Rosario Villajos gana el Biblioteca Breve con una novela sobre la adolescencia

Héctor J. Porto BARCELONA / LA VOZ

CULTURA

La ilustradora Rosario Villajos
La ilustradora Rosario Villajos David Zorrakino

«La educación física» narra cuatro horas de una joven en lucha contra su cuerpo

07 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La escritora andaluza Rosario Villajos (Córdoba, 1978) se alzó con la 65.ª edición del premio Biblioteca Breve gracias a La educación física, que novela cuatro horas en la vida de Catalina, una adolescente —como todos los adolescentes, pero con especial virulencia— en lucha contra su cuerpo. Un relato que, anotó la editora Elena Ramírez, se mueve con el aliento del suspense porque «el lector no sabe si la chiquilla —decide hacer autostop tras abandonar una situación violenta— llegará o no a casa sana y salva».

La autora —que toma el relevo de Isaac Rosa, que ganó en el 2022 con Lugar seguro— se impuso entre los 702 manuscritos recibidos en el concurso que promueve Seix Barral con una obra que nace del manantial autobiográfico y cuyo motor —admite— encuentra alimento en el rencor y el ajuste de cuentas, es decir, en el dolor de su propia experiencia.

Una experiencia que rescata —la historia está ambientada a comienzos de los 90— de su propia memoria acallada, dice, ahora que las cercanías de la menopausia la sitúan en una fase con ecos en la adolescencia. «Las canas, las arrugas, la posibilidad de ganar peso... todo son elementos que retrotraen al combate con el aspecto físico, con el propio cuerpo, que caracteriza la transición a la edad adulta. En este momento siento una gran empatía con aquella niña que fui, con aquellos temores, con aquel asedio para el que nadie te prepara, entonces y ahora marcado por la tutela del hombre, por la cultura masculina», argumenta.

Premiada por unanimidad —el galardón está dotado con 30.000 euros y la publicación, prevista el 8 de marzo—, para Ramírez, que se hacía eco del fallo, la novela posee una poderosa voz narrativa que explora la identidad de una muchacha a través del cuerpo y, en cierta medida, la convierte, desde lo íntimo, en un testimonio generacional, en un sentir universal, cuestionando a un tiempo los relatos sobre los que se construyen los valores de una generación. Ramírez cree que Catalina es un equivalente de la Andrea de Nada, de Carmen Laforet, una voz enclaustrada en su atmósfera social, que no se siente a gusto, asfixiada en sus ansias de libertad, y que asimismo mientras cuenta su historia retrata la época que le toca vivir.

La culpa y la libertad

Isaac Rosa, también miembro del jurado, elogió la inteligencia con que está compuesta la narración, que, señaló, va creciendo a medida que avanza la lectura no solo como «novela de aprendizaje» sino también por el modo en que cobra profundidad: «La novela que acabas leyendo no es la de las primeras páginas —incide—. Además, entra en discusiones de hoy mismo, pese a los 30 años que viaja hacia atrás, con lo que le ocurre a la protagonista alrededor del cuerpo, el deseo, la culpa, la violencia, la libertad».

La autora entusiasmó a Inés Martín Rodrigo, en el jurado, que considera parte del hallazgo la potente voz en tercera persona que maneja Villajos, que, arguye, de tanta fuerza «parece hacerlo en primera persona». Es uno de los muchos logros, sostiene, de una obra «profundamente literaria». «Habla de ti, porque cuando escribimos hablamos de nosotras, pero es que además trasciende el momento de la trama para hablarnos de hoy con una honestidad brutal. Es de agradecer que haga tan presente el cuerpo de la mujer, de la joven que empieza a descubrirse, el deseo femenino que nos han enseñado a postergar, ocultar. Leyéndola dejamos la culpa de lado, aprendemos».

En una línea similar, la librera Pilar Eusamio, jurado también, celebró lo mucho que enseña al lector este texto, indagando temas escondidos en un rincón del cerebro «que se prefiere no escarbar», la memoria de lo que uno ha olvidado, la memoria que se aparta a la vista porque molesta, del sentimiento de culpa, de los tabúes de la adolescencia «ayer y hoy».

El poeta y editor Pere Gimferrer, también en el jurado, juzgó un acierto la manera en que la autora puntúa el tiempo de la narración con las agujas del reloj y habló de los ecos de El guardián entre el centeno que muestra el libro. La educación física —adujo— es importante y está abordada en grandes clásicos masculinos, pero no tanto en los femeninos. Es muy difícil, añadió, y Villajos lo hace frontalmente: «El libro —elogió— posee la cadencia de los relojes y no tiene pliegue ni frunce. Es sobrio y punzante, y en pocas páginas dice todo lo que podía decirse del tema que trata», sentencia Gimferrer.

«Sigo viendo muchos grafitis fálicos pero muy pocas vulvas»

Autora de novelas como La muela (Aristas Martínez, 2021) y Ramona (Mrs. Danvers, 2019), Rosario Villajos da el salto a un gran grupo editorial de la mano de un galardón prestigioso con nombres como Caballero Bonald, Elena Poniatowska, Benet, Vargas Llosa, Menéndez Salmón y Aramburu en la nómina de premiados. Se mostraba emocionada con el reconocimiento a su escritura, espacio que, afirmó, es su casa, su paz y su sosiego. «Es mi forma de reír y llorar cuando no me sale reír y llorar, mi manera de gritar, de reconocerme, de encontrarme». La novela, prosiguió, le ha servido para aligerar peso porque deja por fin algunas cosas atrás. Son, dijo, historias de mujeres contadas por mujeres, la de una chica que se niega a desaparecer, porque, matizó, «no es necesario matar a una mujer para que desaparezca», sobre todo, cuando carece de recursos económicos. Tras agradecer lo aprendido a su profe el escritor Juan Gómez Bárcena, hizo alusión a la braga-faja que ilustra la portada del libro como herramienta que opera para la obsesión mediática de la delgadez y que, dijo, «resume perfectamente la novela, como corsé emocional y físico que protege esa pelvis femenina que parece más del resto de la sociedad que de la propia mujer». Explicó que lleva tiempo embarcada en este proyecto por lo que no teme a los que puedan acusarla de oportunismo por capitalizar el debate del consentimiento y de la ley del solo sí es sí, que, recuerda, desgraciadamente no es una lacra que esté sobre la mesa desde hace semanas sino de siempre. Y es que, agrega, lee las noticias y no cree que las cosas hayan cambiado tanto desde los noventa e incluso más allá. Dice que le ayudó mucho la lectura del ensayo de Nerea Barjola Microfísica sexista del poder: el caso Alcàsser y la construcción del terror sexual y no tanto La educación sentimental de Flaubert. «Oigo hablar mucho de la educación emocional de los hombres, pero, ¿dónde queda la educación física de las mujeres? Sigo viendo las paredes llenas de grafitis fálicos pero muy pocas vulvas», concluyó rotunda Villajos.