Patricia López Arnaiz, actriz: «Para hacer un trabajo no puedes juzgar a tu personaje»

Iker Cortés MADRID / COLPISA

CULTURA

Los actores Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz encarnan al matrimonio protagonista de «La hija».
Los actores Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz encarnan al matrimonio protagonista de «La hija». E. Parra | Europa Press

Protagoniza la última película de Manuel Martín Cuenca, drama que pone sobre la mesa la cuestión de los vientres de alquiler

07 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Patricia López Arnaiz (Vitoria, 1981) no para. Desde que protagonizó Ane, el número de proyectos en que se ha visto involucrada esta actriz de vocación tardía no ha dejado de subir. La guinda a su mejor año en lo profesional la pusieron los premios Forqué, Feroz y Goya por este papel de una vigilante de las obras del tren de alta velocidad en el País Vasco y madre de una joven borroka. Ahora protagoniza, junto al ferrolano Javier Gutiérrez, La hija, último largo de Manuel Martín Cuenca. Dan vida a un matrimonio incapaz de tener hijos que propone a una menor con un embarazo no deseado cuidarla durante los nueve meses en el caserón que tienen en la Sierra de Cazorla a cambio de quedarse con el bebé cuando dé a luz.

—¿Qué le atrapó del proyecto?

—Lo primero fue el guion, que fue una de esas lecturas que disfrutas per se, sin pensar en más. Daba mucho gusto, estaba muy bien escrito y me atrapó. Era un viaje con un in crescendo muy interesante. Más atractivo fue saber que era Martín Cuenca quien estaba detrás. Era una garantía saber que iba a participar en un trabajo que iba a disfrutar por la forma en que trabaja con los actores. Eso lo confirmé en la prueba, que fue muy chula porque no fue una prueba al uso, me dirigió y utilizó esos métodos suyos para sorprenderte, improvisar, ejercicios que te suponen estar abierta, muy dispuesta, muy a la escucha y muy entregada a ver qué te pasa con lo que te propone porque puede ser cualquier cosa.

—Da vida a una mujer inicialmente con dudas en ese pacto, que después se muestra implacable, dispuesta a todo por un objetivo. ¿Cómo se preparó el personaje?

—La preparación fue con todos mis compañeros. Nos fuimos a la Sierra de Cazorla, in situ, y estuvimos trabajando intensamente, sumergidos en el lugar, el pasado de los personajes, y fuimos transitándolo e incorporándolo, como si lo hubiésemos rodado, con muchas improvisaciones, reflexión y experimentos con Manuel. Luego el personaje, que puede parecer complicado, resultó fácil porque ese trabajo previo fue excelente. Y claro lo que le pasa a esta mujer es que si en un principio duda es porque sabe que si se decide, abre la caja de Pandora. La exposición al dolor y al sufrimiento que acepta a la hora de abordar este pacto supone que sea una opción de vida o muerte, de si esto no sale bien, yo me muero, por eso tiene la duda al principio, al ver que la niña no está convencida. Para ella es como tirarse al vacío. Cuando está segura de ello ya no hay marcha atrás. Es una tragedia griega.

—¿Es un desafío dar vida a un personaje predestinado a caer mal entre el público?

—[Ríe] Bueno, yo no pienso en que mi objetivo es caer mal al público o que tengo que caer simpática. A veces me ha pasado, he hecho trabajos donde me han dado esas pautas, pero no. Ni yo lo he pensado ni Manuel me lo ha transmitido. Al final yo trabajo con el material que hay y en el guion esta mujer está donde está, yo la entiendo. Para hacer un trabajo no puedes juzgar a tu personaje, te pegas todo el viaje y no dejas de entenderla porque te estás moviendo desde su lógica y es una mujer que si la gente supiera por donde he tenido que transitar para llegar ahí creo que me acompañaría con bastante más simpatía porque es gente que ha sufrido muchísimo, que ha tenido un recorrido con el tema de la maternidad y la paternidad muy duro y al borde de querer morirse, de llegar a unos sitios súper oscuros.

—¿Qué fue lo más difícil?

—Realmente, no me ha resultado un rodaje difícil porque cuando trabajas con un director, un material y unos compañeros maravillosos... eso te lo pone muy fácil. Quizá fue duro porque era una localización muy especial, por la que hubiera apostado mil veces, pero que suponía un esfuerzo extra porque debíamos movernos todos los días prácticamente una hora, por la Sierra, en unas pickups, que llegabas a rodar con el estómago en la boca. Pero no tengo recuerdo de dificultad.

—La película pone el foco en un tema muy de actualidad que son los vientres de alquiler y la gestación subrogada. ¿Cree que fomentará el debate y la discusión?

—No lo sé, supongo que sí. Creo que es una película que deja esos silencios y esos espacios para que la gente se haga preguntas y la comente. Lo iremos sabiendo.

—¿Cree que debe regularse la gestación subrogada o es una forma de violencia contra la mujer?

—Es un tema muy delicado. Para meterme en la realidad del personaje no he necesitado estudiar ni investigar esto, solo tenía que meterme en la emocionalidad de esta mujer, en su deseo, en su dolor. Antes de opinar, me gusta documentarme bien, pero sí tengo mi opinión y creo que sí es verdad y que es una obviedad que una mujer que se expone a esto lo hace generalmente por necesidad. Hay algo ahí que no tiene que ser nada fácil y que es muy duro porque el vínculo que se genera entre una madre y un hijo... Creo que si estuviéramos en una sociedad utópica, equilibrada a nivel de género y de clases, no se darían así las cosas.

—Hay un momento de la película en se llega a decir que su personaje no está bien «por no haber tenido hijos». ¿Cree que la sociedad sigue ejerciendo este tipo de presión sobre las mujeres?

—En mi caso, yo no he sentido esa presión en mi vida, pero es mi circunstancia. Javier Gutiérrez comentaba estos días de compañeras que conoce que por ejemplo a la hora de dedicarse a este oficio de la interpretación lo han tenido muy difícil en ese aspecto.