un colección que confiscó el régimen castrista. También se exhibe por primera vez Elenita vestida de Menina, retrato de la hija pequeña de Sorolla comprado en el 2020 por otro coleccionista.
Una muestra que es un eslabón más y casi el brillante epílogo del Año Sorolla, que en el centenario de la muerte del pintor generó casi treinta exposiciones en todo el mundo y reavivó el interés por su obra. «En Europa, España y América hay nuevos coleccionistas de Sorolla», destaca su bisnieta recordando la reciente adquisición de cinco lienzos por un coleccionista americano.
«Ofrecemos una mirada única al trabajo de Sorolla atesorado en colecciones privadas estadounidenses. Gracias a la generosidad de estos mecenas, se puede apreciar el talento cautivador del artista como pintor de la luz», se felicita Amanda W. Dotseth, directora del Meadows, y sucesora del malogrado Marc Roglán, fallecido en el 2021 y que ideó esta muestra. El talento de Sorolla se apreció pronto en América. En 1893 triunfaba en la Exposición Mundial Colombina con ¡Otra Margarita!, que vendió por 1.800 dólares, una pequeña fortuna en la época. A partir de 1906 lo hizo en París, Berlín, Düsseldorf, Colonia y Londres, donde Archer M. Huntington descubrió su talento en 1908 para presentar en 1909 sus obras en la Hispanic Society de Nueva York. Más de 160.000 personas visitaron en un mes la muestra que viajaría a Búfalo y Boston. Se vendieron 201 obras de sus temas más populares y recibió muchos encargos, incluido el retrato del presidente William Howard Taft. Dos años después exponía en Chicago y San Luis y retrataba a la alta sociedad americana. Además de Huntington, el otro gran coleccionista de Sorollas fue Thomas Fortune Ryan.
«Su éxito se debió a su magistral representación de la luz y a la felicidad que transmitían sus obras, la misma que le embargaba mientras las pintaba. El entusiasmo y la pasión por lo que hacía y su amor a su país es lo que apreció y aprecia hoy el público americano al adquirir sus cuadros», asegura Blanca Pons-Sorolla.
«Sus obras irradian la misma luz que existía en el momento de creadas, esa luz solar generadora de vida, belleza, alegría y bienestar, que son en buena parte responsables del optimismo que transmiten sus creaciones», agrega la comisaria. El propio Sorolla lo decía en 1912 a la neoyorquina revista Art and Progress: «La luz es la vida de todo lo que toca. La lumière cést la vie, por tanto, cuanta más luz en las pinturas más vida, más verdad y más belleza».
Recuerda Blanca Pons-Sorolla que su bisabuelo «fue lo que quiso ‘pintor y nada más que pintor', según sus propias palabras». Y concluye: «Su pintura y su familia fueron la razón de su vida».
El sueño texano del pequeño Prado de la Pradera
El empresario, filántropo y magnate Algur H. Meadows (1899-1978) donó en 1962 su fabulosa colección de arte español y los fondos para la puesta en marcha de un museo a la Universidad Metodista del Sur. Su apertura en 1965 fue el primer paso para cumplir su sueño de crear «un pequeño Prado para Texas: el Prado de la pradera» [meadows significa pradera]. Su pasión había nacido en los 50. En una crisis de producción petrolera en Texas, Meadows pidió a Franco permiso para explorar yacimientos en España y sus colonias africanas. En Madrid se hospedaba en el Ritz con su esposa Virginia y visitaba con asiduidad el vecino Prado, que quiso recrear a escala en su tierra. Vista de las Pedrizas desde el Pardo (1907) fue el primer Sorolla que compró, y su única obra en el museo hasta que en el 2003 se compró El ciego de Toledo. El resto de sorollas llegaron mediante donaciones.
Una enorme escultura móvil de Santiago Calatrava y un gran rostro femenino de trama metálica de Jaume Plensa reciben al visitante de una colección que va del siglo X al XXI. Incluye objetos medievales, esculturas renacentistas o barrocas y obras maestras del Siglo de Oro. Piezas del Greco, Velázquez (tres), Murillo (seis), Ribera o Goya (cinco); de maestros modernos como Fortuny, Zuloaga, Rusiñol, Picasso, Miró, Dalí, Gris, María Blanchard, y de contemporáneos como Barceló.
Con 1.300 piezas, el Meadows atesora una de las colecciones de arte español más extensas y completas fuera de España y recibe unas 25.000 visitas al año, lejos de las 50.000 de antes de la pandemia. La de ahora no es la más extensa muestra de Sorolla que montó, ya que entre el 2013 y el 2014 acogió la extensa Sorolla y América, que se vio también en la Fundación Mapfre de Madrid y sacó a la luz varias piezas inéditas.