Juan Mayorga lleva el teatro a lo más alto al ganar el Princesa de Asturias de las Letras

César Coca MADRID / COLPISA

CULTURA

El dramaturgo y académico de la RAE Juan Mayorga (Madrid, 1965).
El dramaturgo y académico de la RAE Juan Mayorga (Madrid, 1965). Sergio Pérez | Efe

El dramaturgo madrileño logra el premio «por la enorme calidad, hondura crítica y compromiso intelectual de su obra». Solo otros dos autores teatrales, Francisco Nieva y Arthur Miller, habían conseguido antes este galardón en sus 46 ediciones

02 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En su última obra, Juan Mayorga (Madrid, 57 años) reflexiona sobre algo que parece contradecir el teatro mismo: el silencio. La pieza se titula así, Silencio, y se estrenó el pasado 7 de enero en el Teatro Español, bajo su dirección. En ella, un escritor se dispone a ingresar en la Academia y a pronunciar un discurso con el que quiere enfrentar a sus colegas y a los invitados al reto de indagar debajo de las palabras.

Para ello profundizará en el silencio, que es el lienzo en que se escribe todo a lo largo de nuestras vidas. En esta pieza, como en todas las suyas, Mayorga continúa con su tarea de renovar el lenguaje y el concepto mismo del teatro.

Es uno de los factores que el jurado del premio Princesa de Asturias de las Letras -presidido por Santiago Muñoz Machado, director de la RAE- ha tenido en cuenta a la hora de otorgarle el premio en la edición de este año. Su obra, dice el acta, destaca por su «enorme calidad, hondura crítica y compromiso intelectual». Aunando «acción, emoción, poesía y sentimiento», ha puesto sobre el escenario unos dramas a los que ha dotado de «una preocupación filosófica y moral que interpela a nuestra sociedad».

El dramaturgo madrileño sitúa el teatro en lo más alto en el palmarés de un premio que hasta ahora no había sido muy agradecido con este género. Solo Francisco Nieva y Arthur Miller lo habían conseguido antes, poca cosa cuando se habla de 46 galardonados. Mayorga es también el segundo español en lograrlo en lo que va de siglo.

Su biografía no parecía llevarlo por el camino de la literatura y menos aun por el de la escena. Licenciado en Filosofía y Matemáticas, amplió sus estudios en Francia y Alemania y se doctoró con una tesis sobre Walter Benjamin.

Si su preocupación intelectual más relevante parecía conducirlo por el sendero de la Filosofía, el modus vivendi lo llevó hacia las matemáticas, materia que impartió en institutos y universidades.

Virus escénico

Pero el virus del teatro ya le había sido inoculado y desde muy joven le dedicó una parte de su tiempo. Primero en los talleres de escritura de José Sanchís Sinisterra, luego en la escuela de verano del Royal Court Theatre.

En 1989, con solo 24 años, publicó y estrenó su primera obra, Siete hombres buenos, con la que ganó un accésit del premio Marqués de Bradomín. Sería el primero de una larga lista de galardones que incluye dos premios nacionales, cinco Max, el Europa de Nuevas Realidades Teatrales, el Ojo Crítico, el Valle-Inclán y muchos otros.

Desde comienzos de los noventa, su actividad como autor teatral ha sido incesante, firmando a veces los textos a medias con autores de su generación, como Andrés Lima o Juan Cavestany. Entre sus obras las hay adscritas al llamado teatro de tesis, pero también comedias y piezas cortas.

Algunas tienen un claro carácter político, sin eludir asuntos de actualidad (como Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente). Pero en todas, de una u otra manera, están sus grandes preocupaciones, determinadas por su formación filosófica: la violencia, el peso del pasado, las dudas, el conflicto, incluso el cambio de perspectiva que supone introducir el punto de vista del espectador en la trama.

Como explicaba en una entrevista, está convencido de que «el gran tema del teatro, desde los griegos, es precisamente la fragilidad del ser humano».

La paz perpetua, El Golem, El cartógrafo, Cartas de amor a Stalin, El jardín quemado, El chico de la última fila, Hamelín, La mujer de mi vida son algunos de sus títulos más importantes.

Con Animalario

En paralelo a la escritura, ha desempeñado también labores asociadas siempre a la escena: fundó El Teatro del Astillero y la compañía La Loca de la Casa, fue durante bastante tiempo colaborador habitual de Animalario, ha sido adaptador de piezas para el Centro Dramático Nacional y la Compañía Nacional de Teatro Clásico y desde comienzos de año es el director del Teatro de la Abadía y el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

Miembro de la RAE, ingresó en la docta casa con un discurso sobre el sentido del silencio en el teatro. Su última obra surge de aquel acto, cuando pensó que lo ideal sería que, como en sus textos, un intérprete leyera su intervención.

Preocupado por el devenir de nuestra sociedad y por el riesgo de que una grave crisis económica y social aúpe al poder a partidos populistas gracias al impacto de los discursos encendidos y las soluciones tan fáciles como falsas, insiste en un mensaje: la política, como la ética, debe aceptar unos límites.

Mayorga se impuso entre las 41 candidaturas de 19 nacionalidades en liza. El premio está dotado con 50.000 euros, una escultura diseñada por Joan Miró y el diploma y la insignia acreditativos. Todo ello le será entregado en un acto en Oviedo, en octubre.