Los eonaviegos reclaman un debate sosegado sobre el gallego-asturiano

RAMÓN GONZÁLEZ REY VIVEIRO / LA VOZ

CULTURA

Imagen tomada en las calles de la localidad asturiana fronteriza de Vegadeo.
Imagen tomada en las calles de la localidad asturiana fronteriza de Vegadeo. Pepa Losada

A raíz de la petición de la Real Academia Galega al Principado, hay disensiones sobre cómo proteger el idioma, pero todos piden garantías para los derechos de sus hablantes

16 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Fala. Gallego-asturiano. Eonaviego. Gallego de Asturias. Incluso, no hace tanto, «chapurreao». Son los muchos nombres que se le han dado a la lengua que se habla en el Occidente de Asturias, una «terra de naide», en palabras de los propios residentes, que denuncian el olvido del Principado y aun así se sienten asturianos hasta la médula. Y por ello —como si una cosa excluyese la otra— se muestran reacios en algunos casos a considerar que hablan una variante del gallego.

Sin embargo, el asturiano de Occidente pasa del castellano al gallego (su gallego) con la naturalidad con la que cruza unas fronteras más políticas que reales. Abel Pérez, de Vegadeo (A Veiga, en eonaviego), trabaja en A Pontenova y tiene en Ribadeo su empresa cultural, Mialma Producióis. La productora publicó en el 2019 el primer libro-disco en gallego-asturiano para niños, A comuna del Barruzo, grabado por la focense Ugía Pedreira.

A Pérez le gustaría que se sustituyese la polémica por un debate «serio e sosegado. Nin a nota da RAG nin o tuit de Barbón», asegura. «Temos algo que está vivo, que é diversidade e riqueza: hai recollida cantidade de vocabulario, unha normativa, e gustaríanos unha oficialidade para esta variante, que non sexa asimilable a ningunha outra lingua oficial, nin ao galego nin ao asturiano», explica. Lamenta, no obstante, que el gallego de Asturias llega a un proceso de oficialidad «en cueiros, porque o Principado non deu un impulso real, quen xerou o corpus teórico foi xente particular». Al promotor musical le satisface la denominación eonaviego, porque «reivindica unha zona que ten unha identidade moi definida polo abandono que sufriu». Pedro Fernández es edil del PP en Tapia y fue presidente de la asociación Amigos de la Historia. Prefiere el nombre gallego-asturiano: «La influencia del gallego es indiscutible, pero no es lo mismo». Fernando García, exprofesor y estudioso del pasado del concejo de Castropol, indica que «decir que hablamos gallego genera desencuentro». Aun así, el primero reconoce que en trabajos en Ourense o Ferrol le entendían tal cual habla con familiares o amigos al otro lado de la Ponte dos Santos.

Aunque se muestra partidario de «potenciar bable y fala», Fernández rechaza «que se busquen réditos políticos con prisas y sin consenso» y menciona el presupuesto estimado para la oficialización del asturiano: «70 millones. Hablar de ese dinero desde esta zona, que va camino de ser un geriátrico...», aduce. García también apela a cuestiones prácticas: argumenta que «hasta ahora esto se llevó de la mejor manera, que cada cual conserve lo que oyó hablar a los abuelos. Oficializar una forma de hablar que no es funcional más allá de un ámbito concreto estorba más que facilita la comunicación», objeta.

Quique Roxíos, natural de Boal y miembro del colectivo Axuntar, rebate este punto. «No século XII xa se acreditaba que nesta zona falábase galego-portugués. Non o trouxo ninguén, non veu de ningún sitio. Somos asturianos de fala galega e iso non debera ser un problema, senón unha riqueza», arguye para resaltar: «Desviarnos diso é condenar a nosa lingua a ser local e perder unha oportunidade, porque nos afasta dunha comunidade lingüística de millóns de persoas».

Una «terra de naide» que se desangra

Hay consenso generalizado entre los residentes sobre que la comarca Eo-Navia, que perdió más del 25 % de su población en el período 1999-2019, es una zona infrarrepresentada a nivel político, que padece una deuda histórica en lo que se refiere a inversión e infraestructuras. El concejal Pedro Fernández cuenta que cuando llega a Oviedo le dicen: «‘‘Coño, gallego’’. Y es que más allá de Grado ya es Galicia», ríe.

Abel Pérez recuerda que el Principado es una comunidad uniprovincial. «Aquí vemos as cousas que fai a Deputación de Lugo ao outro lado da ría con envexa, porque non recibimos o mesmo investimento que outros sitios», lamenta. Y este factor estructural pesa en la forma en que los eonaviegos se relacionan con su lengua, aseguran algunos.

Quique Roxíos relata que ellos viven «un caso de diglosia, cun idioma forte, o español, e outro minorizado. Xerouse un autoodio que se entende mellor cando falamos dunha zona deprimida. É doado entender que unha poboación queira que os seus fillos aprendan o idioma do poder, de quen teñen as mellores perspectivas», prosigue. Y recuerda que el gallego de Asturias fue denominado por los propios hablantes como «chapurreao e fala, porque non sabiamos nin o que falabamos. Pero se se pretende que os idiomas teñan recoñecemento social, hai que afondar na súa filiación lingüística», incide.

«No franquismo educouse no rexeitamento á diversidade e nos 80 houbo posicións enfrontadas entre as dúas comunidades», rememora. «En Asturias, desde un punto de vista identitario, tentou evitarse o galego. E en Galicia fálase de galego estremeiro. Para nós, o centro do mundo non son Santiago nin Oviedo», abunda.

Roxíos y Pérez ponen el foco sobre las instituciones asturianas y coinciden en que el gallego de Asturias debe ser oficial en toda la comunidad, al igual que acontece con el aranés en Cataluña, pues de otro modo no se garantizarán los derechos de sus hablantes.