Jorge Castillo: «Siempre tuve mentalidad de escultor»

Montse García Iglesias
Montse García SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

Conocido por su faceta como pintor, exhibe su obra escultórica en el Gaiás

21 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Tengo miles de retos en mi taller», afirma Jorge Castillo (Pontevedra, 1933). Tras más de seis décadas de trayectoria, no se detiene, como lo demuestran algunas de las piezas de reciente creación de la exposición que hoy abre en el Museo Gaiás y que se centra en la cara más desconocida de su faceta artística: la de escultor. Se trata, precisamente, de la primera muestra centrada únicamente en estas creaciones.

—Después de una trayectoria tan amplia, ¿qué supone que por primera vez una exposición se centre en su faceta escultórica?

—Nunca he hecho exposiciones de escultura hasta ahora, pero en las de pintura, cuando eran muy grandes, a veces he puesto alguna pieza escultórica. Cuando me ofrecieron la posibilidad de exponer aquí [Museo Gaiás], dije que solo escultura. Es más, los cuadros incluidos son cuadros escultóricos. Para mí es estupendo ver mi escultura desde finales de los años 60 hasta aquí.

—Reconocido internacionalmente por su trayectoria pictórica, ¿qué papel ha jugado la escultura en su creación artística?

-Siempre tuve una mentalidad de escultor. Conocí en Suiza a Giacometti a raíz de un premio de dibujo que nos invitaron a los dos -el premio me lo dieron a mí (sonríe)-, y me decía que mis dibujos eran escultóricos. Él me dijo: «Tú siempre has sido un escultor. Tu pintura siempre tiene que ver con la escultura». Él lo veía claro en mis dibujos, incluso antes de que yo hiciese escultura.

—Asegura que tiene mentalidad de escultor, pero es más conocido por la pintura.

—Es igual para mí. Hago escultura desde los años 60. Cuando creo una, luego hago un cuadro; y cuando hago un cuadro, después una escultura. Van juntas. Los hago al mismo tiempo.

—¿No domina, entonces, una sobre la otra en cuanto al orden?

—No. Puede ser que tenga una idea, y si es en color, entonces, pinto; si la idea es volumen, hago una escultura. Pero siempre hago lo mismo, siempre están juntos. La idea siempre se transforma en pintura y en escultura.

—¿Qué le aporta en ese trasvase la pintura a la escultura, y viceversa?

—No se aportan nada, son mundos independientes. Cuando hago eso, me divido en dos. La escultura no puede aportar nada a la pintura y, al revés. El color no aporta nada a la escultura. Pero hay un denominador común, que es la línea. Para la pintura es muy importante el dibujo, la línea, y para la escultura, también. La línea es esencial en el arte, lo único que tienen común la pintura y la escultura: es el corte del acero o el trazo del cuadro.

—En el 2017, en una retrospectiva en Pontevedra, afirmaba que su trabajo ha sido siempre la búsqueda de la emoción. ¿Sigue siendo ese el motor de sus obras?

—En esta exposición, en las esculturas es lo mismo, transmitir emociones. Las emociones del humano. La escultura es muy material: tiene volumen, tiene cuerpo, tiene acero, tiene arcilla... Ahí muestro mundos de emociones, no cambia nada.

—Y hablando emociones, ¿son muy distintas las que le mueven a crear ahora que las que lo hacían cuando empezaba?

—Naturalmente, han aparecido otras emociones. Al crecer como persona -no solo como artista-, he llegado a emocionarme con cosas que en los años 50 no tenía en cuenta. Pero, las cosas que me emocionaban relativas al ser humano en los años 50 lo siguen haciendo hoy totalmente, solo que se ha enriquecido mi vida, entonces, han aparecido cosas nuevas, sobre todo a partir de los años 70. Yo no separo mi vida como persona de mi vida como artista. Están conectadas de manera muy intensa.

—Siempre ha dicho que no se circunscribe a ningún movimiento artístico. ¿Esto le ha beneficiado o perjudicado?

—Me ha perjudicado en la relación del mundo del mercado, porque el mundo del mercado del arte prefiere que estés adherido a un movimiento conocido; pero me ha beneficiado respecto a los coleccionistas de gran sensibilidad, que lo que les ha gustado ha sido precisamente que mi obra no estuviese en ningún movimiento.

—Siempre tuvo clara su apuesta por el estilo propio.

—Sí, mi camino es el no tener ataduras. Pero yo conozco muy bien todos los movimientos, me interesan mucho, no estoy en contra de ninguno, pero yo me mantengo al margen.