Anagrama publica la colección de textos «Intervenciones», volumen que contiene cartas, entrevistas y artículos del autor de «Las partículas elementales»
22 jun 2023 . Actualizado a las 05:20 h.Algo en la figura despiadada de Michel Houellebecq (Saint-Pierre, isla de La Reunión, 1956) se desdibujó suavizándose a partir de la lectura de Aniquilación, su última novela. La frialdad de genio salvaje se quebró y dio paso a una mirada sustancialmente más humanista, más empática, un giro propio de quien cumple años —él va encaminándose hacia los setenta—, de la sabiduría que confiere la edad y quizá de la mayor frecuencia del roce con la enfermedad y la muerte. ¿O es, simplemente, que la máscara del provocador ocultó siempre a un ser más afable y hasta desvalido? Amigos suyos como Fernando Arrabal así lo dan a entender cuando tienen ocasión. ¿Y qué pasa con el personaje que se presenta como defensor del porno y la prostitución, racista e islamófobo, opositor furibundo a la legalización de la eutanasia...? Si esto y aquello es o no cierto no resulta, en todo caso, tan importante como disfrutar su inteligencia, su capacidad para fabular y su mente chispeante en plena acción. Esto es un poco lo que procura la colección de textos que reúne en Intervenciones (Anagrama, colección Argumentos), que acaba de aparecer y que contiene cartas, entrevistas y artículos y que amplía la primera edición publicada en esta misma editorial en el 2011. Y que, pese al empeño del lector en que tal propósito carece de relevancia, ofrece la posibilidad de asomarse a alguna rendija por la que observar momentos en que, en virtud de la relajación, de la confianza, el escritor aparece en zapatillas, aparentemente indefenso, muy cercano a su verdadero yo. Esto, en particular, sucede en las entrevistas, jugosas conversaciones, no todas equiparables, que van del divertido colegueo con el escritor Frédéric Beigbeder al elocuente análisis de la polémica novela Sumisión que desarrolla para la Revue des deux mondes con Marin de Viry y Valérie Toranian. Pensamiento, humor y provocación afloran es estos textos de Houellebecq, que insiste en que en el centro de su posicionamiento está la crítica implacable a la civilización occidental, nunca el odio a las religiones, de las que admite que dan sentido al mundo y al lugar del hombre en el mundo, aunque le parecen cuestionables casi por deber intelectual («me siento obligado a defender la islamofobia, ya sea yo islamófobo o no»): «Atacar una religión es un derecho» que, incide, refrenda la libertad de expresión. «Existe un absoluto moral, independiente de las religiones y superior a ellas», advierte en su charla con Agathe Novak-Lechevalier, profesora e investigadora especialista en la obra del autor de Las partículas elementales y sobre el que escribió en su ensayo Houellebecq, l'art de la consolation (Stock, 2018).