Isaac Pedrouzo: «En el 86, sin internet, todo lo que tenía que ver con el sexo era un caminar sin rumbo»

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Isaac Pedrouzo
Isaac Pedrouzo PACO RODRÍGUEZ

El escritor ourensano acaba de publicar «Tulleito», una novela sobre el descubrimiento de la vida

20 abr 2022 . Actualizado a las 10:32 h.

«Yo no elegí mear sentado. Acepté sin resistencia que mi yo del baño lo prefiera». Esas son las dos primeras frases de Tulleito (Mont Ventoux), el tercer libro de Isaac Pedrouzo (Ourense, 1981) que se mueve en al ambiguo terreno de la autoficción, aunque el protagonista del mismo lleve su nombre. «Es el lector el que decide si es verdad o prefiere pensar que me lo estoy inventando», señala el escritor. En ese caso narra la historia de un niño un tanto torpe que va creciendo en el ensayo-error «hasta ser lo que la vida le lleva a ser». Mañana jueves 21 lo presenta en A Coruña (Barbería, Orzán 15, 20.00 horas) junto a la poeta Lúa Mosquetera.

—¿Es el humor su chaleco salvavidas para no hundirse en la melancolía?

—Sí, yo siempre digo, un poco en broma, que este libro es una tragicomedia. El personaje de Tulleito es como Chandler de Friends, que cuando tenía un tropiezo se refugiaba en el humor. Si las cosas malas te las tomas así parece que desaparecen totalmente o hacen menos daño.

—En los ochenta no se hablaba de «riesgo de exclusión social», pero la familia que retrata bordea constantemente esa situación.

—La familia es la que enseña al niño lo que es la vida. Él no entiende la gravedad de unas cosas y la simpleza de otras. Vive en un eterno estado de duda. ¿La vida es así? ¿Va a pasar algo más?

—¿Por qué tienen tanto protagonismo los coches en el libro?

—Esa parte sí que puedo decir que es autobiográfica. Mi abuelo fue piloto de ralis. Los coches en mi familia siempre fueron algo muy presente. Me imaginaba en el Renault 5 de mi abuelo, en el asiento de atrás yendo a Portonovo y pasando un calor terrible.

—¿Deseaba llamarse Kevin?

—La generación de los ochenta y los noventa nos criamos con cuatro series. Tú querías ser como los protagonistas de ellas. Y sí, yo quería llamarme Kevin. Me imagino lo de Kevin Pedrouzo. Hasta creo que suena bien y todo.

—La novela se recrea en el descubrimiento del sexo. ¿Aparece ahí un mundo casi superado?

—El sexo está en lo cotidiano de la vida desde que tienes seis años, aunque no sepas que está ahí. En la época del libro, cuando el niño tiene esa edad es el año 86, sin internet ni nada. Todo lo que tenía que ver con el sexo entonces lo descubrías a través de otra persona. El día que te enteras de lo que es la masturbación o el acto del sexo en sí no entiendes nada. Todo son preguntas. ¿Y qué será el sexo? ¿Cómo funciona? ¿Le va a gustar? ¿Me va a gustar a mí? ¿Me gustan los chicos o las chicas? Era un caminar sin rumbo.

—En «Tulleito» el niño descubre que su padre es gay.

—Sí, el padre del protagonista decidió salir del armario en una época en la que no estaba bien visto y se marginaba a los homosexuales mucho más que ahora. Su hijo con siete años no se enteraba de nada. Al hacerse mayor la madre se lo cuenta y el niño primero piensa: «¿Esto qué pasa, se hereda? Entonces yo tengo que ser gay». La segunda cosa era: «Todo lo que viví con este padre es una mentira, porque yo no sabía lo que estaba pasando». Se crea un batiburrillo de inseguridad y desconocimiento que no sabe lo que ocurre alrededor. ¿Cómo un gay puede tener hijos?

—Todo eso lo sitúa en Ourense. ¿Qué importancia tiene la ciudad?

—En una ciudad tan pequeña todo el mundo sabe quién es todo el mundo. Entonces se creaba esa especie de situación que te señalaban por la calle si no eras la persona que tenías que ser o si eras «el hijo de». Las cosas tienen que ser de una manera y, si no eres así, enseguida cuchichean y comentan.

—¿Ha sentido pudor?

—En el hipotético caso de que esta historia fuera cierta, no hay que darle más vueltas. Es una historia, solo eso. La vergüenza la perdí ya hace muchos años.

—¿Qué escritores le han llevado hasta aquí?

—He leído mucho a Manuel Astur, que me encanta. O Juan Tallón. Me alucinan muchos más, pero al final las cosas vienen de donde uno no lo espera. Yo siempre he dicho que algunas veces hay mucha más literatura en las canciones que en algunos libros que he leído. Me gusta pensar que estoy más influenciado por la música que por la literatura.