Byung-Chul Han: «Nos explotamos voluntaria y apasionadamente con la ilusión de realizarnos a nosotros mismos»

G. N. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han.
El filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han. Román G. Aguilera | Efe

«Si perdemos la poética, no habrá nunca un segundo Cervantes», advierte el filósofo surcoreano afincado en Alemania, que critica «la cárcel de los smartphones y las redes sociales», y hace una defensa de la ociosidad y del reencuentro con la naturaleza

02 oct 2022 . Actualizado a las 19:56 h.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) es el pensador de moda. Estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la de Múnich. En 1994 se doctoró por Friburgo con una tesis sobre Martin Heidegger. Conciencia crítica de la sociedad del consumismo, de los excesos de la tecnología, de las derivas del capitalismo y de la tiranía de las redes sociales, ha escrito sobre la importancia de recuperar la conexión con la naturaleza. Hace apenas unas semanas se dejó ver por Santander, donde impartió un curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Allí hizo un llamamiento a frenar «la pérdida de poética» que padece la sociedad y que situó asociada a la digitalización porque cree que, si continúa, «no habrá nunca un segundo Cervantes».

«Con el ruido de la comunicación no surge nada novedoso ni que pueda crear cultura. La atención se fragmenta completamente y esto hace que se rompa la cultura. Puede que siga la economía, pero la cultura es algo totalmente distinto: la esencia del humano», afirmó Han durante el inicio del curso magistral Digitalización y disrupción en el mundo de la vida, en unas declaraciones que recogió Efe

Es la segunda vez que Han visita España, tras haber estado en otra ocasión en Barcelona, y se ha mostrado sorprendido de que su libro La sociedad del cansancio, en el que reflexiona sobre el rechazo a la negatividad, tenga tantos lectores en un país en el que es «sagrada la siesta», que tiene «fiesta» y que, «como en Italia, parece que las personas viven relajadas».

En este sentido, reseñó, las costumbres de la siesta y la fiesta son como «el contradiseño católico del protestantismo» por parte de los países del sur de Europa y como elementos contra «la cultura del esfuerzo» imperante en el norte del Viejo Continente.

Durante casi tres horas, abordó cómo «la digitalización lleva a la tesis de que el otro desaparece» y, en este sentido, hizo suya la idea de Paul Celan de que «las verdaderas manos escriben verdaderos poemas» y que no hay «ninguna diferencia entre un apretón de manos y un poema».

Han considera que ya no tiene «ni el tiempo ni la paciencia» que requiere un poema por culpa de la digitalización, que «roba la parte poética» de la vida, y sostuvo que «la cultura requiere de una atención lenta y larga».

«De qué nos sirve tener un internet más rápido, si solo hay tonterías en la red», incidió el surcoreano, antes de apostar por que políticos y filósofos trabajen para configurar una mejor digitalización, porque hoy «no tiene rostro humano, solo del capital».

El filósofo cree que «los políticos deberían leer mucho» y, en este punto, señaló que el expresidente del Gobierno Felipe González le dijo que le encantaban sus libros. «Normalmente los políticos no leen mis obras», lamentó.

También atacó las redes sociales porque trabajan para hacer «adictos» y, cuanto más tiempo le dedican las personas, menos poemas leen. «Nos hemos vuelto narcisistas y solo nos interesamos por nosotros mismos», deploró.

El filósofo surcoreano acabó llamando, como a través de alguna de sus publicaciones, a la ociosidad, que, defiende, es «el objetivo último de los humanos» y «el fin último de la humanidad».

«La ociosidad no es una forma de relacionarse, sino un patrimonio especial de la humanidad», dijo durante su participación en el ciclo de conferencias En contexto de la UIMP.

El ensayista y escritor nacido en Seúl pero residente en Alemania disertó sobre la vida ociosa y contemplativa, tema sobre el que versará su próximo libro, que seguirá a otros como La sociedad del cansancio, traducido a más de cuarenta idiomas y con gran éxito en países hispanohablantes.

En esta obra, censura la forma de vida de la sociedad actual, idea que también cuestionó en Santander: «Nos explotamos voluntaria y apasionadamente con la ilusión de realizarnos a nosotros mismos» y creyendo que así somos «libres».

Han, crítico con el capitalismo y que se define como una persona «perezosa» a la que no le gusta viajar -estar en Santander es una «excepción absoluta»- pero sí dedicarse a «observar las flores», insistió en que el ser humano «no nace para la acción, sino para mirar».

Sin embargo, admitió, la ociosidad «se entumece» en medio de una sociedad «activa» en la que «la libertad se ha sometido al imperativo del trabajo».

Al hilo de lo anterior, consideró que el tiempo libre lo usamos para olvidar o matar el tiempo del trabajo, pero a sus ojos el primero adolece de falta de «intensidad» y también de «contemplación». «No tenemos tiempo libre, sino tiempo de muerte», sentenció.

Y tras apuntar que «una revolución empieza con la ociosidad», el experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín sostuvo, según recoge Europa Press, que «si hoy no es posible una revolución es porque no tenemos tiempo para pensar».

La revolución comienza con el silencio, con la vida contemplativa, dijo, y eso hoy no es posible: «No tenemos tiempo para pensar y respirar hondo y así se replica lo mismo y se muere el espíritu libre», lamentó. Abundó así en la idea de que una revolución surge de un sentimiento colectivo, pero en la actualidad, el consumo y las redes sociales aíslan a la personas y generan un contexto en el que «es imposible que nazca una revolución».

Prisión digital de comodidades

Byung-Chul Han agregó que, debido a internet y a los teléfonos inteligentes, «estamos viviendo en una prisión de comodidades», marcada por el like o el me gusta que reciben las publicaciones, y en la que «no vemos un enemigo» por lo que, volvió a decir, «no es posible una revolución».

En la sociedad del «consumo absoluto», argumentó, se «aísla» a las personas, un momento del discurso en el que habló de las posibilidades del concepto de fiesta como elemento de unión del colectivo.

«República de los vivos»

En este mismo contexto, instó a cambiar la forma que tiene el ser humano de relacionarse con la naturaleza y organizarse políticamente y apostó por una conformar «república de los vivos» donde estén contemplados, además de las personas, «los animales, las plantas, las montañas o las nubes».

A preguntas de la prensa, admitió que las personas sí se pueden organizar en redes sociales, como para combatir contra el cambio climático, un lucha, advirtió, que también precisa «cambiar radicalmente» nuestra relación con la naturaleza. Las redes, arguyó, «podrían llegar a ser muy útiles», como a su entender sucedió cuando surgió internet, por la posibilidad de aumentar la participación social o ejercer una «democracia directa».

Pero reprobó que la digitalización «se haya comercializado» y las distintas plataformas existentes se usen para «generar capital» a partir de la «adicción» que producen. Así, recordó, Facebook emplea algoritmos para que el usuario sea «lo más adicto posible» a esa red y a sus contenidos, «se mantenga en el lado oscuro» y se haga «más capital».

El azúcar de Zuckerberg

A propósito de esto último, el filósofo y escritor señaló, como hizo en la conferencia magistral, que el apellido del creador de esa red social, Zuckerberg, quiere decir «montaña dulce», y subrayó a continuación que el azúcar es «tremendamente adictivo», con lo que Mark Elliot no puede «escapar a la tiranía de lo que significa su nombre».

Las plataformas y redes sociales -también Twitter, donde debido a la inmediatez «no es posible mantener un debate», algo que es junto al discurso «inherente a la política»-, van unidas al uso del smartphone o teléfono inteligente, con el que «se pierde energía y tiempo», en palabras de Han, que en el suyo, aclaró, solo tiene descargada una aplicación y es para identificar flores, según relató.

El teléfono es «una cárcel digital en sí misma», en la que «nos sentimos libres», pero en realidad es «un recinto de trabajo móvil» y en él «nos explotamos libremente», ya que «el me gusta o el like es un amén digital del dominio digital», profundizó.

Así, aunque la digitalización «parece inteligente o smart», implica «un consumo inmenso de energía para que sea posible», y al ser «adictiva» -como las redes sociales- «nos roba el tiempo de la vida».

La guerra de Rusia, «un problema filosófico»

Interpelado sobre la invasión de Rusia en Ucrania, anotó que se puede entender «como un problema filosófico», ya que, a su juicio, en ese conflicto están confrontando los pensamientos conservador-imperialista y liberal.

«Putin es uno de los políticos que más filosofía ha leído», dijo el autor de ensayos como Infocracia, para puntualizar que el mandatario ruso lleva años promocionando la filosofía conservadora de autores como Iwan Iljin entre los oficiales rusos para reforzar «la fuerza y la narrativa de la identidad rusa». Han, que definió a Putin como un conservador «que se cansó del liberalismo», añadió que trata de «transmitir las ideas de estos filósofos» para construir su idea «de la Rusia del futuro». Así, consideró que el conflicto puede leerse en términos filosóficos y de ideas, por lo que, cree, «seguir dando armas a Ucrania no va a solucionar el problema».

Sobre el liberalismo, aseguró que «no necesita a la democracia» para sobrevivir y puso como ejemplo de esto a China, donde la economía «está por encima de la libertad».

Sin embargo, defendió, la alternancia política, que, señaló, aunque perjudique al crecimiento económico es la «fortaleza» y no la «debilidad» de las democracias. «Yo elegiría más democracia y menos crecimiento», proclamó.

A preguntas sobre el papel de la universidad para crear debate y conciencia crítica, el filósofo reprochó que las instituciones académicas se hayan convertido, en su opinión, en «centros de producción» de trabajadores en que «los estudiantes son clientes y los profesores vendedores», afeó.

La tarea como filósofo es dar luz al mundo, no consejos

Frente a todo ello, Byung-Chul Han volvió a reivindicar la vida ociosa y contemplativa, pero, preguntado por cómo acudir a esa llamada en una sociedad capitalista como la actual, respondió que él -tampoco en sus libros- no puede dar «un consejo» definitivo al respecto. Y reconoció además que es «difícil escapar» al modelo neoliberal, que hace que nos sintamos «cómodos y libres» aunque sea a través del «trabajo y la actividad».

«En la acción, y no en el descanso, es donde nos sentimos bien», y eso a pesar de que «el descanso es la esencia de la creación», contrapuso.

«Estamos obligados al trabajo. Nos sentimos libres. Por eso es difícil escapar», incidió para admitir que si bien a través de sus obras hace un llamamiento a la ociosidad como si fuese «un mesías redentor», «no existe una solución rápida a este problema».

Agregó Han que su tarea como filósofo es «dar un poco de luz al mundo», pero no «soluciones concretas». «Mis libros no son fuente de consejos, sino de conocimiento, que es sinónimo de libertad», matizó para remachar: «Yo me veo a mí mismo como un teórico. Es la felicidad del filósofo».

Llegado un punto en la rueda de prensa, Byung-Chul Han pidió que no le hicieran más preguntas: «Me gustaría dedicarme a la ociosidad y a la vida contemplativa», concluyó.