Bob Dylan, filias y fobias de un cascarrabias genial

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Bob Dylan, sentado ante su máquina de escribir, en una foto que ilustraba el álbum «The Bootleg Series Vol. 9: The Witmark Demos: 1962-1964», publicado en el 2010.
Bob Dylan, sentado ante su máquina de escribir, en una foto que ilustraba el álbum «The Bootleg Series Vol. 9: The Witmark Demos: 1962-1964», publicado en el 2010. Columbia Legacy

Rolling y Beatles no están en el canon del premio Nobel de literatura, que publica 66 microensayos sobre canciones indispensables

11 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La simpatía no es una de las virtudes de Bob Dylan (Duluth, Minnesota, 81 años), el viejo y genial cascarrabias del folk-rock, que repasa su filias y fobias musicales en el primer libro que publica en 18 años el ganador del Nobel de Literatura en el 2016. Filosofía de la canción moderna (Anagrama) es una heterodoxa colección de 66 microensayos sobre otras tantas canciones que Robert Allen Zimmerman santifica o condena. Una selección con ausencias tan clamorosas como los Beatles o los Rolling Stones y con solo cuatro temas escritos o cantados por mujeres. Elogia además a crooners como Bing Crosby, Frank Sinatra, Dean Martin o el italiano Domenico Modugno.

El pretencioso título da una equívoca idea de las intenciones del legendario poeta y cantante, ya que no hay casi ninguna canción moderna y el bardo de Duluth recurre a una filosofía bastante sui generis en la que justifica el sexo de pago o apuesta por la poligamia. Con 81 años cumplidos, le importa un comino evidenciar su anacronismo musical y social, sabedor de que su genio le redime.

De los 66 temas comentados, casi la mitad (28) son de los años 50 del siglo pasado, cuando el adolescente Robert Zimmerman decidió cambiar de nombre tras descubrir el blues, el country, el rock, el folk y la poesía. Solo dos canciones fueron compuestas en este siglo por autores ya fallecidos: John Trudell y Warren Zevon.

Ilustrado con retratos de artistas, carteles publicitarios, escenas de películas, viñetas de cómic y fotos icónicas de Dorothea Lange, William Klein o Weegee, Dylan dice haber trabajado en el libro durante más de una década. Pero no se molesta en explicar sus razones o criterios para elegir las canciones, si es que existe alguno distinto de su capricho.

La inmensa mayoría de los temas y autores son norteamericanos, ya eran hitos cuando Dylan se abría paso en la música. Entre sus favoritos no están ni los Beatles ni los Stones. Solo incluye a un grupo británico de los 60, The Who, a cuyo himno My generation dedica un inusitado elogio: «Es una canción que duda de todo y que no le hace ningún favor a nadie». Es uno de los cuatro temas no estadounidenses del catálogo dylaniano. Las otras tres son dos británicas Pump it up, de Elvis Costello, y London calling, de The Clash, y la italiana Volare, de Modugno. «Hay algo sumamente liberador en escuchar una canción en un idioma que no entiendes», escribe Dylan sobre este clásico de la música melódica.

También brillan por su ausencia las mujeres. De las 66 canciones reseñadas solo cuatro son de intérpretes femeninas: Gypsies, tramps & thieves, de Cher; Come on-a my house, de Rosemary Clooney; Come rain or come shine, de Judy Garland, y Don’t let me be misunderstood, de Nina Simone.

Paradójicamente, elogia a crooners como Crosby, Sinatra, Dean Martin, Perry Como o Vic Damone. Y considera a Bobby Darin «el más dúctil» de los cantantes de su época. «El tipo era todo el mundo, si es que era alguien», ironiza.

Poligamia y sexo de pago

Al calor de las canciones, Dylan alterna reflexiones y juicios subjetivos con irónicas digresiones sobre el dinero, la religión, la cultura, el matrimonio, la poligamia o el sexo de pago. «Cuando pagas por sexo, es quizá el precio más barato que existe», escribe. «¿Qué mujer pisoteada, sin futuro, apaleada por los caprichos de una sociedad cruel, no estaría mejor como una de las esposas de un hombre rico? Mantenida debidamente en lugar de sola en la calle a expensas de la ayuda gubernamental».

Divorciado en dos ocasiones, arremete contra los abogados de familia y los acuerdos prematrimoniales —«es como jugar contra un crupier tramposo»— y reivindica la poligamia. «Los matrimonios mixtos, las bodas gais. Sus defensores han presionado con toda justicia para que fueran legales, pero nadie ha luchado por la unión que de verdad importa: el matrimonio polígamo», sostiene. «¿He propuesto yo que el matrimonio polígamo tenga que ser masculino-singular contra femenino-plural? A por ello, señoras. Ahí tienen otro techo de cristal por romper», desafía.

Gitanos, vagabundos y ladrones, para salir a cenar

Cree Bob Dylan que la gente se aleja de Dios «porque la religión que solía estar en el agua que bebíamos, en el aire que respirábamos, ya no está en la trama de sus vidas». «Se presenta como si fuera una rutina: es domingo, hay que ir a misa. O bien la blanden como amenaza los tarados políticos de cada bando», apunta en su comentario sobre If You Don’t Know Me By Now, de Harold Melvin & The Blue Notes. Escribe frase tan chocantes como «gitanos, vagabundos y ladrones podrían muy bien ser la respuesta a la pregunta: nombra tres tipos de personas con las que te gustaría salir a cenar».

Advierte su autor de que incluye pocas revelaciones. «Las historias son simples. Las conocemos todas. Chico conoce a chica. Chico pierde a chica. Chico roba un pedazo de pan. Chico es abatido en la plaza del pueblo. Chica mata a la esposa del chico. Chico se hace mayor buscando al asesino de su padre. Chica se casa con chico. Chico le pega fuego al pueblo».

Es el primer libro de Dylan desde Crónicas. Volumen 1 (2004), entrega inaugural de una autobiografía que no continuó. Desde que ganó el Nobel en el 2016, ha publicado dos discos (Triplicate, 2017, y Rough and Rowdy Ways, 2020), unas 40 canciones nuevas. Ha ofrecido más de quinientos conciertos y concedido un par de entrevistas.

«Lo aprendí todo de don Quijote, Ivanhoe, Robinson Crusoe, Gulliver; la lectura típica de la escuela que te da una manera de ver la vida, una comprensión de la naturaleza humana y un estándar para medir las cosas», escribió en su discurso de aceptación del Nobel.