Lorenzo Vigas lleva a la Mostra «La caja», en la que denuncia la explotación laboral como fosa común de seres humanos

José Luis Losa VENECIA / E. LA VOZ

CULTURA

Vigas, rodando en una maquiladora, una factoría mexicana fronteriza en la que los derechos de los trabajadores no son algo prioritario.
Vigas, rodando en una maquiladora, una factoría mexicana fronteriza en la que los derechos de los trabajadores no son algo prioritario.

« L'évènement» trata la tragedia de los abortos clandestinos en la Francia de hace solo 50 años, según la novela de Annie Ernaux

07 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta Mostra, que está resultando formidable, comenzó con las fosas y los desaparecidos de Madres paralelas. Y pasa hoy su ecuador con La caja, soberbia película de Lorenzo Vigas que establece, además, un diálogo tan aterrador como perentorio entre aquel pasado nuestro y el tiempo presente en este México de las deshumanizadas maquiladoras. Un espacio donde el desierto sepulta literalmente a los trabajadores excedentes, por conflictivos o por capricho de sus amos o patronos. Es ese hilo de la Historia que nos interpela desde la pantalla para situarnos ante la tierra removida. Y sobre cómo esta ha sido y es espacio donde echar a un lado violentamente y ocultar a quienes se oponen a las dinámicas globales de la explotación en el pasado siglo y en el presente.

Con La caja, el venezolano Vigas reanuda el discurso poderosísimo que inició en el 2014 con Desde allá, donde analizaba los infernales sistemas de producción o de relaciones humanas, definidos como aniquiladores de los de más abajo. Entonces se llevó de aquí el León de Oro. Y no es de descartar que pueda repetir con este nuevo extraordinario ejercicio de bisturí de guion. La búsqueda protagonizada por un niño que acude a recoger lo que cree las cenizas de su padre enterrado en una fosa común nos va espesando el ánimo en su inmersión en el lodo moral, la que le lleva a descubrir esa máquina de matar asociada al trabajo semiesclavo en el México profundo. Como encarnación de figura que decide vidas y muertes desde una campechanía engañosa, tira Lorenzo Vigas de un veterano y magnífico actor, Hernán Mendoza. El pulso de este fáustico padre putativo (o no) con la mirada inocente del debutante Hatzín Navarrete opera como cine de altísima intensidad: la pugna del inocente por no verse sometido al fatal abrazo del oso, mesmerizado por el mal en estado puro. Por no venderse en el mercado de almas que vagan sin misericordia ni identidad en el desierto.

El aborto tan temido

Viendo el filme francés L’évènement reflexiono que no existen tantas películas con epicentro argumental en la tragedia de los abortos clandestinos. La Palma de Oro hace unos años de la rumana Cuatro meses, tres semanas, dos días fue tan notoria como escasa la lista de filmes que aborden el dantesco escenario que en la Europa más avanzada en libertades vivieron las mujeres hasta el último cuarto del siglo XX. El potro de tortura que cabalga esa menor accidentalmente embarazada, a la que pone coraje y padecimiento una sobrecogedora Anna Maria Vartolomei, lo escalona la directora Audrey Diwan en su callejón sin salida, camino al ensañamiento o a la muerte, con estimable dominio del tempo.

Tiene que manejar Diwan decisiones de calado entre las cuales no es la menor la explicitud visual de esa crueldad. Discutía alguien lo que hay de oportuno en el plano de un cordón umbilical sangrante que precede a una agonía. No hay ápice de efectismo o truculencia en la desesperación que palpita en cada plano de esta otra gran película de la jornada que gira en torno a la explotación y el abuso y que adapta la novela de Annie Ernaux. En este caso sobre el cuerpo femenino.