Annie Ernaux alerta contra el ascenso en Europa de una ideología de repliegue y cerrazón

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Ernaux, ovacionada a su llegada a la Academia Sueca para leer su discurso.
Ernaux, ovacionada a su llegada a la Academia Sueca para leer su discurso. Fredrik Persson | Reuters

La vigilancia y el control del cuerpo de las mujeres, dice en su discurso la escritora francesa y premio Nobel de literatura, le impone «un deber de vigilancia extrema»

08 dic 2022 . Actualizado a las 10:30 h.

La premio Nobel de literatura Annie Ernaux (Lillebonne, Seine-Maritime, Francia, 1940) dejó ayer en la Academia Sueca una buena muestra de su gran personalidad y de la preciosa urgencia de su obra. Alertó contra el ascenso en Europa de una ideología «de repliegue y de cerrazón», que se extiende y gana continuamente terreno en países hasta ahora democráticos y en un mundo donde la multiplicidad de fuentes de información y la rápida sustitución de unas imágenes por otras acostumbran a una especie de indiferencia e invitan a concentrarse en el propio arte. «Basada esta ideología en la exclusión de extranjeros y migrantes, el abandono de los económicamente débiles, la vigilancia del cuerpo de las mujeres —prosigue—, me impone, como a todos aquellos para quienes el valor de un ser humano es el mismo, siempre y en todas partes, un deber de vigilancia extrema».

A sus 82 años, estima el valor de la escritura como acto político. En su discurso de aceptación del Nobel, recordó que en sus inicios «pensaba orgullosa e ingenuamente que escribir libros, hacerse escritor, al final de una estirpe de campesinos sin tierras, de obreros y pequeños comerciantes, de gentes despreciadas por sus modales, su acento, su incultura, bastaría para reparar la injusticia del nacimiento. Que una victoria individual borraba siglos de dominación y de pobreza, con una ilusión que ya la escuela había incentivado en mí por mi alto rendimiento escolar».

Libros de mujeres

«Escribiendo en un país democrático, sigo preguntándome, sin embargo, por el lugar que ocupan las mujeres en el ámbito literario. Su legitimidad para producir obras aún no está ganada. Hay hombres en el mundo, incluso en los círculos intelectuales occidentales, para quienes los libros escritos por mujeres simplemente no existen, nunca los citan. El reconocimiento de mi obra por la Academia Sueca es una señal de esperanza para todas las escritoras. En el acto de sacar a la luz lo indecible social, esa interiorización de las relaciones de dominación de clase y/o raza, de sexo también, que solo sienten quienes son objeto de ella, reside la posibilidad de la emancipación individual pero también colectiva», celebra.

Y es que no considera el Nobel como una victoria individual. «No es orgullo ni modestia pensar que se trata, en cierto modo, de una victoria colectiva. Comparto el orgullo con quienes, de un modo u otro, desean más libertad, igualdad y dignidad para todos los seres humanos, independientemente de su sexo y su género, de su piel y su cultura. Con quienes piensan en las generaciones venideras, en la salvaguarda de una Tierra que la codicia de unos pocos sigue haciendo cada vez menos habitable para el conjunto de los pueblos».

La rabia y la venganza

«En cuanto a la promesa que hice a los 20 años de vengar a mi raza, no sabría decir si la he cumplido. De ella, de mis antepasados, hombres y mujeres esforzados en tareas que les hicieron morir pronto, recibí la fuerza y la rabia suficientes para tener el deseo y la ambición de hacerle un sitio en la literatura, en ese conjunto de voces múltiples que, muy pronto, me acompañaron permitiéndome el acceso a otros mundos y a otros pensamientos, incluido el de rebelarme contra ella y querer modificarla».

La necesaria e importante obra de Ernaux ha sido editada en castellano por los sellos Tusquets y Cabaret Voltaire.