—A ver, eso se exageró un poco y se sacó de contexto. Pero sí que es cierto que a finales de los ochenta y primeros noventa fue una época un poco loca, si se puede llamar loco a eso. Fue un momento de éxito, fans, camerinos y se podría decir que un poco de maldad. Pero evidentemente no éramos Led Zeppelin.
—Después de aquello, lo suyo es ya un oficio. ¿Cómo lo desarrolla?
—Lo veo así: un oficio al que me dedico con mucho gusto, pero en el que invierto unas horas al día y por él obtengo un dinero. Tengo la suerte de que es mi gran pasión. Esto, si te gusta, es perfecto. Pero es muy sacrificado. Por ejemplo, a nivel personal pasas mucho tiempo fuera de casa. A mí me costó un divorcio. No supe manejar bien la vida familiar con el éxito. Ahora llevo una relación mucho más larga. Se aprende de los errores cometidos.