Algunos cambiaron de lengua literaria, como Nabokov -«Mi feliz expatriación comenzó prácticamente el día de mi nacimiento»: otra cita que preside Sin tiempo para el adiós- y otros no pudieron volver a su país de origen, en algún caso, porque ya no existía: las fronteras, nombres y estados habían mudado en apenas unos años.
Con la publicación de este volumen, Mercedes Monmany sigue una línea temática que ya había transitado en Por las fronteras de Europa y Ya sabes que volveré. En sus páginas queda patente su interés y profundo conocimiento de las literaturas centroeuropeas, pero la mirada es plural y abarcadora: en sus páginas conviven la comunidad judía de Nueva York, James Joyce en Trieste y Max Aub en México, hasta llegar a José Ángel Valente y Winfried Georg Sebald.