El arte audaz, libre y disidente de Georgia O'Keeffe llena de color el Thyssen

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Un visitante fotografía una de la exuberantes flores pintadas por Georgia O'Keeffe
Un visitante fotografía una de la exuberantes flores pintadas por Georgia O'Keeffe Luca Piergiovanni | efe

El museo madrileño narra en 90 obras el luminoso viaje a contracorriente que realizó la creadora estadounidense, la pintora más cotizada de la historia

21 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Audaz, libre y disidente. Así describe la vivificante pintura de Georgia O’Keeffe (Sun Prairie, Wisconsin, 1887-Santa Fe, Nuevo México, 1986) Marta Ruiz del Árbol, comisaria de la muestra que revisa en el museo Thyssen-Bornemisza hasta el 8 de agosto la obra de la indómita y viajera pintora estadounidense, la más cotizada de la historia. Es su primera retrospectiva en España y recrea en 90 pinturas datadas entre 1915 y 1977 su doble y luminoso tránsito a contrapelo: de la abstracción a la figuración en lo plástico, y del bullicio neoyorquino al silencio del desierto de Nuevo México en lo físico y personal. Un periplo marcado por su absoluta independencia creadora. «Jamás imitó a nadie. Su libertad y su decisión le llevaron a no seguir ninguna de las corrientes dominantes en su época. Fue una artista disidente, muy libre a nivel artístico y personal», destaca Ruiz del Árbol, conservadora de pintura moderna del Thyssen y responsable de una muestra que reivindica a O’Keeffe «como una artista que hizo del viaje parte fundamental de su proceso creativo».

Un hombre observa dos de las obras expuestas en el Thyssen
Un hombre observa dos de las obras expuestas en el Thyssen Luca Piergiovanni | efe

«Libre y liberada, salvaje, valiente y luchadora, fue una mujer que hacía feminismo de acción», dice María Herreros, que ha llevado al cómic la vida de la artista. El doble viaje de O’Keeffe, pareja del fotógrafo Alfred Stieglitz, comienza en el Nueva York de 1915, donde se forja la modernidad del siglo XX, y concluye en el desierto de Nuevo México, donde a partir de 1945 halló una libertad que no tenía en la metrópoli «y pudo encontrarse a sí misma abandonando todo cuanto había aprendido». «En el desierto elimina todo lo accesorio; las flores son un símbolo de pertenencia al medio natural de una artista que tuvo una relación mística con la naturaleza», explica Ruiz del Árbol de la colorista pintura de O’Keeffe, ligada desde entonces a la botánica y al paisaje, y conocida por sus calaveras de vacas y por unas flores del desierto que presenta en primeros planos y en las que ha habido quien ha querido ver genitales femeninos. «Hay algo inexplicable en la naturaleza que me hace sentir que el mundo es mucho más grande que mi capacidad de comprenderlo», aseguraba la artista.

Una mujer contempla la obra de Georgia O'Keeffe «Estramonio. Flor blanca n.º 1», un óleo sobre tela que data de 1932
Una mujer contempla la obra de Georgia O'Keeffe «Estramonio. Flor blanca n.º 1», un óleo sobre tela que data de 1932 Luca Piergiovanni | efe

El Thyssen atesora cinco pinturas de esta creadora «concienzuda y meticulosa que siempre supo lo que quería». Es la mayor colección de O’Keeffe en Europa. De museos y colecciones estadounidenses proceden 83 de las obras expuestas y solo dos de una colección alemana. Entre todas, destaca Estramonio. Flor blanca n.º 1, tela realizada en 1932 y subastada en el 2014 por más de 36 millones de euros, una cifra que convierte a O’Keeffe en la pintora más cotizada de la historia.

España, Goya y los toros

A lo largo de su extensa carrera -murió con 98 años-, Georgia O’Keeffe nunca dejó de viajar, primero por su país y por todo el mundo en el último tercio de su vida. Vino dos veces a España, en 1953 y en 1954. Entró por el País Vasco y visitó en Cantabria las cuevas de Altamira. «No tenía por la pintura occidental el gran aprecio que tenía por la asiática, pero visitó el Prado y quedó maravillada con Goya», explica la comisaria. Interesada en las procesiones de Semana Santa y en los toros, O’Keeffe fue después a Sevilla.

«Sus anotaciones sobre los vestidos de los toreros son muy detalladas, pero no hay constancia de que pintara o dibujara nada en sus estancias españolas, que fueron el desencadenante de numerosos viajes internacionales e inspiraron nuevas obras», prosigue Ruiz del Árbol.

Símbolo de la mujer moderna, O’Keeffe es una de las pocas creadoras asociadas a las vanguardias de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos.

Detalle de una de las salas de la muestra de O'Keeffe en el Thyssen, en Madrid
Detalle de una de las salas de la muestra de O'Keeffe en el Thyssen, en Madrid Alberto Ortega | europa press

Tras deslumbrar con las audaces obras abstractas que abren la exposición, esta recorre toda su trayectoria. Rememora la atracción por la belleza e inmensidad del paisaje norteamericano, desde las planicies y cañones de Texas a los paisajes urbanos en los que captó la rápida transformación de Manhattan en la ciudad de los rascacielos. De su última época se muestra la fascinación que sintió al viajar en avión con unas pinturas en las que captó a vista de pájaro los meandros de los ríos. «Todo con un lenguaje propio que a veces remite con exactitud a la realidad visible y otras se torna en una armoniosa combinación abstracta de formas y colores», señala la comisaria. La sala final exhibe algunos de los objetos que se conservan de su taller y que permiten intuir una reconstrucción de su proceso creativo.

La histórica exposición, prevista para el año pasado y aplazada por la pandemia, hará después escala en el Pompidou de París y la Fundación Beyeler de Basilea.