—¿Las dedicatorias responden a relaciones personales o son muestras de admiración por personajes relevantes del momento?
—Negar que algunas se deben a relaciones personales sería equivocado. Ahora bien, Cela era un gran estratega, un escritor que pugnaba siempre por defender su oficio y sus horizontes. El prólogo que le pidió a Leopoldo Panero para Pisando la dudosa luz del día tiene que ver con el papel relevante que Panero tenía en la censura (fue el tolerante censor civil de La colmena). La dedicatoria a Gregorio Marañón abre una relación que se materializará en el prólogo que el doctor antepone a la cuarta edición de La familia de Pascual Duarte y que culminará en la decisiva participación de Marañón en el ingreso de Cela en la Real Academia en 1957. La dedicatoria a Eugenio d’Ors le facilitará su relación con el intelectual que trazaba los más importantes designios artísticos en los comienzos de la dictadura y que tanto gustó del Viaje a la Alcarria (1948).
—¿La propietaria del manuscrito sabía de su valor documental y literario?
—La señora María Isabel Maristany, hija del editor, ha sido muy amable conmigo a lo largo de ya varios años y naturalmente sabe del significado del manuscrito que Cela regaló a su padre el 6 de diciembre de 1944, según consta de puño y letra del premio nobel.