Pepe Doré, gerente de la sala Garufa: «Si pudiera, traería a Miles Davis»

CULTURA

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Músico y empresario, calcula que en su club, que ahora cumple 30 años, ha programado alrededor de 5.500 conciertos

05 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía Vázquez Montalbán que, a partir de los 40, todo el mundo tiene la cara que se merece. Y probablemente también la voz. La de José Vázquez Méndez, a quien todo el mundo conoce como Pepe Doré (Bilbao, 1960) raspa como una barba de cuatro días, pero está llena de leyenda; de miles y miles de conciertos encima y debajo del escenario. Los 30 años de su local, el Garufa de A Coruña, le habilitan.

—¿Alguna pensó que el Garufa duraría tanto?

—Garufa no nació con vocación de durar, pero las circunstancias mandan. Nació con Los Doré, con Marcos Meléndrez y Marcos Seoane. Éramos un grupo muy popular en la ciudad, rescatando tangos y boleros. Y el local estuvo muy vinculado siempre a la música en directo. Queríamos un templo para la música en directo y creo que lo conseguimos.

—Muchos conciertos.

—No lo puedo decir con exactitud, pero yo creo que programamos más de 5.500. Si no fuese por la pandemia hubiéramos alcanzado los 6.000.

—¿Es más sencillo tener ahora una sala de música en directo que hace 30 años?

—Yo diría que es más difícil ahora. Cuando creamos Garufa no había tanta actividad como hay hoy. Pero, ahora mismo, tener una sala como la nuestra tiene unos costes astronómicos y casi inamortizables. Hoy, una sala de conciertos se mantiene solo desde la pasión. Nadie que esté en el mundo de los negocios se mete a una sala de conciertos.

—Les dieron el premio a la mejor sala de Galicia.

—Sí, pero para nosotros lo más importante es la satisfacción con la que se van los músicos que pasan por nuestra sala: Love of Lesbian, Pedro Guerra, los Flamin Groovies... Y le hemos dado cabida a un 90 % de la gente que tenía interés por la música y por tocar en directo. En Galicia y, sobre todo, en A Coruña.

—¿Qué recuerdo no olvidará de toda esta nómina de conciertos?

—Podría contar mil anécdotas, pero yo siempre tengo una cosa en la cabeza. Javier Ruibal fue la primera gran actuación que tuvimos en el Garufa. Ya era un músico muy conocido. De aquella dábamos los conciertos de forma gratuita porque las barras funcionaban mejor. Cuando Ruibal vio que el concierto era gratis nos dijo que eso no se podía hacer y que la cultura había que pagarla: «No volváis a hacerlo jamás», nos dijo. Y, desde entonces, en Garufa siempre cobramos entrada. Eso significó algo muy importante: que empezamos con un proyecto de calidad.

—Siempre se habla de los caprichos de los artistas. ¿Le han tocado muchos?

—A veces es más cosa de los managers que de los artistas. En ocasiones piden alguna cosa extravagante o exagerada: toallas, rosas en el camerino... Pero cuando los conoces suelen ser gente cercana que ni siquiera conocían esas peticiones.

—Con el marisco seguro que ha conseguido grandes cosas.

—Hombre, con un buen albariño y unos percebes se consigue mucho, ja, ja.

—¿A quién le gustaría traer? ¿Tiene alguna espina clavada?

—No soy nada mitómano, pero me hubiera gustado que Santiago Auserón hubiera podido venir al 30 aniversario pero no en solitario, que ya estuvo, sino con su banda. Pero no ha sido posible, porque pedía unas cifras desorbitadas para un club.

Pilar Canicoba

—¿Y si pudiera traer a cualquiera, vivo o muerto?

—Traería a Miles Davis. Siento una cierta pasión por el jazz. Tengo un amigo que dice que una habitación vacía queda perfectamente decorada con solo poner un disco de jazz.

—A la hora de contratar, ¿tiene prejuicios; traería a Melendi, por ejemplo?

—Je, je. Yo creo que Melendi no querría venir al Garufa, así que no tendríamos ese problema, pero confieso que sí, algún prejuicio sí tengo.

—¿Cuál es su mejor recuerdo encima de un escenario?

—He tenido una actividad musical bastante dilatada, pero recuerdo con especial cariño cuando debutamos los Doré en Lisboa, en un local llamado Alcantara Café. Había muchos vips, incluso el presidente de Portugal en aquel momento, Cavaco Silva. Aquella noche me ha quedado tatuada, por los tiempos de los tiempos.

—Usted pudo haber sido médico.

—La verdad es que nunca tuve vocación. Dejé la carrera en tercero. Se me metió la música. Fue una elección y no me arrepiento porque creo que la medicina ha ganado mucho con que yo no hiciera la carrera.

—Menudo disgusto daría en casa: «Dejo la Medicina para ser músico».

—Ya. Visto desde esa óptica, es posible. Yo no tengo hijos pero creo que hay que respetar las decisiones de un chaval que está cargado de ilusiones porque al truncárselas, si el camino que tú propones, no funciona, siempre te quedará un cargo de conciencia. Cada uno tiene que asumir sus actos.

—Si se encontrara hoy con aquel chaval, ¿qué le diría?

—Hombre, algunas cosas hubiera corregido. Estudiar música no es fácil y, a veces, uno da palos de ciego. Quizás me dividí un poco al estudiar varias cosas a la vez. De todos modos, cuanto más abarcas, menos aprietas, pero tienes una visión panorámica más amplia. Lo comido por lo servido.

—¿Qué me dice de Los Fabulosos Cubatas de Focking Brothers? ¿Siguen vivos?

—No, no. Esta es otra de mis facetas musicales. Fue una experiencia preciosa, con Eduardo Hermida. Fue una época muy bonita y, en pequeño formato, tuvimos bastante éxito. Recorrimos toda España sin parar, con años de ciento y pico bolos. Pero todo tiene su final. Yo ya no me veía con la fuerza de seguir con un espectáculo que me exigía una descarga de energía brutal. Y la etapa de Garufa Club me hizo jerarquizar: es una empresa complicada; no me podía permitir pasar ciento y pico de días por ahí de gira y atender a la sala.

—Se perdió un músico y se ganó un empresario.

—No, no. La música para mí es una terapia que me sanea el cerebro. Sigo ejerciendo la música y procuro estar en forma, como si estuviese en activo.

—¿Celta o Dépor?

—Soy del Dépor desde niño.

—Jugó al fútbol, ¿no?

—Sí, pero, como con la Medicina, el fútbol ganó mucho con que yo no siguiera.

—Hágase una pequeña autodefinición.

—Yo creo que tengo ilusión, coraje para que la ilusión funcione y mucho amor por lo que hago. Y soy constante, también.

—¿Qué hace mal que le gustaría mejorar?

—Me hubiera gustado ser mejor músico. Y menos impulsivo. Lo he corregido mucho, pero no del todo.

—Dígame una canción.

A Hard Day's Night, de The Beatles. Una vez, en el barrio del Gurugú, donde me crie, unos chavales estaban tocando esta canción en la calle y fue la primera vez que sentí la necesidad de aprender a tocar la guitarra. A partir de ahí, se redireccionó mi vida.

—¿Lo más importante en la vida?

—Irradiar buen rollo; dar cariño y recibirlo. Es el pasaporte para tener momentos de felicidad.