Juan Antonio Bardem, pasión por el cine y cinco bocas que alimentar

Antonio Paniagua MADRID / COLPISA

CULTURA

Juan Antonio Bardem, retratado con la popular actriz y cantante Sara Montiel, a la que dirigió en la película «Varietés» (1971).
Juan Antonio Bardem, retratado con la popular actriz y cantante Sara Montiel, a la que dirigió en la película «Varietés» (1971).

Un libro que extracta los diarios y los escritos de Juan Antonio Bardem muestra los apuros económicos que el realizador sufrió cuando se diluyó su fama

28 jun 2022 . Actualizado a las 23:39 h.

Detrás de la estampa risueña y la fuerza de voluntad granítica del director y guionista Juan Antonio Bardem (Madrid, 1922-2002) se escondía un hombre inseguro, acuciado por un sinfín de problemas económicos. No en balde, pasado su primer momento de gloria, debía alimentar a su mujer y cuatro hijos. El hombre que rodó Calle Mayor y Muerte de un ciclista tuvo que bregar con la censura, hacer un cine alimenticio y lidiar con los caprichos de estrellas en declive. Hablamos, sí, de Sara Montiel. Pese a ser un comunista de firmes convicciones, «el último en apagar la luz en el PCE», como le definió con ironía el nuevo presidente de la Academia de Cine, Fernando Méndez-Leite, Bardem afrontó una vida de renglones torcidos.

Firmó obras maestras y películas de grosera comercialidad. Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, ve la luz Juan Antonio Bardem. De puño y letra, diarios de trabajo y otros escritos (Ocho y Medio), que recoge, apuntes, críticas y palabras inéditas del cineasta.

Hombre audaz, revolucionario, buen amigo y ameno conversador, Bardem fue un hombre incomprendido por la industria cinematográfica. Méndez-Leite le describe como un «pionero de un cine ambicioso y testimonial en tiempo de reinas santas y putas gitanas». Su hija María, el guionista Diego Sabanés y el documentalista e investigador cinematográfico Jorge Castillejo expurgan los diarios y documentación que se hallaba guardada en el archivo de la Filmoteca Nacional.

Sesenta cajas de documentos se alojaban en la institución, porque Bardem era un grafómano irredento. Todo lo anotaba en sus diarios, escritos en inglés con la vana esperanza de que sus hijos no los leyeran. Su hija María, script de profesión, algo así como una supervisora de la continuidad fílmica, se ha tenido que tragar muchos sapos al leer algunos fragmentos de los abundantes escritos de su padre. Le ha tentado ejercer el papel de censora, se resistía a mostrar las vulnerabilidades de su padre, un director que triunfa pronto en el cine y que a los treinta y pocos años fue jurado en Cannes.

Sin embargo, ese prestigio se esfumó. No acababa de comprender cómo habiendo sido uno de los artífices de Viridiana, el hombre que persuadió a Buñuel para que filmara en España, el coguionista de Bienvenido, Mister Marshall, se tiene que desvivir por realizar filmes a mayor gloria de Rocío Dúrcal o Marisol. A Bardem ya le habían advertido que tuviera cuidado con Sara Montiel. En el diario de rodaje de Varietés (1971) da muestras sobradas de saber manejar con mano izquierda a la actriz y cantante. «Para Sara un playback es una especie de rito misterioso y sagrado, una ceremonia religiosa en que ella se convierte en una sacerdotisa consagrada. Está llena de miedo por su físico, sus arrugas, por todo, y se agarra desesperadamente a esos viejos modos de actuar de sus éxitos olvidados. De cualquier forma, creo que le estoy enseñando con mucho humor y sonrisas. Me encantan los musicales», escribe.

Mucho tiempo pasó desde que en 1955 proclamó en Salamanca aquella sentencia terrible que retrataba al cine español en términos amargos. Un cine, «políticamente, ineficaz; socialmente, falso; intelectualmente, ínfimo; estéticamente, nulo, e industrialmente, raquítico». Pese a que esas palabras fueron superadas, algunas preocupaciones siguen vigentes, como la necesidad de leyes que protejan la industria. «Necesitamos una posición distinta del Estado frente al cine. Que el Estado no vea en él un enemigo, que no lo asfixie».

Evolución ideológica

Juan Antonio Bardem apenas experimentó evolución ideológica. Decía políticamente lo mismo en los años 50 que en los años 80. A pesar de su aparente rigidez, algunas de sus reflexiones resultan atinadas. Así lo piensa Diego Sabanés, quien asegura que sus palabras sobre cómo se ahorman imaginarios colectivos no han perdido actualidad, como tampoco la ha perdido su denuncia de las deficiencias en la distribución.

Pocos saben que La casa de Bernarda Alba se estrenó en España en enero de 1964, 28 años después de la muerte de García Lorca. ¿Y quién fue el encargado de dirigirla? Pues Bardem, que en vida acometió solo dos montajes teatrales. Estuvo interesado en llevar la obra a la gran pantalla unos años antes, pero el proyecto, como otros muchos, nunca prosperó. En los ochenta dirigió una miniserie sobre la vida de Lorca que fue uno de sus últimos éxitos internacionales. María Bardem es la que más ha sufrido en esta labor de separar el grano de la paja en los documentos de su padre. Quería preservar su memoria, a costa de algunas omisiones. «He tenido que leer cosas que nunca debería haber leído», asevera.