Miguel Lago, humorista: «Se vive mejor siendo guapo»

CULTURA

Akane Mayo Fotografia

En un momento dulce de su carrera, avanza que volverá a Vigo a principios de junio a reafirmar que su único límite está en aquello que haga reír al público

24 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Vuelve a casa Miguel Lago (Vigo, 1981). Lo hará el 3 de junio en el teatro de Afundación de la ciudad olívica a la que el humorista dice querer volver siempre. Despacha la entrevista desde Madrid con la chispa y un toque de autosuficiencia. 

—Televisión, teatro... está en un momento dulce.

—Sí, por suerte hay mucha demanda de trabajo y es una alegría enorme que cuenten con uno. Yo estoy felicísimo.

—Usted va siempre un poco al límite, en un momento en el que parece que todos quieren ponerle límites al humor.

—El cómico tiene la obligación de estar siempre sobre la línea, lo más cerca posible. Se supone que hay una línea que no se puede atravesar, pero el cómico es mejor cuanto más cerca de esa raya está. Yo estoy sobre ella permanentemente, en un constante ejercicio de equilibrio. Hay veces que se me va un pie y la cruzo. Y hay quien eso no lo acepta. Pero luego se acaba el ruido y el chiste queda.

—Que es lo importante.

—Yo tengo un argumento poderoso y que es la única realidad: mi fin es hacer reír. Me puedo equivocar a veces, por supuesto, pero no encontrará una declaración mía, en serio, que parta contra nadie. En el terreno del humor encontrará bromas para todo y para todos.

—¿Hay algo o alguien con lo que no se meta nunca?

—Realmente no, porque todo es susceptible de ser divertido y analizado con humor. Lo único de lo que no he hecho humor es aquello a lo que no he sido capaz de sacarle punta o que no me hace gracia. Por ejemplo, no hago chistes guarros. La dirty comedy, como le llaman los americanos, no es un género que practique. Tampoco suelo hacer bromas sobre la enfermedad, pero del resto... ¿por qué no? Mi único límite es la risa. Si genera risa, vale; si no genera risa, no vale. Y ahí se acaba el tema.

—¿Diría que, en general, nos hemos vuelto todos más aburridos para ser más correctos?

—No, lo que pasa es que le prestamos mucha atención a las opiniones de los demás. Y hemos confundido la libertad de expresión con la necesidad de opinar. Y no hay que estar opinando de todo todo el rato. Antes, un humorista hacía un chiste en televisión y, si alguien se enfadaba, como mucho tenía que escribir una carta y mandarla por correo postal. Ahora, gracias a instrumentos como Twitter, cualquier tonto con un móvil puede opinar de lo que quiera. El problema es que no opina, insulta, agrede, acosa... Y, a veces, la prensa lo replica.

—¿Cuándo se dio cuenta de que se podía ganar la vida como cómico?

—Bastante pronto. En cuanto me subí a un escenario por primera vez y vi que la gente se reía, entendí que ahí había algo. Tenía 18 años. Yo no he trabajado de otra cosa. Y, aunque esté mal que yo lo diga, creo que es muy meritorio el camino que he ido haciendo sin padrinos y con pocas oportunidades. Ha sido picar mucha piedra, pisar mucho bar y eso me ha llevado a llenar teatros. Soy felicísimo, porque yo soy cómico. Yo no soy actor, soy cómico y, concretamente, cómico de stand up, que es a lo que me voy a dedicar siempre.

—Pero también hace otras cosas.

—Todos mis proyectos audiovisuales van en función de mis fechas en el teatro. Son sagradas. El resto es un complemento.

—Usted hizo de rey, de Alfonso XIII en «Las chicas del cable». Seguro que la corona le hacía sentirse mejor.

—Pues la verdad es que cuando dicen «¡Acción!» y tú eres el rey y todos te tratan como el rey, es muy divertido. Pero el mayor regalo que me dieron aquellas cuatro o cinco sesiones de rodaje fue compartir escenas con Concha Velasco. Fue uno de los hitos de mi carrera, poder decir que trabajé con Concha Velasco. Y presumo del cariño que nos tenemos. Aún nos mandamos wasaps de vez en cuando.

—El traje es para usted marca de la casa. ¿Se siente cómodo en él o es un instrumento meramente profesional?

—Yo me veo muy guapo, la verdad, y complementa el discurso. Crea una imagen que es icónica. Lo que yo he conseguido es que otro cómico se ponga un traje y le digan que va de Miguel Lago. Los espectadores que agotan las entradas para verme en un teatro, una de las cosas que esperan es ver cómo viene Miguel hoy.

—Usted tiene cuatro hijos.

—Tengo cuatro hijos.

—Y una fundación de ayuda a la infancia de la República Dominicana.

—A raíz de la adopción de nuestro cuarto hijo, Robinson, que es dominicano y tener que vivir cuatro meses allí para completar el proceso, la familia Lago abrió los ojos a la realidad tan dura de la infancia dominicana. Por eso, al volver a España, abrimos la fundación, que ya tiene nombre registrado y estamos esperando que Interior nos dé el CIF para poder operar económicamente. Es un proyecto familiar.

—¿Celta o Dépor?

—¡Menuda pregunta! ¡Del Celta, hombre! ¿Cómo voy a ser del Deportivo, por quién me toma? A mí me gusta el fútbol profesional, ja, ja. Es el único fútbol que veo, el Celta.

—Defínase en cuatro palabras.

—Leal, divertido, aventurero y atrevido.

—Su tiempo libre lo dedica...

—A la música.

—A escucharla, a crearla...

—Ya me gustaría crearla. A escucharla. Es lo que más me gusta. Y en la medida de lo posible, hacer algo de deporte.

—¿Sabría hacer una tortilla de patatas?

—Y excelente además.

—Si volviera a nacer y le dieran a elegir entre ser muy guapo o muy gracioso, ¿qué elegiría?

—[categórico] Muy guapo. Yo que ahora tengo las dos caracrterísticas, me abre más puertas lo guapo que soy. Se vive mucho mejor siendo guapo. Es la realidad.

—Su lugar fetiche.

—Vigo. Voy mucho menos de lo que me gustaría, pero cada vez que voy, disfruto cada minuto.

—Una canción.

—Cualquiera de sir Elton John.

—¿Lo más importante en la vida?

—La salud.