León de Oro excesivo para «L'événement» y justa Copa Volpi para Penélope Cruz

José Luis Losa VENECIA / E. LA VOZ

CULTURA

La actriz Anamaria Vartolomei felicita a la realizadora Audrey Diwan por el León de Oro de la 78.ª Mostra.
La actriz Anamaria Vartolomei felicita a la realizadora Audrey Diwan por el León de Oro de la 78.ª Mostra. Yara Nardi | Reuters

Paolo Sorrentino gana el Gran Premio del Jurado de Venecia y Jane Campion se hace con el reconocimiento a la mejor dirección

12 sep 2021 . Actualizado a las 10:30 h.

Una de las mejores ediciones de la historia reciente de la Mostra se cierra con el sabor agridulce sino indigesto de un palmarés ingrato y en algunas de sus decisiones delirante. El León de Oro de esta 78.ª edición para el filme francés L’événement, de la directora francesa de origen libanés Audrey Diwan, viene a reconocer el coraje con el cual se evoca una página negra de los derechos pisoteados de la mujer en la Europa de las libertades de hasta hace menos de medio siglo. La película de Diwan narra con pulso firme la crueldad y el encarnizamiento médico y social que se ceban en una adolescente que sufre un embarazo no deseado en la Francia de 1964, cuando el aborto era delito e interrumpir el embarazo suponía exponerse a terminar en la muerte en uno de los ilegales pudrideros de la forzada clandestinidad.

Y hay valentía ensalzable en las decisiones de la realizadora de mostrar de manera explícita algunos planos de ese fallido y dantesco parto en el que culmina el tormento vital de la joven protagonista, la excelente actriz franco-rumana Anamaria Vartolomei. Las firmes y honestas raíces de L’événement como cine reivindicativo que se hunde en un agujero negro de nuestro pasado reciente hacen convivir lo impecable de cualquier premio que reciba con la evidencia de que por encima de la película de Audrey Diwan se alzaron en este festival las obras de Paul Schrader, de Pablo Larraín o de los rusos Natasha Merkulova y Aleksei Chupov, todas ellas piezas de cine mayúsculo. Y excluidas de modo radical del palmarés por la miopía o la insensibilidad del jurado presidido por el coreano Bong Joon-ho.

De entre las decisiones de ese palmarés de exabruptos se salva también la justicia de otro premio inatacable. Es soberbio el trabajo de Penélope Cruz en la excelente Madres paralelas de Almodóvar. Y la Copa Volpi como mejor actriz para la española viene a reforzar la intensidad emotiva y política de su personaje, la mujer que lucha por encontrar los restos de su abuelo asesinado en nuestra Guerra Civil.

La intérprete española Penélope Cruz festeja el reconocimiento de la Copa Volpi a la mejor actriz del certamen.
La intérprete española Penélope Cruz festeja el reconocimiento de la Copa Volpi a la mejor actriz del certamen. Yara Nardi | Reuters

Con este reconocimiento, Penélope Cruz suma el entorchado de Venecia a los obtenidos en Cannes -allí, un premio colectivo a todas las actrices de Volver- y a su Óscar. Algo que la convierte en la actriz española -y de habla latina- más reconocida de toda la historia.

Y hay que celebrar que una directora que parecía arrumbada en el tiempo como la neozelandesa Jane Campion vea clarificado su resurgir con el premio a la mejor dirección por esa nueva vuelta de tuerca que da al universo del wéstern en la magnífica The Power of the Dog. Se trata este de un ejercicio de crossover genérico fascinante en el cual va tomando forma un psicodrama a la altura de los de Tennessee Williams -con mujer alcoholizada y antihéroe siempre en ebullición por su homosexualidad no asumida- en un escenario de praderas sin ley.

Dominó de despropósitos

A partir de ahí se precipita el dominó de despropósitos de las restantes decisiones tomadas por Bong Joon-ho, Chloé Zhao y su banda. Parecía inevitable que Paolo Sorrentino -con la ruidosa presión doméstica ejercida por los italianos- saliese con premio casero a hombros. Es de agradecer que no sea el bingo del León de Oro. Y, de hecho, el Gran Premio del Jurado no dio sensación de contentar del todo al megalomaníaco cineasta napolitano. Es inocultable que Sorrentino quiso vender aquí È stata la mano di Dio como su personal Amarcord, una narración autobiográfica de su infancia, su pérdida de la inocencia y la muerte de sus padres. Y para ello decidió minimizar los manierismos más circenses de su estilo. Pero aun en esa aparente modestia no deja su película de resultar ejercicio de narcisismo sorrentiniano ciertamente empalagoso. De rebote, el joven actor que encarna al alter ego del director, Filippo Scotti, se llevó el Premio Marcello Mastroianni al actor del futuro.

Galardón para el cine gallego, por suerte a salvo de Bong Joon-ho

Completan la lista de premios absurdos de la sección oficial decisiones groucho-marxistas como la de apreciar que en un tal John Arcilla -uno de los incontables actores de la bufonesca cinta filipina On the Job: The Missing 8, que no fue tomada en serio por nadie- reside la mejor interpretación masculina, por delante de registros colosales como los de Oscar Isaac en el The Card Counter de Paul Schrader o Vincent Lindon en Un autre monde.

Había coincidencia en que The Lost Daughter, dirigida por la actriz Maggie Gyllenhaal, era una película de apreciable riesgo pero que se hundía por las fallas de su escritura dramática sobre las lagunas mentales de una mujer deshabitada. Pues precisamente eso, su guion, es lo que el jurado ha considerado ejemplar. Y largarle el Premio del Jurado al Michelangelo Frammartino de Il Buco suena a lastre para contentar a quienes adoran la espeleología inanimada. Pero no tanto el cine.

Lo que no podrá evitar este palmarés -como todos los demás, evanescente- es la consciencia de que esta magnífica cosecha de la 78.ª Mostra dejará su huella en títulos ya indelebles sobre los que el tiempo sentará justicia: la imposible redención y el tormento bressoniano de The Card Counter, el canto del cisne de la Spencer del chileno Larraín, el estalinismo frente a la agónica huida hacia delante de la rusa Captain Volkonogov. También, en menor medida, las películas de Lorenzo Vigas y de Michel Franco.

Tuvo mucha suerte de competir no en la sección oficial de la Mostra sino en la paralela Settimana della Crítica la producción gallega Eles transportan a morte, ópera prima de Helena Girón y Samuel Delgado. A salvo de los desatinos del jurado de Bong Joon-ho, la abrumadora grandeza cromática y visual de su película -que por momentos remite a nombres como el de Phillippe Grandieux- logró que sus explosiones de lava y sus cargas de profundidad hacia el jenízaro descubrimiento de América recibiesen el Premio Mario Serandrei a la mejor contribución artística.