Nicolette Krebitz no solo se toma totalmente en serio su delirio, sino que se empeña colocarnos de matute como material oligofrénico la supuesta locura irradiadora de esta relación de todo punto inverosímil. Y no hay filtros en este disparate inenarrable, borriquito como pocos. El tramo final de AEIOU, desarrollado en Niza, con esta pareja lerda robando joyas a los rusos y ejerciendo de descuideros a todo trapo por el paseo marítimo, como si todas sus víctimas fueran invidentes, entra en mi antología del cine con ausencia absoluta de sentido del ridículo. Además de con los test rápidos de covid como desfloradas hoja de margarita, esta Berlinale -no contenta con ello- nos castiga con contaminante cine alemán. Debería estar vetado por una Ley de Salud Mental.
«Return to Dust», neorrealismo fuera de tiempo
La china Return to Dust, de Li Ruijun pretende postularse como el colmo del neorrealismo fuera de tiempo. Nos cuenta la manera en que, desde los más elementales niveles de pobreza, comiendo barro y pescado de río desmigajado, un matrimonio de conveniencia acaba encontrando un inesperado sentido a su vida juntos en el empeño por construir de la nada, paso a paso, una casa en un erial. Y existe cierta belleza naturalista en la metáfora, aunque sea obvia. Eso sí, las dos horas y cuarto de albañilería y de adobe manchur pueden pesarte mucho en el curso decreciente de un festival tan hostil. Donde tras hacerte el ya citado y obligatorio test de primera hora de la mañana en la Potsdamer Platz no hay en tu derredor ni una cantina donde tomarte un café. Y casi echas de menos la choza de barro de los chinos de la miseria extrema, que al menos pueden retornar al polvo.