La ceramista Verónica Moar cierra un trabajo de dos años sobre la desaparición del mar coruñés

m. carneiro LA VOZ

CULTURA

ANGEL MANSO

La creadora «fondeará» en el castillo de San Antón las boyas de porcelana que culminan el proyecto, documentado en un libro que presentará este sábado acompañada por Antía Marante

10 sep 2022 . Actualizado a las 22:50 h.

De palabras y cabos nacieron las boyas de porcelana que la ceramista Verónica Moar fondeará este sábado al abrigo del castillo de San Antón de A Coruña para poner fin al estudio sobre la desaparición del mar y de las personas relacionadas con él que la ocupó durante los dos últimos años. Portas do Mar se cierra con un libro cosido y precioso que documenta el proceso artístico abierto por azar en un paseo en los tiempos de la desescalada, en el que se le hizo visible la ausencia de lo que fue el mar en la ciudad, entrando por las puertas, y su transformación en «algo acotado, como el paisaje entendido desde la pintura», apunta la ceramista cuadrando el marco entre las manos.

«¿Pero en Coruña hay percebe?, pregunta la gente. Ese desconocimiento... ¿es un decorado el mar, entonces?», lanza la filóloga, y da pie a buscar el sentido de las boyas que imaginó durante aquel paseo en el mismo San Antón donde esta tarde, a las 20.00 horas, presenta el libro con Antía Marante, autora de los textos. «Las boyas son interrogantes, un localizador y una invitación a la reflexión. ¿Qué es lo que falta? ¿Las personas, las embarcaciones? ¿Dónde están? Yo pongo los puntos. La imagen hay que completarla. He hecho mi análisis y he llegado hasta aquí», cuenta.

La filología hilvana el proceso creativo de Verónica Moar desde el título, que alude a las puertas de la muralla donde batían las olas; al puerto, lugar de trabajo y espacio liminar de entrada y salida de emigrantes y reyes, y al verbo portar en la figura del botero que transportaba a la gente a la antigua isla de San Antón. También está el protolenguaje que descubrió en las marcas de familia de los marineros de Póvoa de Varzim que la llevaron a crear su propia marca, depurada y narrativa, delicada y sutil, como su obra, y atlántica desde el propio sentido etimológico, del lugar «donde se pone el sol».

Atenta a la forma y los detalles —de ahí la blancura de la porcelana, y solo después la «ligereza, translucidez, sonido, lo tiene todo, y también reto, porque es muy complicada de trabajar»—, obsesionada con la factura técnica indiscutible, la creadora de Lítica expande la cerámica al encuentro con otras disciplinas como la danza contemporánea, la fotografía o la arquitectura, casi siempre con compinches mujeres. Y da dos pistas para la instalación coruñesa. Una cita de Oteiza, sobre el remero que avanza hacia delante mirando a lo que deja atrás, y otra de Seoane, sobre «las formas inéditas que están ahí para quien sepa recogerlas».