Manuel Outumuro: «La luz que infudimos los fotógrafos no puede anular la luz de cada uno»

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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El ourensano ha sido galardonado con el Lucie Award por su trayectoria

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El próximo 25 de octubre Manuel Outumuro (A Merca, 1949) vivirá un día muy especial en Nueva York, la ciudad en la que residió en el pasado. En el Carnegie Hall recibirá el Lucie Award, uno de los premios de fotografía más prestigiosos del mundo. Se suele definir como el Óscar de esa disciplina. En su caso, valora el trabajo desarrollado en el ámbito de la moda. «Supone un reconocimiento que bienvenido sea en nuestra profesión, que no tiene tantos como otras disciplinas como pueden ser el cine, la música o la literatura. Estoy muy agradecido por ello», señala.

—Un premio tan importante para un fotógrafo tardío que empezó por accidente.

—Sí, es cierto. No tengo una formación académica de fotógrafo. Sin embargo, creo que todo lo hacía como diseñador gráfico y director de arte fue una preparación para hacer lo que descubrí a los 40 años, que supuso cambiar tipografía por fotografía.

—¿Qué pasó?

—Era el director de arte de un suplemento. El fotógrafo que tenía que venir para la sesión no se presentó. Teníamos todo organizado con la modelo. Hice yo la sesión. Era con luz natural y me atreví. Disparé y fue así. Para mí fue una revelación. Me dije: «¡Pero si esto lo hace la cámara!». Luego, más adelante, me di cuenta que no, que quien lo hace es la visión del fotógrafo.

—Dice que busca fotografiar el alma de las personas. ¿Se puede hacer eso también en la moda?

—Mi estilo fotográfico está muy basado en los retratos. En toda la iconografía en la que me he formado, la pintura de los grandes maestros clásicos y los fotógrafos pioneros, algo de eso hay. Por ello siempre trato con mucho respeto la figura de la modelo. El secreto de una buena fotografía se basa en que la luz que infundimos los fotógrafos no puede anular la luz propia que tenemos cada uno. Yo trato de mantener eso en los retratos, pero también en la moda.

—Su fotografía tiene un conexión directa con la pintura de artistas como Velázquez, por ejemplo.

—Sí, ahí está el Dios Marte de Velázquez protagonizado por Quim Gutiérrez. Hay muchas que están claramente construidas según determinadas obras pictóricas. Es una de mis fuentes de inspiración, como el cine. Además, yo filmo mucho. Hago muchos fashion films y videoclips.

—Ha retratado a la inmensa mayoría de las actrices españolas.

—No solo nacionales, sino internacionales. Tengo a Jessica Lange, Nicole Kidman, Isabela Isabella Rossellini..., una lista muy extensa. Lo que ocurre es que en el cine español he retratado a muchas varias veces. Creo que mi archivo es un referente visual de la historia del cine español en este último cambio de siglo.

—¿Alguna persona que le fascina que no haya logrado fotografiar?

—¡Uy, tengo muchas cuentas pendientes! Por ejemplo, en el cine español a Ángela Molina y Geraldine Chaplin. Me encanta la gente que tiene el rostro definido por los años. Me fascinan.

—Respecto a sus orígenes gallegos, le he leído decir en entrevistas: «Yo pisé bosta de vaca»

—[Se ríe] En El libro de los retratos, que recoge 130 hechos por mí, Laura Terré hace un texto magnifico. Empieza con una cita de A Merca. De las muchas cosas que hablamos, yo debí de decir: «Vengo de pisar estiércol, yo vengo de pisar mierda de vaca». Quería expresar que todo lo que viví hasta los 10 años en A Merca creo que ha condicionado mi forma de ser. Continuaba diciendo que hacía figuras de barro, sin saber que años después en la escuela de Bellas Artes eso se llamaría modelado del barro. O hablaba de reflejos de luz como diamante, que era lo que veía yo cuando llevaba las vacas a beber a la fuente. Todo eso me marcó

—¿Hubo una fotografía clave que le marcó aún más?

—Sí, la tenía en mi habitación. Era un retrato de la ausencia, producto de la emigración. Mis padres estaban en Caracas. Esa fotografía creo que definió algo también para mí. Por eso la exposición que me hicieron en Zaragoza de ese libro se llamaba «Barro y luz». Ahí está definido todo. El barro es el cuerpo y la luz el alma. Y eso es lo que intento sacar en un buen retrato, como el que tenía colgado en la pared.

—Dice que no existe la gente no fotogénica, sino la mal iluminada.

—Eso lo solté en una masterclass. Un mujer me dijo. «Me gustaría que me hiciera un retrato porque yo soy poco fotogénica». Yo le dije que no, que lo que pasaba es que estaba mal iluminada [risas].

—¿Más allá del chascarrillo es un principio de su oficio?

—Claro. La luz en un retrato lo hace todo, sea natural o artificial. A veces hay que sumar o restar, pero nunca jamás apagar la luz del fotografiado.

—Usted vivió el fenómeno de las «top-models».

—Sí, yo empecé a disparar en los noventa a Martina Klein, Judit Mascó, Nieves Álvarez, Eugenia Silva... Todas aquellas new face.

—¿Es la época dorada de la fotografía de moda?

—Sí, totalmente. Ahora hay la explotación de la ilusión. Antes los fotógrafos tuvimos la posibilidad de publicar lo que queríamos en las revistas con sello autoral. Eso solo se puede lograr dando continuidad a los artistas para encontrar un lenguaje propio. Eso ahora no está pasando.