La mirada superior de Velázquez

Xesús Fraga
X. Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Autorretratos de Velázquez y Manet.
Autorretratos de Velázquez y Manet. Wikimedia Commons

Javier Barón analiza este jueves en la Fundación Barrié de A Coruña la influencia del pintor en artistas como Manet, Picasso y Bacon

18 nov 2021 . Actualizado a las 10:21 h.

En el siglo XIX y, en menor medida, durante el XX, Diego Velázquez ejerció una notable influencia en numerosos artistas. En la primera centuria Manet fue uno de ellos, Picasso y Francis Bacon en la segunda. Esa relación fecunda de admiración es el tema sobre el que hablará este jueves día 18 en A Coruña el jefe de conservación de pintura del XIX del Museo del Prado, Javier Barón, (Fundación Barrié, 20.00 horas), dentro del ciclo de conferencias que organizan la Barrié y la Fundación Amigos del Museo del Prado y que lleva el nombre de Francisco Calvo Serraller.

Para Manet, un ideal de pintura

En el caso de Manet, el francés ya había copiado los cuadros atribuidos a Velázquez que conoció en el Louvre, pero su viaje a España en 1865, que le permitió ver con sus propios ojos en el Prado la obra del sevillano, resultó crucial. Para él, Velázquez sintetizaba su «ideal de pintura». «A Manet le cautivaron la mirada sintética de Velázquez, su facilidad sin esfuerzo aparente y la economía de medios que su factura abreviada revelaba», explica Barón. «También le interesó el aspecto informal de la composición, acentuado por la naturalidad sin afectación de las actitudes de los caballeros, rasgos ambos que el artista apreciaba en la pintura de Velázquez. Sobre todo, la puesta en cuestión del espacio, en lo que Velázquez, maestro de la ambigüedad espacial, era un guía muy valioso. El largo aprendizaje de Manet con Thomas Couture le familiarizó con algunos aspectos, como la claridad del colorido de muchas de sus obras y cierta despreocupación por el acabado en la ejecución, que ante las obras velazqueñas se desarrollarían más. Velázquez fue su guía en su personal interpretación del naturalismo».

La izquierda, el retrato de Felipe IV de Velázquez, junto a la copia que hizo Picasso, en una muestra en el Museo Picasso de Barcelona.
La izquierda, el retrato de Felipe IV de Velázquez, junto a la copia que hizo Picasso, en una muestra en el Museo Picasso de Barcelona. Quique García | Efe

Las reinterpretaciones de Picasso

Picasso también copió a Velázquez en su juventud. Algunas de esas copias, curiosamente, son más oscuras que las originales, ya que posteriormente se restauraron. «Hay que tener en cuenta que las primeras copias de Velázquez fueron los dibujos de dos bufones que realizó en su primera visita al Prado. La influencia de su pintura en su adolescencia aparece en un ámbito de tonos ocres propios del naturalismo. Sin embargo, a partir de 1901, fecha de su Mujer en azul, sus reinterpretaciones de Velázquez aparecen en tonos vivos. En su serie de Las meninas, mucho más tardía, hay, lógicamente, una libertad cromática total», aclara Barón.

Uno de los retratos de Bacon inspirados en el de Inocencio X de Velázquez.
Uno de los retratos de Bacon inspirados en el de Inocencio X de Velázquez. DANIEL DEME | Efe

La obsesión de Francis Bacon

Oscuridad también se puede encontrar en las reinterpretaciones que hizo Francis Bacon del retrato de Inocencio X, del que llegó hacer unas cincuenta obras. Javier Barón analiza esa obsesión del irlandés por este cuadro: «Son oscuras, sobre todo, las primeras versiones. Es muy interesante que el artista utilizara el reverso del lienzo tras haberlo desmontado del bastidor y colocado al revés para pintar, suponía también contar con un punto de partida muy diferente, mucho más abrupto, que las telas magníficamente preparadas por los Velázquez y sus ayudantes. El rechazo por parte de Bacon del blanco de la preparación industrial, suponía la necesidad de “superar” mediante la pintura el color crudo del lienzo. Aquellas fuentes de inspiración y esta mediación material suponían operaciones que atenuaban la intangible solemnidad del retrato de Velázquez y lo convertían en una obra contemporánea, cuyo carácter incompleto, de tentativa, se manifestaba precisamente en el hecho de la multiplicidad de aproximaciones. Estas revelaban una obsesión por el movimiento, hasta el punto de que si se pasaran sucesivamente imágenes fotográficas de todos los cuadros de la serie se originaría una secuencia cinemática que revelaría su realidad más profunda. Tal obsesión estaría relacionada con la manera de Bacon de asimilar la vida y el arte, con una percepción propia de la continuidad». 

Javier Barón, durante una charla en A Coruña.
Javier Barón, durante una charla en A Coruña. EDUARDO PEREZ

Los modos de mirar

Aunque los genios y clásicos, por propia definición, están fuera del tiempo, ese recorrido cronológico a través de la influencia de Velázquez ofrece un ángulo interesante para examinar el arte de los últimos siglos. «La historia de la pintura es también la historia de los modos de mirar de los artistas, del interés apasionado que la mirada del pintor desarrolla hacia cuanto le rodea. El ejemplo señero de la inteligencia de esa mirada es Velázquez. Así lo descubrieron, a partir de la Ilustración, los artistas que se acercaron a su pintura. Algunos, entre los más destacados de su tiempo, advirtieron en Velázquez la superioridad de su manera de ver y, a continuación, pudieron identificar en ellos mismos aquello que perseguían. En esa especie de reconocimiento de la propia identidad como artistas, el pintor sevillano desempeñó un papel de ejemplo, pero también una función catalizadora. Esa función se ejerció sobre todo en la modernización de la pintura obrada durante el siglo XIX, principalmente en Goya y Manet. En el siglo XX su influencia fue mucho menor, pero alcanzó a la obra de dos artistas singulares, Picasso y Bacon», concluye Javier Barón.