Antón Castro: «El cazador de ángeles»

Xesús Fraga
X. Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Pippi Tetley

El último libro del escritor de Arteixo afincado en Zaragoza es toda una declaración de vitalidad pasada por el filtro de lo poético

23 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mi padre residió entre cuatro y seis años en Suiza». Así empieza A Benito y Carmen. Más allá, uno de los textos que forman el último poemario de Antón Castro (Arteixo, 1959). El autor escribe sobre su padre y su madre —y se lo dedica a los propios hijos—, en un acercamiento que evoca las cartas que llegaban de la emigración y se convierte en una misiva al alén, como sugiere el título.

Es un buen indicador de lo que uno se va a encontrar entre las páginas de El cazador de ángeles: una memoria que no es censora y burocrática, sino afectiva, que retiene gestos, sentimientos y paisajes. La amistad, la naturaleza, el paso del tiempo y el amor, son todos ellos temas clásicos y universales y que Antón Castro aborda desde su singular experiencia, capaz de atrapar en palabras esos recuerdos y retratar las vivencias. Aquí están el poema del matrimonio del hijo, las aguas sucias de hace treinta años de los canales de Venecia, la infancia frente al mar de Arteixo, los viajes y las películas... También están los amigos y los poetas admirados —Bécquer—, y las calles de Zaragoza, donde el escritor reside desde hace ya años. Junto a ellos se cuelan la llegada del virus, pero también nombres propios de rima difícil, como Facebook o Instagram, pero que Antón Castro integra con toda naturalidad, porque tiene ese don de trasladar a la poesía lo que mira y lo que vive.

Un planteamiento existencial que se recoge en las primeras palabras de La vida y el virus: «Existir es un no parar. Respirar sencillamente, mirar, sentir, deslumbrarse, dejarse ir. Existir es recordar e imaginar el futuro. Y es comprender: darse cuenta. Percibir la luz y sus incidentes. Sonreír. Atender. Escuchar, casi más que te escuchen. En los otros estás tú y tu intimidad». Toda una declaración del yo poético no ensimismado, sino en diálogo con los demás y el entorno que lo rodea.