Pardo Bazán, autora pionera en la novela de detectives española

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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Siruela edita «La gota de sangre» en su biblioteca de clásicos policíacos

10 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La gran novela —Los pazos de Ulloa, La Tribuna, La madre naturaleza, Insolación...— de Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921) ha eclipsado en ocasiones sus cuentos y nouvelles. Los estudiosos de la obra de la condesa hablan de un catálogo con más de un millar de relatos, de asombrosa variedad de contenido, estilo e intenciones, entrando la autora gallega cuando le apetecía en el terreno de los géneros —lo gótico, el terror, los vampiros, los fantasmas, lo demoníaco, el crimen...— para muchas veces reinventarlos o subvertirlos.

Un título significativo entre esta amplísima producción es La gota de sangre (1911), un relato largo que está considerado como la primera novela de detectives española escrita por una mujer. Es más, no es exagerado decir que está entre las manifestaciones inaugurales del género policial en España junto con ejemplos canónicos de la intriga como El clavo (1853), de Pedro Antonio de Alarcón, y La incógnita (1889), de Benito Pérez Galdós.

El sello Siruela rescata y publica ahora —individualizada— La gota de sangre en su biblioteca de clásicos policíacos, la más importante en el mercado editorial del español y donde puede hallarse lo más granado de los precursores británicos, franceses, italianos y americanos —como Michael Innes, William Levine, E. C. Bentley, Maurice Leblanc, Guy de Maupassant y Augusto de Angelis—, así como una excelente antología de mujeres detectives victorianas y también las peripecias de miss Gladden, la primera detective profesional en la historia de la literatura y creación del periodista y dramaturgo londinense Andrew Forrester.

Pardo Bazán es la primera firma española en entrar con un título propio en esta exquisita colección, aunque ya había aparecido en el volumen Crímenes de autor. Una antología —confeccionado por el escritor y editor Juan Antonio Molina Foix— con el relato La cana, ambientado en la ciudad de Estela (trasunto de Santiago de Compostela). Pardo Bazán comparte espacio con un fenomenal elenco —Chéjov, Walt Whitman, Jack London, Joseph Conrad, Stephen Crane, Saki, Arthur Machen, Mark Twain, Rudyard Kipling y Kafka, entre ellos— en el que solamente otro autor español hallaba cabida: su muy amado Benito Pérez Galdós —«Miquiño mío», así lo llamaba en sus ardientes cartas—, que aporta El crimen de la calle Fuencarral.

«Los abismos del corazón»

«El misterio de un crimen es su psicología, los abismos del corazón que descubre, la luz que arroja sobre el alma humana, sobre el estado social de una nación, sobre una clase, sobre algo que rebase los límites de la caja de caudales, la cómoda o el armario forzado, el baúl destripado, la cartera sustraída», escribió Pardo Bazán en 1901 en la revista La Ilustración Española, un fragmento del ensayo Como en las cavernas que Molina Foix recuperaba oportunamente en el prefacio a la edición.

Quien prologa La gota de sangre es Alicia Giménez Bartlett, primera espada del noir europeo actual y que confiesa su admiración por Pardo Bazán, «una persona extraordinariamente inteligente» con gran talento para ser libre y que se movía en la contradicción sin excusarse: «Noble, pero crítica con las diferencias de clase. Religiosa y, al mismo tiempo, librepensadora. Partidaria del orden, pero capaz de saltarse a la torera todas las normas morales. Estudiosa y juerguista a la vez».

Bartlett elogia la modernidad de La gota de sangre, no únicamente por la manera en que desarrolla la investigación sino por cómo el protagonista narrador —Ignacio Selva, un señorito madrileño, detective aficionado, por sport, dice, a la moda inglesa— se conduce con ironía y distanciamiento, y juega con el lector e incluso con la policía y el juez, ocultando información, imponiendo el ritmo y la dirección de las pesquisas y resolviendo el crimen con una teatral treta a espaldas de las autoridades, e incluso permitiéndose impartir justicia. Como última pirueta, Selva se muestra entusiasmado con el resultado de su recién adquirida vocación de sabueso —que además le ha hecho superar un preocupante e inhabilitante estado de apatía— y anuncia que marcha a Inglaterra a formarse y que volverá a Madrid presto a desentrañar nuevos casos que, de tener interés para el público, podrían llegar a la «letra de imprenta».

La prologuista Alicia Giménez Bartlett reconoce su fascinación por el cuidado de la prosa, la elaboración de la lengua, la musicalidad de las frases... y asegura que vale la pena leer la pieza solo por el goce estético que conlleva.