Héctor Abad Faciolince, escritor: «Hay personas que, incluso después de muertas, nunca se nos van»

CULTURA

Héctor Abad en la playa de Riazor, en A Coruña
Héctor Abad en la playa de Riazor, en A Coruña CESAR QUIAN

El autor de «El olvido que seremos» regresa a su juventud y a un personaje real para su última novela, una historia sobre la familia y el matrimonio

13 jul 2023 . Actualizado a las 15:41 h.

Nos robó el corazón con El olvido que seremos, ese canto de amor a su padre que Fernando Trueba llevó al cine. Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) regresa con Salvo mi corazón, todo está bien (Alfaguara), inspirada de nuevo en una persona real. Un cura que le enseñó que, incluso entre los seres más incompatibles, pueden surgir conexiones imborrables. Regresa a A Coruña para presentar la novela, en un día de fuerte oleaje del Atlántico, también su océano.

—¿Siempre recurre a la memoria para escribir?

—Tal vez nunca tanto como en este caso. Este libro está escrito con las voces de los amigos del hombre real, de Luis Alberto Álvarez. Hay personas que, no sé por qué, incluso después de muertas, nunca se nos van. Este Gordo es una de ellas en mi ciudad de Medellín. Fue una persona que, en los años más terribles de la violencia, donde todo parecía irse al abismo, nos dio a los jóvenes herramientas culturales para sobrevivir y no sucumbir a la pura tentación del dinero y del narcotráfico. Cosas muy vitales como apreciar la belleza del cine o la música, y extrañas tal vez en un cura.

—De nuevo, ¿un libro contra el olvido de los seres queridos?

—Diría que, en ambos casos, es un intento de ocuparme de personas que han sido influyentes a través de la bondad y no de la maldad. La bondad es más misteriosa y extraña que lo otro, la maldad, que es lo que más fascina. A mí me maravillan más las personas que se oponen al malo que llevan dentro.

—¿No le preocupa el olvido?

—Antes me preocupaba más porque soy un gran olvidadizo. Siempre se piensa que el olvido es algo negativo, pero también puede ser un gran descanso, una especie de purificación. Si olvidas mucho, no tienes rencor. Lo malo es que te hace a veces una persona malagradecida. Realmente, no podemos recordarlo todo, si pudiéramos, enloqueceríamos.

—¿Una historia ha de obsesionarlo para escribirla?

—Es que si no estás obsesionado con una historia, no eres capaz de trabajar en ella dos o tres años. Solamente la obsesión te da esa capacidad de concentración. Sin una obsesión puedes tal vez escribir un cuento, un poema que llega de repente. Pero, para una novela tienes que tener algo que se parezca a la locura para que crezca tanto tiempo, porque escribir una novela es un trabajo largo.

—¿El libro es también un homenaje a su madre?

—Ella fue una niña huérfana a la que criaron dos tíos curas. Su figura paterna fueron ellos. Sufría mucho con mi descreimiento, con mi ateísmo y anticlericalismo. En la pandemia, tuvo una gran decadencia física. Como veía que se acercaba su final, me dieron ganas de escribir una novela para ella, en la que, en alguna manera, los curas salieran bien librados. No la alcanzó a leer, se murió en septiembre del 2021, poco antes de que la terminara. No le tocó leerla, pero sí se la dedico.

—¿Debemos cuidar más el corazón?

—Este corazón del título es muy literal, por eso digo que es una novela muy cardíaca, pero también es el corazón simbólico. En el corazón no hay nada, es solo una bomba, pero creo que sin esa metáfora, cuando hablamos de alguien que tiene un corazón duro o de piedra, nos costaría mucho trabajo comunicarnos. Con la palabra corazón siempre corres el riesgo de parecer un poco cursi, más si escribes sobre la bondad y a eso le añades curas de protagonistas, pues ya es sentimental y pasada de moda, no se habla aquí de curas pederastas. Corrí el riesgo.

—A los que no tienen hijos, ¿se les queda un pedazo del corazón sin usar, como dijo?

—Esta es una frase que leí en El cielo que perdimos, de Juan José Hoyos. Pude escribir El olvido que seremos y pude entender a mi padre al tener hijos. Antes, me parecía muy loco el amor de él por sus hijas y por mí. Cuando fui padre entendí esa locura amorosa a prueba de todo.

«En Galicia no tengo la sensación de llegar, sino de regresar»

«El único antepasado mío que publicó libros fue el abuelo de mi madre, José Joaquín García, cuyo abuelo, decía, venía de un pueblo de Galicia», cuenta con una sonrisa Héctor Abad.

De la misma forma que Gabriel García Márquez insinuó que su habilidad para contar historias provenía de una supuesta abuela gallega, Faciolince no duda que su vena literaria se la debe a su familia materna, de Bucaramanga y antes de San Pedro de Cervo. «Encuentro en los escritores, que dicen bien lo que uno ha pensado confusamente. Y hay un autor colombiano que expresó esto muy bien. Él lo dijo sobre España y yo lo digo sobre Galicia. Cuando vengo aquí no tengo la impresión de venir, sino de regresar».

No es un cumplido, Faciolince confiesa con el oleaje de Riazor de fondo su admiración por autores gallegos, «quisiera yo escribir como Manuel Rivas», y en una entrevista anterior deslizó su predilección por Álvaro Cunqueiro. Del escritor de Mondoñedo dijo que «escribía como los dioses».

Siempre con una libreta a mano, apunta historias que lo conmueven o sorprenden y, quién sabe, como pasó con el protagonista de su actual libro, pueden ser susceptibles de una novela.

«El otro día, almorzando con un conocido en Madrid, descubrí por qué el océano Pacífico se llama así. Porque, a diferencia de lo que pasaba en el Atlántico, los conquistadores españoles no se encontraban con tantos piratas ingleses. Vivimos muy volcados con la Colombia atlántica, no hay carreteras que te lleven al Pacífico. Me parece que hay una semilla para una historia», adelanta.

En una ocasión dijo que era el autor de un único libro, El olvido que seremos. Sobre si le da miedo ser recordado solo por este título, dice: «Creo que hay tres tipos de escritores: a los que se les recuerda por un solo libro, a los que se les recuerda por su obra y escritores a los que no se les recuerda. Entonces, es preferible ser de los primeros que de los terceros».