El arte crítico y fronterizo de Rogelio López Cuenca merece el Premio Nacional de Artes Plásticas

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Rogelio López Cuenca, durante una charla en una de sus visitas a Santiago.
Rogelio López Cuenca, durante una charla en una de sus visitas a Santiago. Emilio Relova

El artista malagueño denuncia la precariedad «escandalosa» de la mayoría de los creadores y recibe el galardón «con tanta sorpresa como orgullo». El jurado señala su trayectoria como «imprescindible para hilar la historia crítica del arte español» desde la década de 1980

20 sep 2022 . Actualizado a las 22:09 h.

Rogelio López Cuenca (Nerja, Málaga, 63 años) se encuentra más que cómodo nadando a contracorriente y en los márgenes de las tendencias que hacen del arte un espectáculo. Por este creador crítico y fronterizo y marginal recibía con tanta «sorpresa como orgullo» el Premio Nacional de Artes Plásticas, dotado con 30.000 euros y concedido anualmente por el Ministerio de Cultura. Confiesa vivir feliz en los márgenes del arte, «en tanto que implica descubrimiento y cuestionamiento de las convenciones». Pero denunciaba la «extrema y escandalosa precariedad» de la mayoría de los creadores españoles que intentan forzar los limites de la convención.

El jurado que le premió señaló que su trayectoria «es imprescindible para hilar la historia crítica del arte español desde la década de 1980 hasta el presente». Destacó que «su obra parte del compromiso con el tiempo histórico y con el territorio que le ha tocado vivir, las transformaciones y continuidades de la sociedad española en el cambio de siglo, las violencias y las dislocaciones que conllevan la globalización». «A la vez, está interesado en invocar las memorias silenciadas del pasado y en la manera en la que los silencios impuestos ordenan el espacio real y simbólico en el presente», subraya el fallo.

«Interpreto el premio como un reconocimiento a un tipo de práctica artística que va más allá del exhibicionismo, del virtuosismo del autor y que se entiende con otros modos de hacer más colectivos y participativos. Un tipo de arte que va más allá del espectáculo y que se trenza con producción de conocimiento e investigación», explicaba tras saberse ganador de un alto premio institucional que no piensa rechazar.

«Con frecuencia he ironizado sobre la posibilidad de rechazar un premio como este. Y siempre dije que ya me gustaría poder hacerlo. Pero la precariedad, muchas veces extrema y escandalosa, caracteriza a la mayoría de los actores del mudo de la cultura, y eso no me permite un gesto así», asegura.

«Quienes se pueden permitir ese tipo de gestos grandilocuentes son una minoría. Hay una necesidad urgente de regular el ámbito laboral y fiscal de los trabajadores del arte y de la cultura» reclama. Eso sí, reconoce que «hay otros sectores más acomodaticios que tienen más éxito comercial».

Cree que su obra se define «por estar en la frontera, en los márgenes, en los límites con la literatura, la artes audiovisuales, la investigación o el activismo social». También le halaga que el jurado alabe su espíritu crítico. «Crítico viene de crisis, y una obligación de la práctica artística de nuestra época es poner en crisis la manera de hacer arte y abrirse hacia otras fronteras».

Poesía y filología

López Cuenca es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Málaga y doctor en Bellas Artes por la de Castilla-La Mancha. «La filología atraviesa por completo mi trabajo. En lugar de entender el arte como una entelequia misteriosa o una gracia inexplicable que tienen algunas personas, siempre me he acercado a él como un lenguaje, como un principio de práctica lingüística en el sentido literal del término, como un código», destaca.

Desde su inicios en los años ochenta, se ha movido López Cuenca en el cruce de la poesía con las artes visuales y los medios de comunicación de masas. Sus obras conectan con la tradición de la crítica institucional y las derivas del pop, a través de medios como la pintura, la instalación, la intervención urbana y la edición.

En sus primeros años investigó en torno a la música y el trabajo colaborativo y abordó temas como el espacio de la ciudad, el lenguaje popular y el lenguaje de las vanguardias. A partir de 1992, año de la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona, comenzó a realizar intervenciones críticas con el sistema, con temas como las políticas migratorias, la memoria histórica o la especulación urbana.

Ha merecido becas como la de la Academia Española en Roma y premios como El Ojo Crítico de RNE o el Francisco de Goya del Ayuntamiento de Madrid.

Su trabajo se ha visto en exposiciones individuales y colectivas, entre ellas la retrospectiva organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía Yendo Leyendo, Dando Lugar en el 2019; A quel Paese en la Academia de España en Roma, o Las Islas en Es Baluard (Palma de Mallorca).

Su obra está en museos y colecciones de instituciones nacionales e internacionales, como Museo Reina Sofía (Madrid); Biblioteca Nacional (Madrid); Artium (Vitoria); MUSAC (León); Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla); Museo Patio Herreriano (Valladolid); Fundación La Caixa (Barcelona); Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (Cuba); BESART (Lisboa) y Collection Fonds Nationals d'Art Contemporain de París (Francia).