Nuno Beato: «Queda trabajo para hacer ver al público que la animación es más que para niños»

Montse García Iglesias
Montse García SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

«Os demos de barro», que usa «stop motion», llega el 18 a cines gallegos

15 nov 2022 . Actualizado a las 09:49 h.

Hace unos ocho años que empezó a germinar en la cabeza del cineasta portugués Nuno Beato (Lisboa, 1977) la historia de «Os demos de barro», un filme de animación que constituye el primero en Portugal que utiliza la técnica del «stop motion». La película presentada este domingo en el festival compostelano Cineuropa y que se estrenará el viernes en cines gallegos —podrá verse en salas de Santiago, A Coruña, Vigo, Ferrol, Ourense y Pontevedra— es una coproducción internacional. Uno de los coproductores es el gallego Xosé Zapata. Una historia, además, inspirada en la cerámica tradicional portuguesa y ambientada en Trás-os-Montes. Ahí se sitúa la aldea a la que regresa Rosa, la protagonista de esta historia, en su vuelta a sus raíces y a la vida natural. «Para enviar un mensaje al mundo hay que pensar en lo local», afirma Beato, que apunta que la aldea bien podría ser Galicia. De las voces en la versión gallega y en castellano se encargan intérpretes de Galicia como Isabel Navieira, Monti Castiñeiras, Ledicia Sola y Celso Bugallo.

—Solo quedan unos días para estrenar la película en Galicia, pero llevan más de cinco años de trabajo. ¿Cómo surgió «Os demos de barro»?

—La primera versión del guion lo hice en un máster de cine en la Universidad Lusófona de Lisboa, hace unos ocho años, y se quedó ahí en el cajón. La idea partió al ver un vídeo en internet donde un señor enfadadísimo rompe un ordenador y lo tira por la ventana en la oficina. Primero me entró risa, pero después te preguntas qué es lo que lleva a una persona a ese punto que no es normal. En Europa que tenemos todo, en países desarrollados, qué es lo que pasa para que la gente llegue a ese punto. Entonces, me entraron ganas de contar la historia de alguien que haya llegado a ese punto, por eso la película empieza así. Después fui al cajón, estaba esa historia y dije: «Voy a intentarlo». Cambiamos el guion, pero la estructura base se ha mantenido. Lo que buscaba yo es que el personaje principal, Rosa, primero encontrara el motivo que la llevó a llegar a ese punto, que en este caso fue la muerte del abuelo, y después mirar qué era lo que le faltaba.

—Todo empezó hace ocho años, pero el desarrollo del trabajo se llevó a cabo entre Lisboa, A Coruña, Bilbao Y Burdeos. ¿Cuál fue la mayor dificultad de ensamblar todo?

—Al inicio el desarrollo fue solo en Portugal, en dos años, y después busqué la coproducción porque sabía que hacerlo solo en Portugal sería muy complicado tanto por la cantidad como por una cuestión de equipos, porque es un país con muy poca producción de animación y, aunque haya calidad, no hay cantidad. Entonces, al buscar coproductores, España está al lado, y, además, con Galicia, porque la historia está ahí justo en la frontera, en Trás-os-Montes, una zona en donde realmente las fronteras no existen. Galicia es el primer coproductor natural por toda la historia. Esa aldea que hemos inventado, podría ser en España, no es tan distinto. Por otra parte, a veces, lo complejo en las coproducciones es el tiempo que se tarda en cerrarlas porque hay las fechas de cuándo están los resultados. Entonces, lo difícil es encajar todos los países y todas las burocracias sin que afecte al proyecto. Luego viene la parte buena de tener equipos distintos, con diferentes formas de trabajar, que van añadiendo algo al proyecto; intentar buscar lo mejor de cada país. El trabajo en colaboración con otros países nos abre la visión porque vemos formas distintas de trabajar, hemos cambiado profesionales de un lado a otro. Entre Portugal y España ha habido una conexión bastante grande de equipos. El gran problema que hemos tenido fue el covid, porque era rodar con covid, mi primer largometraje, primera película de stop motion en Portugal...; ha sido un desafío enorme.

—¿Qué buscó para el proyecto en Galicia?

—En Galicia hicimos todos los puppets [los muñecos]. Ha sido un año de trabajo de construcción y exige técnicas cualificadas. Aquí encontramos gente con mucha experiencia. Además, está la experiencia de la industria porque en Portugal trabajamos más en cortometrajes y proyectos más pequeños. La colaboración nos ayudó a entender la forma de funcionar en proyectos grandes. Aquí construyeron todos los puppets, que después iban a Lisboa para rodar.

—Es su primer largometraje y además del primero en «stop motion» en Portugal. ¿Supuso un mayor reto? ¿Qué le llevó a probar con «stop motion»?

—Portugal tuvo unas experiencias de largometrajes de animación hace 20 años, que no fueron al cine, y este año han salido los dos primeros largometrajes que van directamente al cine y este es uno de ellos. Eso fue una responsabilidad grande para mí porque he entendido que cuando hubo financiación pública para largometrajes y la cosa no fue bien, la cancelaron; ahora tener un largometraje después de 20 años, piensas que si no sale medianamente bien, a lo mejor no hay más largometrajes de animación porque los van a cortar. Además, es uno de los primeros en stop motion, pero también uno de los primeros largometrajes de Portugal en animación. Lo de elegir esta técnica de stop motion viene por el tipo de proyecto que hago, puesto que también hay 3D. Veo la historia y lo que hago es sentir qué es lo que me pide la historia, y no al revés. He usado las dos técnicas como un contraste. Rosa en la ciudad tiene el aspecto 3D, con un look más frío, más distante; y, cuando llega al campo, al pueblo del abuelo, pisa la tierra y todo se transforma en stop motion, con una textura exagerada. Lo que quería era tener esa textura del barro, de las cosas que no son perfectas, puesto que es ahí cuando ella sale de la vida en la que estaba, que era una vida falsa.

—«Os demos de barro» es la historia de Rosa, que triunfa en el mercado empresarial, pero que tras la muerte de su abuelo vuelve a la aldea. Pero la trama va mucho más allá, porque aborda la destrucción de la naturaleza, el abandono del campo...

—Hay dos capas en esta historia familiar. Una un poco más adulta, que es la vida de Rosa, esa vida profesional que a los niños no les toca mucho, aunque también pueden sentirlo, con ese tiempo que no tiene el padre o la madre para estar con ellos... Aquí hay mensajes interiores que, quizás, llegan más a los adultos. Y después, en paralelo, está la historia del agua que falta en el pueblo, que nos recuerda la falta de recursos; hay un incendio, que alude la cantidad de eucaliptos que tenemos en Portugal y en Galicia, los problemas que hay de incendios... Esto aparece en la historia porque es lo que vivimos. Aunque la estructura base es el cambio interior de Rosa, es imposible contar una historia actual sin pasar por cuestiones que vivimos en el día a día. Eso transforma las historias y las humaniza, las aproxima más al público porque se siente más identificado.

—Pero este es un filme para todos, adultos y público infantil.

—Sí, tuvimos el cuidado de construir la historia de esta forma. Aunque el tema principal sea un poco más adulto, es importante que los niños empiecen a darse cuenta que hay otras formas de trabajar y de estar en la vida. Lo que pasa Rosa en la película, que tiene unos 30 años, yo lo he sentido a los 40. Yo quiero que el personaje sea más joven porque cuanto antes nos enteremos de lo que estamos haciendo y construyendo, mejor. La verdad es que desde que surgió la idea original hace ocho años, voy sintiendo que las generaciones van cambiando. Doy clases en la universidad y siento que los adolescentes de hoy ya ven el trabajo de otra forma, no tan ausente de todo lo demás. Nuestra generación y otras nos enfocamos mucho en la vida profesional, parece que el éxito de una persona está conectado con el trabajo. Preguntas a los niños qué quieren ser de mayor, no si van a ser buena persona. Este es un paradigma que debe ser trabajado desde pequeños y despertar esto en la familia es ideal. Además, la película conecta generaciones, porque tiene el abuelo, a Rosa, al niño «Chico»... Esta mezcla de generaciones ayuda a transformar el filme en una película familiar.

—Habla de una película familiar, pero muchas veces se ha asociado la animación únicamente con el público infantil. ¿Se ha superado ya los prejuicios de que también es un cine dirigido a adultos?

—(Ríe) Yo creo que no, al menos, en general. Hay algunos países que, a lo mejor, ya están un poco más avanzados en esto que Portugal y España, como puede ser Francia, y también algunos de Asia. Aquí y en Portugal todavía entre el gran público existe la conexión de la animación con los niños, y, además, que tiene que ser una animación cómica. Eso es algo que tarda en cambiar, no es inmediato. Creo que ya hay un público más amplio de gente que mira la animación de otra forma, pero todavía queda trabajo que hacer en la distribución para formar al público de que la animación es mucho más que para los niños y cómica.

—En cambio, para los Premios Goya, es el año con un mayor número de películas de animación. ¿Es un sector en auge?

—En Portugal, el cine de animación este año está ganando un montón de premios y creciendo con dos largometrajes por primera vez en 20 años. Aquí en España también se ha sentido un bum, y hay más intención de poner dinero en le cine y de verlo como una industria lucrativa. Se considera que el cine es una inversión, es una producción como cualquier otra. Si nosotros compramos cine a otros países y no lo producimos para consumir, lo que vamos a hacer es estar siempre dependiendo de los demás. Cuanto más cine se hace, más calidad va a tener. Hay que entrenar, no vamos a salir con una película de millones en la primera que hacemos, es imposible. Es, además, una inversión de retorno porque después llega a muchos puntos del mundo. Vivimos una época con las nuevas plataformas, que ya buscan otros contenidos.

—«Os demos de barro» tuvo amplia presencia de festivales, pero ahora es el momento de llegar a las salas de cine. ¿Es el momento de mayor importancia?

—Estamos recorriendo varios festivales: Corea, Canadá, Bélgica, Holanda, Italia... Ya obtuvimos un primer premio... Estamos haciendo un recorrido de festivales que ha empezado bien. Estrenamos en Francia en septiembre en sala y aún sigue, lo que está bien. Yo veo el cine como un contacto directo con el público, y más allá de los premios, lo que me gustaría a mí es que la gente vaya a ver la película y que consigamos comunicar con un público general. Los premios y los festivales estamos con un público que ya está muy acostumbrado al cine, es a veces un poco elitista, por así decirlo; y me encantaría que la historia pudiese llegar a un público más general. Creo que es una historia para un público amplio, por lo menos la hemos construido así. Llega a un público general sin que sea una película vacía. Me gustaría, por encima de todo, tener público y que le gustara: ver a un niño salir decir que se ha sentido identificado, un padre que me dice que ha llorado..., es algo que toca.

—El hecho de ser cine de animación ayuda a superar las barreras que puede haber países.

—Sí, es verdad, porque la animación, en general, no tiene actores, solo en las voces y eso se traduce en cada país. Entonces, ya se transforma en más de ese país. Además, no tiene eso de decir: «voy a ver esta película porque tiene tal actor»... Aquí no, no es eso lo que llama la gente al cine. Aunque la historia sea muy portuguesa por las raíces que tiene, además las influencias que tiene de la zona de Trás-os-Montes..., o de frontera con España, pero la historia es universal y eso ayuda a convertirla en más universal. Yo veo la reacción en Canadá y Corea, y la gente se identifica con la historia, aunque sea muy de aquí.

—Está muy presente la tradición, ¿tenía claro esa idea de dejar la impronta de su país y que desde lo local se puede hacer una historia universal?

—Creo que esa frase es la base del trabajo. Para enviar tu mensaje al mundo hay que pensar en la aldea, en lo local. Lo más natural para mí es buscar las influencias en lo que está cerca de mí, lo que conozco mejor, no voy a hacer una película de cowboys... Si la hago tengo que ir a buscar esas raíces, lo que sería muy difícil a mí.

—Y ahora pendiente de los Goya, que el año pasado ya subió a recoger uno por un cortometraje junto a Xosé Zapata

—A ver si conseguimos estar nominados, porque sería importante para la película. Todos los premios y todas las nominaciones ayudan a dar a conocer la película y a motivar al público a acudir a las salas. El año pasado ya estuvimos allí, y a ver.