La mayor digitalización de los libros de texto pone en apuros a las librerías

Carlos Portolés
Carlos Portolés REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Sandra Alonso

La venta de libros de texto les resulta cada vez menos rentable

08 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los libros de texto ya no son buen negocio para las librerías. La digitalización de los contenidos en las aulas trae una cara oculta. La de las pérdidas provocadas en las modestas papelerías de barrio. Lo que antes era tinta ahora son tabletas digitales. Miles de libros que se vendían y ya no se venden. Una modernización que, si es desacompasada, puede dejar a los más vulnerables por el camino.

Dicen por ahí, no sin razón, que el futuro es ahora. Los aparatos son cada vez más inteligentes, las pantallas cada vez más nítidas y los usuarios cada vez más doctos. La digitalización paulatina de espacios como el trabajo o el aula es una realidad ineludible. La máquina llegó para quedarse. Y la reconversión no es fácil.

Integración y punto intermedio

Dicen que el gran reto de la modernización de los procesos de aprendizaje es buscar el equilibrio entre lo digital y lo analógico. Que los niños deben aprender a relacionarse con los inventos de su tiempo. Que la tecnología no debe ser temida, pero tampoco reverenciada.

El contacto con el papel y con el lápiz no debe erradicarse, sino integrarse y encontrar un nuevo encaje en el modelo educativo. «Solo lo digital no es suficiente para la formación de los niños, hay capacidades como la caligrafía que solo se desarrollan en el modelo analógico», asevera Cielo Fernández, vicepresidenta de la Federación de Librarías de Galicia. Los puntos de venta de libros se sienten abandonados.

Desde que las aulas comenzaron su viaje hacia la tierra prometida de lo binario, el sector está viendo reducido sin remedio su volumen de ventas. No piden regresiones imposibles, simplemente avanzar hacia un espacio de enseñanza mixto que aúne lo mejor de ambos mundos. Papel y pantalla trabajando codo con codo. Optimizando la experiencia de alumno y profesorado y perfeccionando técnicas.

«No hay nada que los libreros podamos hacer. Solo pedimos que haya un equilibrio. Hay que tener claras las necesidades nuevas y encontrar una forma de integrarnos», dice Fernández. No dejar a nadie atrás, asignatura pendiente.

Otros no son tan optimistas. Apuntan que la venta de este producto nunca fue rentable, y que se hacía más por labor social que por búsqueda de beneficio.

«Las librerías intentamos vender cada vez menos volumen de libros de texto, porque traen pérdidas. Nunca fue algo rentable, pero cada vez lo es menos», cuenta Ana Piñeiro, encargada de la Librería Nobel de A Coruña.

A pesar de que la Xunta recomienda ir siempre a comprar a librerías y papelerías, cada vez hay más colegios que se saltan al intermediario y hacen los pedidos directamente a la editorial. También existe el peligro de las grandes superficies y sus descuentos imposibles de igualar para el pequeño y mediano negocio. La atmósfera es cada vez más irrespirable, y muchos ya optan por abandonar la actividad que tantos dolores de cabeza les ha creado. «Ya no vendemos libros en tienda, solo bajo pedido. No queremos arriesgarnos», confiesa Piñeiro.

Fuertes y resistentes

Los negocios de barrio no se rinden. Saben rearmarse. «Las papelerías y librerías pequeñas debemos aprender a reinventarnos. Ofrecer otros servicios para sobrevivir. Somos fuertes, resistiremos», dice Nieves Millán, de la librería Palacios de Santiago. Aún queda papel. Hay vida después de la tableta. Nieves admite que este problema se divisaba a distancia, y que hace ya mucho tiempo que los negocios se estaban preparando para la embestida de la digitalización. «Las campañas escolares eran un empujón, pero si ya no hay nada que vender tienes que buscar otras soluciones».