Madrid acoge una exposición de más de 200 fotografías del brasileño Sebastião Salgado, un proyecto que muestra la belleza y fragilidad del pulmón del planeta
13 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.De Amazônia, la apabullante exposición que ayer se inauguró en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid, hay algo así como una cara B o, ya que hablamos en términos fotográficos, su exhibición en negativo, titulada Blessure, que en francés significa Herida. Y es que en sus 58 viajes a lo largo y ancho del corazón de la selva amazónica, Sebastião Salgado (Aimorés, Brasil, 79 años) no solo ha retratado la exhuberancia de uno de los rincones más importantes de nuestro planeta, sino también parte de su destrucción y su deforestación. «Hemos cedido esas fotografías a una fundación que protege los derechos de los árboles y de la naturaleza», apuntaba esta mañana el que sin duda es uno de los fotógrafos más destacados de la historia contemporánea. Nada de eso está en la muestra que este miércoles abre sus puertas al público hasta el 14 de enero, un trabajo realizado «con mucha emoción» dada la amenaza que sobrevuela la Amazonía. «Hemos perdido hasta el momento el 18 % de la Amazonía, pero este proyecto muestra ese 82 % prístino y puro», dice el autor de una exposición que cuenta con más de 200 fotografías en blanco y negro, la mayoría de gran formato, siete películas y una ambientación sonora compuesta por Jean-Michel Jarre, que utiliza sonidos de la Amazonía procedentes de los archivos del Museo Etnográfico de Ginebra para que la inmersión del visitante sea completa. Una llamada de atención a través de la fotografía sobre la frágil situación en la que se encuentra esta región y la necesidad de conservar y proteger este pulmón fundamental de la tierra. «Quiero que la gente se sensibilice con esta belleza inmensa. Amazonía es la realidad de un concepto místico llamado paraíso. El paraíso existe y es Amazonía», afirma quien fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1998.
Dos colores dividen la exposición. Las paredes negras arropan la naturaleza exhuberante, ya sea con espectaculares vistas aéreas de la selva amazónica, con sus ríos sinuosos, o retratos de la cadena montañosa del Imerí, una de las más importantes de Brasil, con picos únicos como el de la Neblina o el Guimarães Rosa, y laderas cubiertas por la selva tropical. Salgado viaja por tierra, río y aire para capturar mágicos rincones como el Parque nacional de Anavilhanas, el archipiélago de agua dulce más grande del mundo, un espacio donde tierra y agua parecen librar batallas incesantemente y cuyas islas de formas infinitas marcan las oscuras aguas del río Negro. Y se detiene en sus lluvias torrenciales y en sus imponentes formaciones nubosas para dar cuenta de fenómenos naturales extraordinarios como el de los llamados ríos voladores. «Todas las lluvias del planeta vienen de la evaporación de los océanos, pero la Amazonía es el único lugar que tiene su propia evaporación», explicaba esta mañana. La succión de agua por parte de los 400.000 millones de árboles de la región se libera en forma de vapor a la atmósfera a traves de los poros de su follaje. «Es un sistema de humedad colosal, que forma nubes a 10.000 metros de altura que acaban llegando a todos los lugares del planeta», detallaba sobre la Amazonía, el enclave «con la mayor concentración de aguas dulces del planeta».
Las paredes de color naranja arropan el paisanaje. A lo largo de los siete años en los que estuvo inmerso en el proyecto, desde 2013 hasta 2019, el fotógrafo trabajó de cerca con doce de las más de 300 tribus que, se estima, hay en la Amazonia —más de cien nunca han tenido contacto con la civilización— y sacó una conclusión: «Los que están dentro de la Amazonia también somos nosotros y en el siglo XXI lo que es esencial para ellas lo es también para nosotros. Tenemos el mismo sentido de la solidaridad y de la comunidad, amamos de la misma forma...».
Pese a que las distancias eran enormes -tardaba días o semanas en llegar de una tribu a otra-, Salgado viajaba con un rollo de tela de 6x9 metros para ‘aislar’ a los indígenas de la selva a la hora de realizar los retratos. En varias piezas los líderes de las principales comunidades de la región cuentan su día a día, descubren su cultura y comparten los problemas a los qu ese enfrentan. Desde las comunidades residentes en el Territorio Indígena Xingu, la primera gran reserva indígena creada para proteger a varios grupos étnicos, a otros grupos como los Awá-Guajá, Zo’é, Suruwahá o Marubo.
Son, dice Salgado, «la prehistoria de la especie humana» y la destrucción de buena parte de su región «ha sido llevada a cabo por nuestra sociedad de consumo. Necesitamos que nuestros sistemas financiero, comercial y político hagan presión para protegerla».
Contaba Sebastião Salgado una anécdota muy divertida. En una exposición realizada en Huelva, recibió una pequeña carabela con una plaquita donde se podía leer «Sebastião Salgado, I Premio Iberoamericano de Fotografía». «Era preciosa. Me la llevé a París y al cabo de dos o tres años, la cola se secó y la plaquita de metal se despegó. ¿Sabéis que ponía? Premio de Turismo de la Ciudad de Huelva. Fue fantástico el reciclaje y la sigo teniendo conmigo», asegura.