Emilio del Río: «La retranca es herencia romana»

CULTURA

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El mediático latinista dice que el Arde Lucus es «maravilloso» y confiesa que concibió en A Mariña su último libro «Calamares a la romana»

02 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Les invito a un viaje en el tiempo. De la mano de Emilio del Río (Logroño, 1963), profesor, ex político, colaborador de RNE, director general de Bibliotecas de Madrid, autor de hits como Calamares a la Romana (Espasa), sumerjámonos en el mundo de los romanos con sus togas, su sapiencia y su procacidad. Súbanse a la cuadriga. Despegamos.

-Vaya, vaya, experto en latín.

-Bueno, es que desde que besé a mi primera novia, adoro todas las lenguas.

-Ja, ja. Dígame, ¿cuál es su película de romanos favorita?

La vida de Brian! En la famosa escena de «¿Qué han hecho los romanos por nosotros?» hay tres cosas que no dicen: el latín, esta lengua maravillosa que seguimos hablando sin darnos cuenta y de la que vienen nuestras lenguas. Otra, el Derecho, que está en todo el mundo y una tercera, que es el humor. Esa dimensión del humor, los griegos no lo tienen.

-¿La retranca gallega tiene origen romano?

-Absolutamente. La retranca es herencia romana, una de sus grandes aportaciones. Ese escepticismo, ese reírse de todo y de sí mismos... Si me preguntan cómo era el humor romano, contestaría que algo como la retranca gallega.

-Sí, sí, pero aparte de todo eso, ¿qué han hecho por nosotros los romanos?

-Casi nada. Que vivamos, que sintamos, que amemos o que incluso nos insultemos como ellos. Somos romanos, aunque no nos demos cuenta. Este gesto de la peineta [y me lo enseña en la videollamada] es romano.

-Un signo fálico.

-Sí. A este dedo se le llamaba también dígitus impúdicus. La homosexualidad no estaba mal vista. Pero solo la posición activa. No la pasiva.

-Me está complicando la entrevista.

-Bueno, pero el falo también tenía un sentido positivo, porque espantaba los males. Por eso hay tantos en las casas, en los puentes, en las construcciones... Nosotros nos hemos quedado solo con el sentido negativo.

-Yo diría que a la gente, las historias de romanos, nos fascinan, pero el latín no le gusta a casi nadie.

-Y es terrible, porque el latín es muy divertido. Y fácil. Si es que hablamos latín sin darnos cuenta. Si un ciudadano de Lucus, por decir algo, viajara en el tiempo a Galicia, entendería muchas palabras. Más del gallego que del castellano. Es que muchas ni siquiera han cambiado. El déficit que tenemos es que, mientras en Francia, Alemania o Inglaterra se estudia cada vez más latín y griego, aquí no damos ni siquiera la oportunidad.

-Pero mire, los romanos se lo copiaron todo a los griegos.

-Es verdad que Roma queda fascinada por la cultura griega, pero son dos concepciones distintas. Roma tiene una enorme capacidad transformadora. Ellos hacían ciudadanos a la gente, no los dejaban morir en las pateras. Ni el derecho ni el humor está en los griegos, Y los romanos tienen una visión muy práctica de todo. Vitruvio decía que donde esté una buena cloaca, que se quite cualquier templo griego.

-¿Cuál es su romano favorito?

-Cicerón. Representa la libertad, la cultura, la democracia... Roma nos deja una gran lección y es que todo se puede disolver. Algo tan sólido y duradero como el mundo romano, se diluyó. Esta lección nos la ha recordado la pandemia: un virus microscópico nos ha encerrado a todos

-Pandemia seguro que ya estaba en el latín.

-Es una palabra que no ha cambiado en tres mil años.

-Y coronavirus, claro.

-Latín en estado puro. Virus significa veneno. Y corona es por la forma. Un ciudadano gallego de hace dos mil años que leyera pandemia y coronavirus tendría una idea muy aproximada de lo que está pasando.

-No me diga que nunca estuvo en el Arde Lucus.

-He estado en el Arde Lucus. Cada vez que pronuncio esa palabra, Lucus, me emociono. Es una experiencia maravillosa. Cuando uno recorre Galicia se da cuenta de hasta qué punto ese carácter es el carácter romano. Pero también en la conservación, en el estudio... El nivel de latinistas y helenistas gallegos ha sido siempre muy alto.

-Yo creo que en Galicia nos gusta más decir que somos celtas, no que somos romanos.

-Pues los gallegos somos romanos, aunque no nos demos cuenta.

-Su último libro lo escribió en Galicia.

-Lo concebí allí, un verano maravilloso, en Xove, un sitio fantástico que no olvido nunca y al que estoy deseando volver.

-¿De dónde viene ¿morriña»?

-Tiene que ver con el verbo mori, que significa morir. La morriña es morir un poco.

-¿Cómo es posible que los romanos no inventaran el fútbol?

-La humanidad tardó 1.500 años en tenerlo desde entonces. Jugaban a pelota y, aunque no tenían fútbol, tenían hooligans. Eran apasionados de las carreras de carros y cada auriga llevaba una camiseta de un color. El público se agrupaba, primero en bares, con ropa del mismo color de su auriga favorito, también en el estadio y se peleaban entre ellos. Hay una pintura en Pompeya que lo atestigua.

-¿Cómo se aficionó al latín?

-Por un error. Yo venía de ciencias, pero yo quería ser un latin lover y esa tilde cambió mi vida. Me di cuenta tarde de que lo que yo quería ser no tenía que ver con la carrera. Pero ya que estaba, la acabé.

-Es usted político.

-Lo fui. Cuando me preguntan por eso siempre digo: «Nadie es perfecto». Los romanos nos enseñaron que hay que implicarse con lo público. Yo lo entendí así y durante un tiempo me dediqué a eso. Pero es una etapa ya cerrada.

-Dígame cuatro palabras que le definan.

-¡Qué difícil! Amistad, humor, bondad, sexo. Nuestra cultura es muy pudorosa con el sexo. Los romanos lo vivían con mucha más normalidad.

-¿Cocina algo?

-Nada. Cuando estoy solo en casa, ni siquiera abro la puerta de la cocina. Para mí, saber cocinar es como ser astronauta. Lo admiro, son mis héroes.

-Dígame una canción.

-Pero a tu lado, de Los Secretos.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Ser buena persona. Hacer el bien. Mi lema de WhatsApp es: La bondad tiene premio.