Malú: «Mi ideología no se ha sabido nunca, y hay gente que habla sobre mí con una seguridad abrumadora»

Arantza Furundarena MADRID / COLPISA

CULTURA

Miguel Osés | EFE

La artista, metida de lleno en su gira Mil batallas, mantiene su coraza personal, pero confiesa que hace «veinte FaceTime al día» con su hija

06 sep 2022 . Actualizado a las 16:29 h.

Se declara feliz por haber logrado fusionar a la Malú «del moño, la miedosa, la insegura» con la Malú dura y fuerte que se sube al escenario. Cumplió los 40 en marzo. En el terreno personal, María Lucía Sánchez Benítez sigue poniéndose la coraza. Está metida de lleno en su gira Mil batallas. El sábado 17 de septiembre actuará en el Coliseum de A Coruña. 

—¿Está especialmente guerrera?

—Siempre he estado guerrera y un poco surfeando mis miedos. Pero este disco ha sido como una terapia. La batalla que más daño me ha hecho en la vida y al final la más fácil de librar ha sido la que tenía conmigo misma. Esa exigencia mía, ese perfeccionismo tan extremo no me permitía disfrutar de lo que estaba haciendo

—Vamos, que ha sido su peor enemiga.

—Sí, pero lo he superado. Y de una forma muy natural e inconsciente. En la gira anterior me rompí todos los ligamentos del tobillo. Por primera vez en mi vida tuve que parar y eso me llevó a convivir con esa Malú del moño, esa a la que dejas en casa porque es más vulnerable, miedosa e insegura. Antes pasaba más tiempo con la Malú fuerte, con ese personaje que te vas creando. Pero al final se han fusionado las dos. Ahora disfruto de cada cosa que hago. Es brutal.

—¿Le ha costado volver a las giras ahora que es madre?

—Mucho, pero mi hija ya tiene dos años y le hago como veinte FaceTime al día. Ahora ya habla y te dice: «No, mamá, no te vas». O dice que quiere cantar conmigo...

—¿La sacaría al escenario?

—No. Una de mis obsesiones es que ella viva una vida lo más normal posible. Hay algo en esta sociedad que a mí me ha emocionado mucho y es que cuando estás con tu hija te respetan de otra forma, puedes ir a un parque de bolas y ser una madre más.

—En lo demás está en el ojo del huracán, que si suspende un concierto, que si se separa...

—El concierto que se canceló en Castellón no fue por nosotros. Fue una historia del promotor. Pero iré a cantar allí. Con respecto a lo otro, trato de estar lo más al margen posible. Por salud mental, porque al final si estás pendiente de todo lo que dicen te destroza un poco el alma y creo que es innecesario.

—¿Se paga un precio por ser pareja de un expolítico?

—En una era en la que nos estamos peleando para que el amor sea libre, independientemente del género y de lo que sea, lo lógico es que sigamos esa línea en general.

—Que no se la juzgue por con quien está o por su ideología.

—Bueno, es que mi ideología no se ha sabido nunca, en ningún sitio ni en ningún ámbito. Y sin embargo dicen tantas cosas... Hay gente que habla sobre mí con una seguridad abrumadora.

—Pero yo le preguntaba si ha pagado un precio...

—Creo que hemos pagado un precio yo, mi pareja, mi familia, nuestros amigos, nuestros padres. Todos. Pero el precio realmente lo pagas si dejas que eso te afecte y te haga daño. Yo todo aquello que me impida disfrutar de mi hija, de mi vida, de mi felicidad o de mi paz, lo quiero fuera.

—Ahora que se habla de la Ley de Salud Sexual, ¿una artista se sube al escenario aunque le duelan los ovarios?

—Yo llevo toda mi vida subiéndome a un escenario con dolor de ovarios, porque empecé con 15 años. Pero es verdad que a veces te destroza y te obliga a parar, y me parece muy bien que esa mujer tenga derecho a no trabajar y que lo decida ella. En mi caso, me he subido al escenario con una vesícula reventada, con cólicos nefríticos, con 40 de fiebre... Mientras pueda estar ahí encima, voy a estar. Siempre he actuado así.

—¿Para todo amor de enero hay un diciembre, como dice su canción, o cree en el amor para siempre?

—Yo creo en el bienestar de las personas.

—Esa parece la respuesta de un político...

—Quiero decir que las personas deben estar juntas mientras exista ese bienestar y esa paz. No soy partidaria de forzar relaciones ni de romperlas. Todo en la vida nace, crece y muere. Y en el amor, también. Puede durar, pero en algún momento va a morir, porque uno de los dos va a fallecer. Al final siempre llega diciembre.