Claire Denis reinventa el triángulo amoroso con una Juliette Binoche enfervecida

José Luis Losa BERLÍN / E. LA VOZ

CULTURA

Fotograma del filme de Claire Denis «Avec amour et acharnement».
Fotograma del filme de Claire Denis «Avec amour et acharnement».

El cineasta Dario Argento, aclamado en la Berlinale por su carrera y no por la sangre tan mal derramada en la chapucera película de su regreso a la arena: «Dark Glasses»

12 feb 2022 . Actualizado a las 20:05 h.

Posee Claire Denis la virtud de resultar siempre imprevisible. Su trayectoria de continua insurrección, invariablemente a contracorriente, lleva a que a sus 75 años sea capaz de seguir ejerciendo de agitadora, de voltear la pantalla y removerte. De reinventar el cine y sus géneros. Sucede y lo hace a lo grande en la soberbia película Avec amour et acharnement, adaptación de una novela de Christine Angot en la cual se parte de los materiales melodramáticos del triángulo sentimental más canónico. Y sin embargo a lo que asistimos es a una reinvención de esa trama tan a priori reconocible.

Mueve Claire Denis las piezas que la conforman y agita los conceptos de pasión desaforada, de dependencia emocional, de celos e infidelidad, para que el melodrama sea otra cosa aterradoramente desconocida. Una batalla de voluntades. Un brutal manejo de la tensión interna que anida en el arco que se estira entre el dolor sangrante de quien es malquerido y el deseo incontenible que desde la visceralidad revuelca el equilibrio de una pareja hasta triturarlo.

Esta batalla que se produce entre Juliette Binoche y Vincent Lindon está alimentada por una violencia interna soterrada irrespirable y pocas veces emulada en el género. Y en ella sangra la desesperación de la pérdida y brinca la voluptuosa imposibilidad de contener una pasión preterida pero que nunca ha muerto. Asistes a ese desgarro entre Lindon y Binoche como a un combate abisal.

La directora francesa Claire Denis gesticula durante la comparecencia ante los medios en la Berlinale.
La directora francesa Claire Denis gesticula durante la comparecencia ante los medios en la Berlinale. Clemens Bilan | Efe

Las lágrimas son heridas abiertas, las miradas imploran compasión y hallan los implícitos latigazos de las leyes del amor ciego. La secuencia inicial, con ambos agonistas acariciándose en un mar de azul intenso -y el inserto súbito de un túnel al que luego volveremos- es un prodigio de sabiduría de Claire Denis para avivar el contraste que va de la felicidad a la tragedia. Y en la frenética pauta de esa inmersión en el desespero y en la pérdida hay que poner en valor la perturbadora banda sonora de Stuart Staples y Dan McKinna, colaboradores ya habituales de la cineasta.

Creo que ese momento de esta película en el cual Binoche ve por primera vez desde la lejanía de una cristalera a su antiguo amante y estalla en lágrimas y quejidos a viva voz es algo equiparable a la grandeza de una Bovary. Y se intuye en este rol de la actriz, aquí decidida amante entregada con firmeza a lo que no se puede contener, algo así como un desahogo debido que Denis y su guionista Christine Angot entregan a Binoche en contraposición a aquella mujer débil e histérica que también ambas escribieron para ella en Un sol interior.

Y así es que sales de la descomunal y vívidamente cruel Avec amour et acharnement fragilizado, vulnerable. Como con miedo pánico a verte envuelto en una de esas carnicerías de los sentimientos encontrados en la cual siempre hay uno que pierde la libra de sangre más cercana al corazón.

«Nana», flor de un día

También quiere ser un melodrama la indonesia Nana, dirigida por Kamila Andini. Todo lo dicho sobe Claire Denis queda aquí globalmente invalidado. Estamos ante una de esas operaciones de película trucha, maqueada para ser flor de un día de festival. Todo es artificioso y falsario. Es aborrecible su estética de intento de imitación de Wong Kar-wai. Y esos apuntes de trasfondo político, con el golpe de estado de 1965 contra Sukarno como decorado, son burdos brochazos, brindis al sol.

El realizador camboyano Rithy Panh, flanqueado por los escritores Christophe Bataille y Agnes Senemaud, la productora Catherine Dussart y el músico Marc Marder, en la alfombra roja para presentar «Everything Will Be Ok».
El realizador camboyano Rithy Panh, flanqueado por los escritores Christophe Bataille y Agnes Senemaud, la productora Catherine Dussart y el músico Marc Marder, en la alfombra roja para presentar «Everything Will Be Ok». Christian Mang | Reuters

«Everything Will Be Ok», un ejercicio de impotencia

El camboyano Rithy Panh alcanzó merecido reconocimiento como memorialista cinematográfico imprescindible del genocidio protagonizado por los jemeres rojos de Pol Pot que se llevó por delante a toda su familia. Pero después de casi una decena de películas de exposición de aquella masacre -entre ellas S21, la máquina roja de matar-, este hombre que alcanzó grado de leyenda de esclarecimiento de una de las mayores atrocidades de la segunda mitad del siglo XX no supo quedarse sin discurso.

Y agotados ya los materiales de aquellos campos de sangre quiere estirar su carrera sin saber a qué santo encomendarse. Ya su filme anterior, Irradies, visto en la Berlinale del 2020 era un panfletillo vacío, inconsistente y hasta ideológicamente pasado de rosca. Pero lo que el camboyano ha presentado ahora, Everything Will Be Ok, es un ejercicio de impotencia donde mete en la coctelera llamamientos infantiles a la revolución animalista o a la ecológica, guiños de tuerto a Rebelión en la granja o El planeta de los simios. Y entreveradas, sin venir a cuento, imágenes de archivo de Stalin, Mao, Hitler o Lenin. A ver si la cabreante amalgama cuela a modo de grandes éxitos del otrora campeón de la historiografía de los regímenes del terror.

Dresen, manipulador de emociones

Es amoral y muy necia la película alemana del temible Andreas Dresen Rabiye Kurnaz vs George W. Bush. Ya por principios, huyan y no miren atrás cuando vean cerca una película de este Dresen, un manipulador de emociones de la peor calaña. Aquí nos somete a la vomitiva e inaceptable operación de remitir la lacra humanitaria de la infamia universal llamada Guantánamo a una buddy movie grotesca monopolizada por su protagonista, la madre turca de un joven encadenado durante seis años en aquel presidio.

El director Andreas Dresen (derecha) con el actor Alexander Scheer, en la presentación del filme «Rabiye Kurnaz vs. George W. Bush» en la 72.ª Berlinale.
El director Andreas Dresen (derecha) con el actor Alexander Scheer, en la presentación del filme «Rabiye Kurnaz vs. George W. Bush» en la 72.ª Berlinale. Hannibal Hanschke | Reuters

Y a Dresen se le ocurre que esta mujer se perfile en algo así como un remix de Florinda Chico y de Carmina y amén. Es tan zafio el humor de esta insoportable figura como éticamente reprobable que se trate el aberrante caso Guantánamo con armas de comedieta menos que populachera. Ya tiene que estar contra las cuerdas el cine alemán cuando solo tienen algo así para incluir en concurso por un Oso de Oro.

El realizador Dario Argento con sus actores Asia Argento, Ilenia Pastorelli, Andrea Gherpelli y Maria Rosaria Russo, en la alfombra roja de Berlín.
El realizador Dario Argento con sus actores Asia Argento, Ilenia Pastorelli, Andrea Gherpelli y Maria Rosaria Russo, en la alfombra roja de Berlín. Christian Mang | Reuters

Lo que queda de Darío Argento

Esperábamos con indisimulada emoción el retorno del maestro del giallo Dario Argento, tras más de diez años de apartamiento. La verdad es que en el pase de su película, Dark Glasses, el maestro fue aplaudidísimo. No se celebraba la chapucerilla y balbuciente nueva obra, que indica que la jubilación en este caso estaba justificada. Se gritaron bravos en un Friedrichstrasse Palast -donde actuaron en tiempos Marlene Dietrich o Josephine Baker- dedicados esta otra gloria del siglo XX que fue Argento.

Lo contrario hubiera sido de innobles, de malnacidos o de esos presentistas que tanto abundan y que ignoran cualquier antecedente. Entre ellos, la Historia del cine con mayúsculas de la cual el genio italiano de los cuchillos afilados y los cuellos de cisne elongadísimos forma parte ya.