La obsesión de Francis Bacon
Oscuridad también se puede encontrar en las reinterpretaciones que hizo Francis Bacon del retrato de Inocencio X, del que llegó hacer unas cincuenta obras. Javier Barón analiza esa obsesión del irlandés por este cuadro: «Son oscuras, sobre todo, las primeras versiones. Es muy interesante que el artista utilizara el reverso del lienzo tras haberlo desmontado del bastidor y colocado al revés para pintar, suponía también contar con un punto de partida muy diferente, mucho más abrupto, que las telas magníficamente preparadas por los Velázquez y sus ayudantes. El rechazo por parte de Bacon del blanco de la preparación industrial, suponía la necesidad de “superar” mediante la pintura el color crudo del lienzo. Aquellas fuentes de inspiración y esta mediación material suponían operaciones que atenuaban la intangible solemnidad del retrato de Velázquez y lo convertían en una obra contemporánea, cuyo carácter incompleto, de tentativa, se manifestaba precisamente en el hecho de la multiplicidad de aproximaciones. Estas revelaban una obsesión por el movimiento, hasta el punto de que si se pasaran sucesivamente imágenes fotográficas de todos los cuadros de la serie se originaría una secuencia cinemática que revelaría su realidad más profunda. Tal obsesión estaría relacionada con la manera de Bacon de asimilar la vida y el arte, con una percepción propia de la continuidad».
Los modos de mirar
Aunque los genios y clásicos, por propia definición, están fuera del tiempo, ese recorrido cronológico a través de la influencia de Velázquez ofrece un ángulo interesante para examinar el arte de los últimos siglos. «La historia de la pintura es también la historia de los modos de mirar de los artistas, del interés apasionado que la mirada del pintor desarrolla hacia cuanto le rodea. El ejemplo señero de la inteligencia de esa mirada es Velázquez. Así lo descubrieron, a partir de la Ilustración, los artistas que se acercaron a su pintura. Algunos, entre los más destacados de su tiempo, advirtieron en Velázquez la superioridad de su manera de ver y, a continuación, pudieron identificar en ellos mismos aquello que perseguían. En esa especie de reconocimiento de la propia identidad como artistas, el pintor sevillano desempeñó un papel de ejemplo, pero también una función catalizadora. Esa función se ejerció sobre todo en la modernización de la pintura obrada durante el siglo XIX, principalmente en Goya y Manet. En el siglo XX su influencia fue mucho menor, pero alcanzó a la obra de dos artistas singulares, Picasso y Bacon», concluye Javier Barón.