El filme indio «Guijarros» gana el primer Festival de Rotterdam virtual

josé luis losa

CULTURA

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La hegemonía asiática del certamen se consolida con este nuevo reconocimiento

08 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo ha cambiado este enero en el Festival de Cine de Róterdam. La crítica internacional ha asistido al primer gran certamen internacional que se tiene que seguir desde el sofá. Todo muta menos la ley de hierro que dice que en Róterdam -desde hace seis años de un modo hegemónico- gana siempre una película asiática. Y más específicamente, de China, Hong Kong o India. Este estigma no escrito se cumplió de nuevo en esta rara edición de 2021 con el triunfo del filme indio Pebbles (Guijarros). Y -como en las cinco ocasiones anteriores- la película vencedora acumula un limitadísimo talento artístico, desde luego muy por debajo del de varias propuestas de una estimable sección oficial, como el de la brasileña Madalena, la española Destello bravío o la norteamericana Mayday. Pero, amigos, esto es el mercado. O sea, el síndrome asiático que ha secuestrado la voluntad de este festival tan apreciable.

Guijarros, del realizador Vinothraj P.S. cuenta una historia de emancipación: la de un joven de diez años que es capaz finamente de romper las cadenas con un padre despótico y violento que lo maltrata. Pero su altura narrativa no es -por ejemplo- la del Padre Padrone de los Taviani. Si me apuran ni siquiera la de Padre no hay más que dos 2. Su director sigue cámara en mano las idas y venidas por caminos de tierra del padre iracundo arrastrando a collejas al hijo que lo que de verdad quiere es hacerse sedentario y quedarse con la familia de su madre, que cocina espetos de rata en un campamento.

Valores

Supongo que los valores humanitarios del asunto son de aurora boreal. Pero la incapacidad de su director para ubicar los espacios y los tiempos me parece cósmica. El jurado de la ocasión otorgó dos premios especiales del jurado para sendos filmes muy estimables: el bosnio Looking for Venera, que habla del horror vacui de la adolescencia y el deseo; y el francés A corsian summer, cuyo cuadro coral de personajes a la busca también de una identidad perdida, exhala autenticidad y desgarro elegante y con sordina.