Bertrand Mandico abruma con «After Blue», un wéstern cósmico y «queer»

José Luis Losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

Fabrice du Welz, en Sitges.
Fabrice du Welz, en Sitges. Quique Garcia | Efe

Fabrice du Wetz presenta «Inexorable», una relectura de «La mano que mece la cuna»

15 oct 2021 . Actualizado a las 19:16 h.

El francés Bertrand Mandico posee una cosmogonía singularísima. Supongo que a muchos les generarán rechazo o distancia esos universos oníricos de seres que habitan en el cross-over de géneros, la exaltación de lo queer como ultramundo y los intercambios de fluidos. A mí me fascina su cine. Me pasó ya con sus cortos y con Les garçons sauvages. Y me sucede de nuevo con After Blue: se trata de un arriesgadísimo wéstern cósmico con absoluto protagonismo femenino -el hombre se ha extinguido, por su exceso de vello corporal- y la pansexualidad como razón de ser. No es Mandico plato de gusto para el espectador medio de este festival. Y así abandonaban la inmensa sala del Auditori a menos de quince minutos de iniciada la función, en grupos de a media docena la huida. Se perdieron -por rapidillos- un homenaje y revisión fascinante de John Ford, que no era precisamente metrosexual. Es After Blue una evocación de la persecución de una forajida, que bebe nítidamente de Centauros del desierto y de El hombre que mató a Liberty Valance. En ese escenario como de película de ciencia ficción serie B asistimos a como el más vanguardista y barroco de los creadores puede remitir a las cimas del mayor de los clásicos. La paradoja de la creación encendida, transgresora pero sabia conocedora de las raíces de la poética del cine. La posmodernidad autoconsciente que no se anda con tonterías, aunque a muchos se lo parezca.

Fabrice du Wetz es, en cambio, autor icónico en Sitges. Es el cineasta belga un poderoso generador de atmósferas malsanas desplegadas, cada uno de una manera bien distinta, en las inolvidables Calvario, Vinyan o Adoration. Aquí presentó Inexorable: se trata de una relectura ?alguno diría remake de atraco a mano armada- de La mano que mece la cuna. Es cierto que su estructura sigue la senda de la criada enredadora y psicopática del filme de Curtis Hanson. Pero la forma en que Du Wetz filma los manejos siniestros de la extraña que irrumpe en la vida de una familia burguesa en su mansión de la campiña posee bastante genética personal. Esa nube del mal, que el guion emparenta sutilmente con uno de los períodos más negros de Bélgica ?el del rexismo de Leon Degrelle en la Segunda Guerra Mundial, más nazi que los genuinos- y el cuasi descubrimiento de una actriz germinal como Alba Gaïa Bellugi, aportan a Inexorable un valor propio, más allá del pretendido plagio de las diabluras de kelly sofisticada y asesina de la noventera Rebecca de Mornay.

Después de diez días en los que este festival ha sido fiel a su innegociable tradición de poseer la sección oficial a concurso mayor del circuito internacional -son nada menos que 38 las películas que se disputan los premios- resta aguardar por las alegrías que nos depare ahora uno de los jurados más pintorescos y manoletinos de los que este cronista guarde recuerdo: Ali Abbasi, el cineasta iraní afincado en Suecia y ya especialista en un cine muy bizarro, es como la trayectoria más ortodoxa de un jurado que reúne a la directora divina de la muerte de nombre artístico Luna, al cómico Joaquín Reyes -que se cuela, con falsa candidez, en la cola del café-, al crítico polifacético y ocasional director Antonio Trashorras. Y a Alaska, fan de Freddy Kruger, que debe de ser algo así como la Cate Blanchett de sus señorías.