Premios Goya 2021: El año del encubrimiento

José Luis losa

CULTURA

Luis López Carrasco recibe el Goya al mejor documental por «El año del descubrimiento»
Luis López Carrasco recibe el Goya al mejor documental por «El año del descubrimiento» Premios Goya / Miguel A. Cordoba

Nuestro cine se pegó un tiro en el pie al desmerecer los méritos de una película que no es solo la mejor película española de la temporada

07 mar 2021 . Actualizado a las 22:27 h.

Cuando la masa crítica del cine español desmantelado tiene mucho de mano alzada antes del patio del recreo es normal que los Goya los ganen Las niñas, claro caso de hype. Un globo inflado por una buena campaña de publicidad. La vi nacer en la Berlinale del 2020 y los entusiasmos que generó allí eran perfectamente descriptibles. No le hizo caso ni El Tato.

Empieza a ser preocupante en nuestro cine la mímesis generada por el -este sí, muy veraz y palpitante - Verano 1993, de Carla Simón. Desde entonces proliferan -ya como fórmula- las historias de rememoración de infancia con sesgo cuasi realista. Y de ese filón de oportunismo o de ausencia de imaginación surgen Las niñas, ejercicio correcto, esencialmente plano, en torno a la nostalgia ochentera. Pero es que en este 2020, con la cosecha de producción por los suelos -hasta Santiago Segura, desacomplejado, se atrevió a ofenderse porque no nominasen Padre no hay más que uno 2- nuestro cine se pegó un tiro en el pie al desmerecer los méritos de un film, El año del descubrimiento, que no es solo la mejor película española de la temporada. Figura en lo más alto de las listas de toda la crítica y revista especializada a nivel internacional. Los académicos españoles entendieron que era un documental y les quedaba como a contramano. Y durando cuatro horas, a ver quién se adentraba en serio en lo que es la más innegociable crónica a posteriori y sin anestesia del lado sombrío de nuestra democracia joven. ¿Cómo? ¿Un documental sobre la crisis del sector naval en Cartagena? ¿Con calidad de VHS, la gente fumando y la pantalla partida? Así que la confinaron como docu y le dieron el premio de esa categoría y el de montaje, para disimular. Y perpetraron el año del encubrimiento.

Para todo lo demás, que entren el aborregado sí de las niñas con su nostalgia del chándal de Naranjito en un colegio de monjas de Zaragoza; y el cupo del cine vasco, que cada año se lleva siete goyas por decreto ley, esta vez con Akelarre y con Ane. Otras, con gigantes y cabezudos. Y, ya de paso, que el colectivo que vota deje otra manoletina de su insensibilidad no reconociendo el acontecimiento del resurgir de la venerable Kiti Mánver, recuperada y magnífica en El inconveniente. Sobre los cuatro goyas de Adú no puedo expresar valoración porque no la he visto: en ocasiones, hasta uno es capaz de optimizar su tiempo.

Aparte de eso, a mí la gala me gustó. Antonio Banderas, que estuvo regio y puso el teatro, salió a escenario mientras de fondo sonaba sutilmente la banda sonora de Átame, rodaje del cual Ennio Morricone salió, después de conocer y detestar a Pedro Almodóvar, sin creerse que pudiese existir alguien con más ego que él, al fin y al cabo Il Maestro. Banderas tiró de agenda de amigos. Y, gracias a sus dotes de influencer otoñal, vimos brindar por el cine español a más Hollywood que en los aguados Globos de Oro. Incluso se sumó a la lista el padre padrone de Cannes, el hombre que manda más, Thierry Frémaux.

Las limitaciones de una gala no presencial aceleraron la noche. No hubo gags goyescos de Joaquin Reyes y El Sevilla ni otras situaciones de vergüenza ajena o de embarazo. En la fórmula de la videoconferencia, los premiados parecían -según el tono sobrio o extático de su celebración- Sissi Spacek antes de ser elegida miss fake en el baño de sangre de Carrie o, de la otra forma, los colegas de Resacón en Las Vegas.

Me alegró sinceramente el Goya para Mario Casas, que se reinventa en la nada desestimable No matarás. Me hace como renacer que Ángela Molina irrumpa y llene todo de luz. Que Almodóvar viaje a Málaga solo para leer un premio que le da a otro, y que comparta escenario con dos directores que no son él y que encima hablan inglés, hay que valorarlo como otro logro -este inconmensurable- de Banderas.

Y dejo constancia o queja de que pusieron a una cantante argentina a lunfardear malamente La Violetera madrileñísima. Para hoy no espero menos que una necesaria rueda de prensa de nuestra Díaz Ayuso. Se impone una reivindicación de la capital y de Sara Montiel, que nació en Chamberí. Ah, y Berlanga vive.