Jawlensky, la obsesión por el rostro como centro del mundo

Miguel Lorenci MADRID/ COLPISA

CULTURA

Fernando Villar | efe

La Fundación Mapfre revisa el viaje hacia la abstracción del pintor ruso, que antes asimiló varios de los grandes «ismos» del siglo XX

09 feb 2021 . Actualizado a las 23:21 h.

«A mí modo de ver la cara no es solo la cara, sino el cosmos. En la cara se manifiesta todo el universo». Así lo creía Alexéi von Jawlensky (1864-1941), uno de los genios menos conocidos de las vanguardias del siglo XX cuya obra revisa la Fundación Mapfre en una completa retrospectiva. Precursor de la abstracción, el pintor ruso transitó por varios movimientos, del neoimpresionismo al fauvismo pasando por el expresionismo. Los deglutió todos en un febril viaje hacia la síntesis formal del que da cuenta El paisaje del rostro, en cartel hasta el próximo 9 de mayo en las salas de Mapfre en Madrid.

Superando todas las dificultades en los tiempos del covid, la fundación logró organizar la mayor muestra en España de Jawlensky en los últimos treinta años. Reúne más de un centenar de cuadros prestados por 30 colecciones, instituciones y museos que ofrecen un recorrido cronológico por la carrera del pintor consagrado en Alemania.

A través de seis secciones la exposición revisa la trayectoria del camaleónico artista, un crisol de ismos, desde sus orígenes y los inicios de su carrera en Múnich, pasando por la transformación que experimentó su pintura en Suiza, hasta sus últimos años en la ciudad alemana de Wiesbaden. La muestra confronta además la colorista pintura de Jawlensky con la de colegas como Matisse, Kandinsky, Derain, Klee, Girieud, Cross o De Vlaminck. También de Marianne Von Werefkin, compañera de Jawlensky, o de Sonia Delaunay.

«Sentí la necesidad de encontrar una forma para la cara, porque había comprendido que la gran pintura solo era posible teniendo un sentimiento religioso y eso no lo podía plasmar más que el rostro humano», escribió Jawlensky, que convirtió su investigación sobre la faz humana en un aventura espiritual. «Esa sensibilidad religiosa es otro de los motores primordiales de su obra, en la que el paisaje, las naturalezas muertas y los rostros son los grandes temas», confirma Carlos Martín, conservador jefe de artes plásticas de la fundación.

Fernando Villar | efe

«Esta obsesionado ritualmente con la cara, que no con el retrato, convencido de que el rostro representa a la humanidad», precisa Martín de un artista menos conocido que muchos de sus coetáneos pero cuyo influjo en sus sucesores fue crucial. «Dotó de una carga espiritual a sus trabajos y su talante sincrético le llevó a interesarse por todas las religiones», precisa el experto. Su viaje al rostro como centro del mundo, iniciado bajo la influencia de Van Gogh y Gauguin, pasa por las Cabezas de preguerra, las Cabezas místicas, las Cabezas geométricas o abstractas y las Meditaciones. Lo realiza «con una pintura en constante tensión entre la plasmación de la imagen del individuo y la reducción del mismo a un arquetipo», según Martín.

Revelación

Dos sucesos marcaron su búsqueda espiritual, casi religiosa, y Jawlensky los narra en sus memorias, dictadas cuatro años antes de su muerte. Cuenta primero la impresión que le provocó de niño la visión de un icono de la Virgen en una iglesia polaca llamada Kostjol y luego su turbadora visita a la exposición Universal de Moscú de 1880. «Al final descubrí la sección dedicada al arte. Solo había cuadros y fui tocado por la gracia, como el apóstol Pablo en el momento de su conversión. Mi vida se vio transformada. Desde ese día el arte ha sido mi única pasión, mi sanctasanctórum, y me he dedicado a él en cuerpo y alma», escribe.

Cuando al final de su vida la artritis impide a Jawlensky pintar con soltura, realiza unos rostros sintéticos de pequeño formato que ejercerán notable influencia en los artistas abstractos de la segunda mitad del siglo XX. «Y eso que Jawlensky nunca llegó a abrazar de forma plena la abstracción», destaca Martín de uno de los principales protagonistas en la formación del expresionismo alemán, cofundador en 1909 de la Nueva Asociación de Artistas de Múnich y que se movió en la órbita del colectivo El Jinete Azul [Der Blaue Reiter], determinante para la vanguardia alemana y europea.

«Hemos podido hacer una exposición como las que se organizaban antes de la explosión del covid-19», se felicita Nadia Arroyo, directora artística de la fundación. «Prestadores de todo el mundo han cedido sus obras con todas las garantías», destaca. Y es que en lugar de viajar con los correos que las tutelan durante su periplo de ida y vuelta, la vigilancia de las obras expuestas se ha hecho telemáticamente con un innovador sistema. «Hasta cuatro cámaras han certificado en directo el buen estado de las piezas a su llaga a la sala, en su desembalaje y su instalación», explica Arroyo.

Organizada por Fundación Mapre, el Musée Cantini de Marsella, y La Piscine, Musée d'Art et d'Industrie André Diligent de Roubaix, la exposición cuenta con préstamos de importantes colecciones particulares y de destacadas instituciones internacionales como el San Francisco Museum of Modern Art, el Centre Pompidou de París, el Kunstmuseum de Basilea, el Musée d'Art Moderne de París, el Albertina de Viena, la Kunsthalle Emden Zentrum Paul Klee de Berna o la Kunstsammlungen Chemnitz-Museum Gunzenhauser de Chemnitz (Alemania).