Andrea González: «Hay que darle alegría y color a la clásica, que no se nos vea tan serios»

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Andres González
Andres González Cris Grande y Juanca Soto

La artista de Tui recupera en su disco « Salvado- Piano Works» la música creada por el monje Rosendo Salvado

12 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una pianista clásica, pero no como las demás. Andrea González (Tui, 1987) acaba de lanzar Salvado- Piano Works (Warner), obra en la que recupera la música del monje tudense Rosendo Salvado. Una propuesta en la que ha contado con la intervención de la soprano Leonor Bonilla y la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada. Todo empezó cuando, como organizadora del festival Ikfem de Tui, una persona le sugirió que pusiera su piano al lado de la figura de Rosendo Salvado que hay en la localidad. «No sabía nada de él, pero el archivero de la catedral me enseñó unos manuscritos con sus partituras. Me quedé alucinada. Enseguida detecté que era muy buena música, virtuosa y nada sencilla de interpretar», señala. El próximo 14 de junio actuará en A Coruña (Real Academia Gallega de Bellas Artes) y el 16 en Santiago (CGAC). Después, estará en Madrid el 18 y 20 (Teatro Real de Madrid, salón de baile y Real Conservatorio Superior de Música, respectivamente)

—¿Se graba por primera vez?

—Sí, ni siquiera se sabe de qué año es. Se ve que tiene influencia italiana, de autores como Rossini o Bellini. Se sabe que vivió en Italia antes de irse a Australia. Me puse a llamar a todos los monasterios y encontré otra partitura en Cava de' Tirren, cerca de Nápoles. Allí fue organista y administrador.

—¿Esa música la llevó posteriormente a Australia?

—Pude ponerle imagen cuando en 2016 viajé a Australia. Se diseñó un proyecto con Rosendo, el roquero, y yo. Cada uno interpretando su estilo musical. Fuimos a la ciudad monástica que creó Salvado, porque antes de aparecer él allí todo era una selva. Al llegar hizo un concierto de Perth, donde le ayudaron personas de todas las religiones. Aquel pudo ser el primer concierto de música culta hecho en Australia occidental.

—Esta relación entre el roquero Rosendo y Rosendo el monje hace que esto sea más insólito aún. ¿Es el punto de partida del proyecto?

—Totalmente. Ahí es cuando las piezas encajaron. Lo conocí, junto a toda su banda y su mánager, Eugenio Muñoz, que es una piedra angular de este disco. Gracias a este encuentro pudimos materializar luego el disco.

—¿Se siente el vehículo para traspasar una música inédita del siglo XIX al siglo XXI?

—Sí, mi apuesta es llevarlo al momento actual. Siento que todas las piezas de mi vida, de mi faceta de gestora cultural, mi formación y mi afán de divulgar, encajan ahora con este tesoro que intento comunicar a los demás. He buscado una perspectiva más actual y colorida. Incluso las uñas que me las hace Verónica Marcalla. Es la que se las hace a Rosalía.

—¿Cómo se toca el piano así?

—No las llevo tan largas como ella. No podría tocar y me quedarían enganchadas a las teclas [se ríe]. Pero sí se que hizo un trabajo artístico. Buscó un diseño especial para ello, dándole su pincelada al proyecto. Se trata de buscar una parte de imagen para trasladarlo a la actualidad. Aunque Rosendo Salvado sea un personaje del pasado creo que su filosofía de vida sería muy inspiradora para cualquier persona en la actualidad. Puede ser un referente muy moderno.

—El vestuario lo diseñó Agatha Ruiz de la Prada y es toda una explosión de color. ¿Quería reivindicar una imagen pop?

—Buscaba un pack artístico donde todo estuviera muy cuidado, que todas las aristas del proyecto estén igual. Si vemos las primeras portadas de los discos de vinilo el arte del disco estaba muy trabajado. Yo he querido darle esa imagen colorida, porque creo que representa la personalidad de Salvado, muy abierta. Era un gran defensor de los derechos humanos y el color es apertura. Incluso llegó a defender a la mujer. Él le dio estudios de código Morse y convirtió en directora de telégrafo a una mujer nativa. Era una locura en la época, algo totalmente surrealista entonces: una nativa de color dirigiendo una institución pública. Para mí el vestido representa eso. De paso, hay que darle algo de alegría y color a la música clásica. No hay que tenernos miedo, que no se nos vea tan serios.

«Pretendo jugar con las artes para comunicar» 

En la historia Rosendo Salvado aparece una idea de la cultura muy ligada a los cambios de las comunidades en las que se desarrolla. Ese concepto planea en .González

—Habla del valor de la música como herramienta de transformación social.

— La música en mí nació por la pasión por un instrumento, el piano. Me hice pianista de concursos, con una infancia feliz pero muy sacrificada. Con el tiempo evolucionó a otra cosa. Para mí es un vehículo que dialoga con otras artes y personas. Es lo que hago en el festival Ikfem, donde todo se hila con los teclados y de ahí puede surgir rock, clásica o lo que sea. Y hacerlo con un órgano o con un piano electrónico. Otro ejemplo es Camiños Sonoros. Lo hice con alumnos del conservatorio. Fueron conciertos que los hice en lugares especiales del Camino de Santiago, pero también trabajaban actores.

—¿Qué aportaban?

—Se trataba de llevar a los alumnos del conservatorio a otras enseñanzas artísticas y ver como los alumnos del conservatorio se podían comunicar, aprendiendo a divulgar. Siempre pretendo jugar con la música y las artes en general para comunicar.