Los Galvin, infierno de amor y horror de una familia esquizofrénica

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La familia Galvin, retratada en 1961 en la Academia de la Fuerza Aérea de EE.UU. La imagen ilustra la edición española del libro del periodista Robert Kolker editada por Sexto Piso.
La familia Galvin, retratada en 1961 en la Academia de la Fuerza Aérea de EE.UU. La imagen ilustra la edición española del libro del periodista Robert Kolker editada por Sexto Piso.

El periodista Robert Kolker indagó y relató la terrible crónica de aquel silencio doméstico

28 ago 2022 . Actualizado a las 13:30 h.

De vez en cuando la crónica periodística regala una obra literaria mayor. Dicen que ocurre desde tiempos de Capote, Mailer y Wolfe, pero lo cierto es que ocurría mucho antes como puede comprobarse con Manuel Chaves Nogales (véase A sangre y fuego, e incluso toda su obra), Ramón J. Sender (Viaje a la aldea del crimen. Documental de Casas Viejas) y Rodolfo Walsh (Operación Masacre). Y vuelve a pasar con el libro Los chicos de Hidden Valley Road. En la mente de una familia americana, obra del periodista estadounidense Robert Kolker y que llega este lunes 29 de agosto a las librerías españolas de la mano del sello mexicano Sexto Piso. Y que de alguna forma evoca la potencia narrativa y el verismo de Disparo al corazón —salvo por su carga emocional autobiográfica— en que el periodista Mikal Gilmore narraba la tragedia familiar que su hermano Gary había provocado —fue ejecutado en 1977 por un pelotón de fusilamiento en la prisión estatal de Utah tras ser acusado y condenado por el asesinato de dos hombres—.

Kolker ya había demostrado su talento en otra premiada obra de no-ficción: Lost Girls: An Unsolved American Mystery, que indagaba las vidas de cinco jóvenes que perdieron la vida a manos de un asesino en serie. Ahora, mediante una ardua investigación, centra su mirada en la familia de los Galvin, Don y Mimi, un matrimonio que tuvo 12 hijos, seis de los cuales padecieron esquizofrenia.

Parece una típica familia modélica americana. Pero ya el primer hijo, Donald, nacido en 1945, empezó en la adolescencia a enviar mensajes de que algo no funcionaba en su cabeza: agresiones, intentos de suicidio y manía persecutoria, entre otros síntomas. El padre, oficial de la Fuerza Aérea de EE.UU., ausente a menudo, y la madre, que gobernaba la casa, preferían ignorar las anomalías a aceptar la gravedad de lo que sucedía, incluso cuando otros hijos fueron sumando indicios de enfermedad mental. En esta asunción silenciosa, la violencia se fue extendiendo soterrada y no se libraron hermanos y (después) esposas, lo que incluyó el abuso sexual cometido sobre las dos hermanas pequeñas. Ellas callaban, entre el sentimiento de culpa y para, entendían, no complicar más aquel infierno doméstico.

Kolker mete el bisturí con limpieza, rigor y dedicación en esta historia de horror y amor a partes desiguales, un caso que en su día, paradójicamente, contribuyó —por la mucha información sobre la enfermedad que ofrecía— a hacer avanzar la investigación médica y científica sobre la esquizofrenia.