Antony Beevor: «A lo mejor hay que agradecer a Putin que haya despertado a Occidente»

CULTURA

«Putin está encantado de proyectarse como encarnación de Pedro el Grande», afirma Beevor.
«Putin está encantado de proyectarse como encarnación de Pedro el Grande», afirma Beevor. Benito Ordóñez

El historiador británico señala que se debe defender la democracia frente al autoritarismo creciente

06 jul 2022 . Actualizado a las 08:45 h.

El covid le impidió presentar en Madrid su última obra, Rusia. Revolución y guerra civil. 1917-1921 (Crítica). Tras la hospitalización, sir Antony Beevor (Londres, 1946) se halla ahora «muchísimo mejor gracias a una transfusión de sangre que me ha sentado como las espinacas a Popeye». El nuevo libro del autor de Stalingrado, La Guerra Civil española, El día D o La Segunda Guerra Mundial aborda, con la aportación decisiva de los archivos rusos, aquellos acontecimientos claves del siglo XX, «para mostrar a las nuevas generaciones, que no tienen ni idea de lo que fueron la Unión Soviética ni el totalitarismo, cómo era vivir en ese momento histórico y hasta dónde puede llegar el terror». El gran historiador militar, experto en la URSS y Rusia, es una voz autorizada para analizar la guerra en Ucrania. La entrevista se realiza por videollamada.

—Dictadores como Lenin, Stalin o Hitler fueron subestimados. ¿Ha pasado lo mismo con Putin?

—Sí, totalmente. El problema es ver a Putin desde nuestros ojos y no desde su punto de vista. En los años 30, los británicos y los franceses no podían imaginar que alguien pudiera iniciar otra guerra en Europa después de los horrores de la Gran Guerra. Y ahora, de forma parecida, no podíamos creer, incluso tras Chechenia y Siria, que Putin iniciaría otra guerra de Estado contra Estado en Europa, por primera vez desde 1945. Nos parecía inimaginable y no estábamos preparados para predecirlo y ponernos en los zapatos de un dictador que piensa de una forma totalmente diferente a nosotros. Pero a lo mejor tenemos que agradecer a Putin que haya despertado a un Occidente muy complaciente ante los verdaderos peligros a los que nos enfrentamos con el aumento gradual del autoritarismo en el mundo, en cada vez más países. Debemos defender nuestra democracia de una manera más activa.

—¿La crueldad y el salvajismo de las tropas rusas en Ucrania y que ya exhibieron en Chechenia o Siria tienen raíces históricas?

—Sí, aunque no hay que generalizar. No existe un ADN en el carácter nacional de ningún país, pero todos, y sobre todo Rusia, son prisioneros de su pasado. En un artículo en The Times David Aaronovitch habla del «salvajismo sistémico de las tropas rusas». La idea de la brutalidad rusa se remonta a las invasiones mongolas del siglo XIII. Rusia se ha percibido siempre como un país amenazado desde el exterior. Crueldad y violencia son para los rusos un arma de guerra. Y hay muchos casos en su historia, por ejemplo las guerras salvajes del Cáucaso del siglo XIX, la guerra civil o la Segunda Guerra Mundial. Saqueos, violaciones y matanzas de civiles son una constante de sus tropas, se vio en Chechenia, Siria y ahora en Ucrania.

—¿Cómo es Putin? ¿Es comparable con Stalin, Hitler o más bien con Pedro el Grande?

—Putin está encantado de proyectarse como encarnación de Pedro el Grande. Se ve como el zar Vladimir. Su palacio en el Mar Negro tiene el águila bicéfala por todas partes, esa mesa ridículamente larga del Kremlin es puro zarismo. Es un oportunista, tiene una fantasía zarista y una obsesión con el imperio. Ha sido muy hábil al manipular la opinión pública y distorsionar la historia. Era muy consciente del miedo latente existente en Rusia a una guerra civil. Cuando Stalin murió casi todo el mundo lloró, pero esas lágrimas no eran necesariamente por la pérdida, sino por miedo a una nueva guerra civil. Putin ha sabido jugar esa carta de manera astuta, para subrayar la importancia del hombre fuerte para evitar el caos. Aunque en Ucrania se está comportando más como Hitler que como Stalin, quiere convencerse a sí mismo y a los rusos de que está librando una nueva guerra patriótica contra una especie de alianza nazi que formarían la OTAN y los ucranianos.

—¿Lo ve capaz de causar una tercera guerra mundial nuclear?

—Espero que sea una pequeña posibilidad, pero no se puede descartar, hay un peligro real. Él quiere ser temido, como Stalin, no amado. Puede ser que tenga la intención de hacer explosionar un arma nuclear en Ucrania, no necesariamente en una ciudad, para aterrorizar a Occidente y cambiar su posición. Por otro lado, hay muchos rumores sobre si puede sufrir un cáncer. Lo que quiere es reconstruir el imperio ruso y puede que hacer un último acto grandioso. Eso sería un peligro, si esta teoría es correcta. Me temo que no podemos descartar nada y Occidente tiene que estar preparado para todo.

—La guerra en Ucrania está teniendo grandes consecuencias. ¿Puede empeorar la situación?

—En septiembre llegará la verdadera crisis. Puede desencadenar una recesión global, hambrunas en África y Oriente Medio, que a su vez generen una oleada de inmigración que a Europa le parezca imposible afrontar. El 2022 puede convertirse en una de las fechas más relevantes del siglo XXI. La guerra puede provocar una catástrofe global.

«Lenin fue el creador del Gulag, la Cheka y el Estado policial»

Pese a la buena imagen como revolucionario que mantiene en cierta izquierda, Antony Beevor sostiene que Lenin fue el precursor del terror antes de que Stalin lo llevara al paroxismo.

—Por supuesto hubo una continuidad. Pero no fue hasta 1988 cuando Dmitri Volkogónov publicó su biografía de Lenin cuando se mostró por primera vez su verdadera cara, que fue el creador del Gulag, la Cheka y todo el Estado policial. Lo que hizo Stalin fue aumentar el grado y la paranoia hasta límites insospechados. Pero fue Lenin quien dio a la Cheka el derecho a torturar y matar sin supervisión. En algunos lugares, elementos extremistas llevaban a cabo torturas sádicas. Todavía sigue siendo difícil saber para qué lo hacía, no eran torturas para extraer información, sino sadismo puro y duro.

—¿Cómo valora a Kerenski, el hombre que lideró el Gobierno provisional tras la revolución de febrero? ¿Fue un traidor que entregó el poder a los comunistas o un liberal que intentó implantar la democracia en Rusia?

—Era un fantasioso, un oportunista con una fe exagerada en sus propias habilidades, lo cual es muy peligroso. No creo que fuera un gran defensor de la democracia o el liberalismo. Si lo hubiera sido habría hecho mucho más para acelerar la creación de la asamblea constituyente. Fue responsable del vacío de poder que aprovecharon los bolcheviques, en parte por su propia vanidad.

«Historiadores españoles dicen que las palabras no matan, no estoy de acuerdo, sí matan»

Antony Beevor destaca la gran influencia que tuvo la guerra civil rusa en el devenir de Europa, y en concreto en la Guerra Civil española.

—La revolución de octubre en realidad fue un golpe de Estado bolchevique, pero el filme «Octubre», de Eisenstein, mitificó el asalto al Palacio de Invierno.

—Cualquier documental de ese período siempre incluye imágenes del asalto al Palacio de Invierno del filme. Es la imagen que ha quedado, pero es totalmente falsa, un mito, no hubo ninguna batalla. Tras la revolución de febrero, que fue la que derribó al régimen zarista y en la que los bolcheviques no jugaron ningún papel, Lenin supo que para llegar al poder tenía que dar un golpe de Estado. La cuestión no era convencer al pueblo con argumentos, dada su ignorancia política, sino repetir eslóganes hasta que fueran aceptados como una realidad. Lenin se basó en tres mentiras fundamentales, que fueron terriblemente eficaces para lograr apoyo siendo el suyo un partido tan pequeño: prometer tierra y libertades a los campesinos, que las fábricas pertenecerían a los trabajadores y la paz.

—Da una importancia capital a la guerra civil rusa como momento clave en el auge de los extremismos y la violencia en Europa.

—Muchos historiadores definen la Primera Guerra Mundial como la catástrofe original del siglo XX, pero la guerra civil rusa fue probablemente el conflicto más influyente, porque generó la polarización entre derecha e izquierda, rojos y blancos, que luego se convirtió en el choque de comunistas y fascistas y provocó el colapso del centro liberal y la democracia en buena parte de Europa. Generó un círculo vicioso de miedo y odio que se manifestó en la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Incluso hoy esa división se ve entre autocracia y democracia.

—¿De qué forma influyó en la Guerra Civil española?

—Ese círculo vicioso de miedo y odio se trasladó a España al principio de forma retórica. Largo Caballero amenazaba con eliminar a la burguesía española, imitando a Lenin. Ahí se reconoce esa espiral de odio y miedo. La derecha tenía su propia retórica extremista. He discutido con historiadores españoles que dicen que las palabras no matan. Lo siento, pero no estoy de acuerdo, creo que las palabras sí matan. En España vimos cómo generaron violencia. Como dijo Goebbels, el odio en sí mismo no es suficiente, se necesitaba la combinación del odio y el miedo.