Orhan Pamuk: «Conozco toda la estupidez del mundo, pero debo contar su belleza»

MIGUEL LORENCI MADRID / COLPISA

CULTURA

Orhan Pamuk
Orhan Pamuk BENITO ORDOÑEZ

El escritor turco y Premio Nobel de Literatura, novela los efectos de las epidemias en «Las noches de la peste»

14 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Asegura Orhan Pamuk, (Estambul, 69 años) conocer «toda la estupidez del mundo». Pero dice enseguida que su obligación como escritor «es contar la belleza de la vida» y «tratar de entender a todos». Incluso cuando novela sobre epidemias y sus terribles efectos, como hace el premio Nobel turco en Las noches de la peste (Literatura Random House), que llega al lector español. Se retrotrae a 1901 para narrar las consecuencias de la peste bubónica, las revoluciones nacionalistas y las intrigas políticas territoriales situándose en la imaginaria isla de Minguer. «Me decían que por qué escribía sobre la peste cuando ya no existía, y de repente irrumpió el coronavirus. Llevaba cuarenta años rumiando la novela cuando estalló la pandemia y eso afectó a mí psicología», dice Pamuk desde su casa en Estambul, al borde del Bósforo, a un grupo de periodistas. «Mi obligación como escritor es adentrarme en situaciones distintas a la mía y entender a todo el mundo. He intentado hacerlo con fundamentalistas y terroristas en libros como 'Nieve', lo que no quiere decir que esté de acuerdo con ellos. La singularidad humana radica en esa empatía, pero en esta pandemia no he podido entender a los antivacunas», lamenta el escritor, que se ha vacunado «cinco veces», las dos primeras con Sinovac, no reconocida en varios países occidentales.

El pesimismo no le vence. «Siempre soy positivo sobre el futuro de la humanidad. Siento también que es mi obligación. Cuanto más leo sobre política, sobre la pandemia o los horrores de la guerra, más quiero ver la belleza de la vida. Mi obligación es mostrarla. El entusiasmo por la vida y por disfrutar de ellas está relacionado con el hecho de ser escritor», insiste Pamuk. Cree así que habrá un amanecer tras las noches de la peste. «Todas las pandemias se han superado. Hemos padecido todo tipo de pestes, y algunas mataron a una de cada tres personas. Las pandemias se desvanecen y la humanidad sobrevive. Siempre ha sido así. Está en nuestros genes. Hay resiliencia y sobreviviremos a esta como a todas, aunque hayan fallecido, por desgracia, tanta gente mayor» lamenta Pamuk.

Narra esta vez con voz femenina y dice que es «una decisión ética». «Me impongo ver el mundo a través de los ojos de narradoras. Y usar ese prisma femenino, no es una cuestión de corrección política, porque no me gusta el término. Mi ideal es escribir una novela de seiscientas páginas en primera persona del singular y que nadie piense que la he escrito yo; que es obra de una mujer», confiesa. «Soy un hombre de Oriente Medio y conozco toda la estupidez de este mundo: quiero ver con mis propios ojos ese mundo, pero desde una mirada femenina» insiste.

Sin miedo a Erdogan Muy crítico con el régimen de Erdogan que lo cerca y amenaza, la fiscalía turca investiga ya a Pamuk por presuntos ataques en su novela al fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk. «Son acusaciones kafkianas. No hay un solo ataque a Atatürk, y eso que no soy el típico que tira la piedra y esconde la mano. Ni tengo miedo ni me preocupa. Mi experiencia me dice que todo esto se desvanecerá en los laberintos de la burocracia de Ankara. Y sé que estoy en una posición de privilegio y que muchos amigos periodistas han acabado en la cárcel», dice el autor de 'Me llamo Rojo'.

Pamuk califica de «inmoral» la invasión de Ucrania ordenada por Putin. «Matan a civiles de la forma atroz que estamos viendo en Bucha, al norte de Kiev, porque no quieren pertenecer bloque ruso. Invadir un país porque sus ciudadanos no quieren formar parte del antiguo bloque soviético es horrendo», señala. «Pero lo más vergonzoso de esta guerra es que todo está abierto». Ganar el Nobel en 2006 hizo «muy feliz» a Pamuk. Lejos de paralizarle, le incitó «a trabajar más duro». «Es un cliché decir que tras recibir el Nobel el ganador baja su calidad literaria. Ganarlo no fue ningún castigo para mí. Tenía 54 años, una edad relativamente baja, y muchos planes, como esta novela que ya imaginaba. Entonces me traducían a 46 lenguas y ahora a más de 60. Me siento muy motivado por la cantidad de lectores que tengo en todo el mundo», se ufana