Hollywood no tiene quien le escriba

mercedes gallego NUEVA YORK / COLPISA

CULTURA

Piquete del sindicato de guionistas en Los Ángeles.
Piquete del sindicato de guionistas en Los Ángeles. MARIO ANZUONI | REUTERS

La industria del cine y las series secunda a los guionistas en una huelga que representa a toda la economía de la precariedad

08 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

De costa a costa, hay una batalla en marcha por el alma de EE. UU. No es la que dice encarnar Joe Biden para ganar las elecciones: ya le gustaría al presidente cabalgar el ejército de sindicatos que en tres días ha parado la producción de Hollywood, desde Nueva York a Los Ángeles.

La primera huelga de guionistas que se declara en 15 años no solo ha secado la tinta de los 11.500 miembros del poderoso sindicato Writers Guild of America (WGA). También ha frenado a los productores, los actores, los músicos y hasta los conductores de camiones que estos días se tropiezan con los manifestantes armados de pancartas y megáfonos. «Nadie quiere señalarse cruzando una línea de piquete», sonríe triunfante Lowell Peterson, director ejecutivo del sindicato en la Costa Este. «Todos estamos en el mismo barco».

«Residual» es una de las palabras clave de la huelga. La reconversión del cine y la televisión a las pequeñas pantallas de los ordenadores o el plasma de salón han convertido al streaming en la plataforma por la que ya no hay que pagar a los guionistas por reposiciones o derechos de ultramar. Las películas y las series se alojan en la nube todo lo que haga falta sin que nadie se sienta obligado a dar cuentas de descargas ni poner fin a la temporada.

Sin reestrenos no hay beneficios «residuales», que antes se pagaban con cada reposición. «Da igual que lo que escribas sea un gran éxito o no lo vea nadie, a nosotros nos pagan igual de mal», cuenta Paul Sado, un guionista que forma parte de cinco sindicatos distintos.

«¡No se pueden pagar cacahuetes por escribir Billones!», reza una de las pancartas a la entrada de los estudios donde se intenta desesperadamente cerrar la serie de más éxito en Showtime, Billions, inspirada en la lucha de un fiscal de Manhattan contra los delitos de cuello blanco. La víspera tuvo que intervenir la policía para que dos camiones entrasen en los hangares del estudio, pero la mayoría prefirió darse la vuelta. Lo hicieron tocando el claxon frenéticamente, en apoyo de los manifestantes entusiasmados por la fuerza de su protesta.

Sarah Montana escribía una película o más al año por 45.000 dólares, en una ciudad en la que se necesitan 100.000 para vivir, y solo su afiliación al sindicato le ha permitido llegar hasta los 65.000. Con eso no puede vivir en Manhattan, ni siquiera en Brooklyn o Queens, sino en Jersey City, al otro lado del río. «Parece que esta es una profesión glamurosa porque la gente ve a las celebrities en la alfombra roja y piensa que todos los que trabajamos detrás estamos a su nivel, pero a mis 36 años ni siquiera puedo aspirar a comprarme una casa». «Los billonarios se pagan un yate, los guionistas una hipoteca», reza otra de las pancartas. Ella, ni la hipoteca. 

Salario mínimo

Hace diez años el 33 % de los guionistas cobraba el salario mínimo pactado. Ese porcentaje ha subido ya al 49 %, según los datos de WGA. Si uno incluye la inflación, el salario ha bajado un 14 % en solo cinco años, pero la realidad es todavía peor: en esta última década en que su trabajo ha saltado al streaming, los ingresos de los guionistas han caído un 23 %, mientras sus vidas se reducen cada vez más a esas «minihabitaciones» en las que los estudios explotan a unos cuantos. «Mi espalda y mi cuello necesitan mejor seguro médico», reclama una de las pancartas.