-¿Estamos a tiempo de frenar la corrección política y la posverdad?
-Está habiendo ya reacciones. Todo ese movimiento contra la cancelación es muy significativo. Las cosas han llegado a un punto de gravedad suma que la gente percibe porque, además, se está destruyendo algo que sirve para nuclear la sociedad, que es el sentido común, que también hay un sentido común lingüístico, que parece que es lo que está en liquidación.
-También aborda el lenguaje inclusivo. Le pidieron que revisase incluso la Constitución.
-Creo que la revolución feminista es el hecho histórico más importante de este siglo y el más importante que yo viviré. Es una revolución, además, no sangrienta, razonable, obligada y enriquecedora. El único problema que hay es que se hacen atribuciones que no son correctas. Se atribuye a la lengua pecados en contra de la condición de la mujer de los que la lengua no es culpable. Las palabras no crean las cosas. Es al revés, las cosas crean las palabras. Si fuese de aquel modo, sería muy fácil arreglar el mundo, porque bastaba con suprimir las palabras para que las cosas se arreglaran. Es cierto que estamos trabajando para depurar la lengua de expresiones que son burdas, inconvenientes, que afectan a la condición de la mujer. Yo, como director de la Academia, procuré que se hiciera con el diccionario, pero las lenguas tienen una estructura propia que no fue inventada por el patriarcado. La causa del problema de la igualdad de la mujer no está en la estructura de la gramática, por lo tanto, no hay que confundir gramática y machismo.