«Faros de Galicia»: el testimonio visual definitivo de las casas de luz

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Félix González Muñiz

El fotógrafo Félix González Muñiz publica un nuevo libro de instantáneas, con imágenes de gran belleza

29 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Torres de mar coronadas de estrellas». Esta frase de Chesterton es una de las que jalona el nuevo libro de fotografías de Félix González Muñiz, Faros de Galicia (Casas de luz), uno de los pocos fotógrafos de este país que se ha especializado a lo largo de su carrera en asuntos náuticos, tras colaborar con publicaciones especializadas desde 1988. Esta publicación es la secuela natural de Faros del Cantábrico, que suponía una primera incursión del fotógrafo asturiano en la costa gallega entre la ría del Eo y Ortegal. En ese libro también contó con la colaboración de José Manuel Díaz Pérez para los textos, que vuelve a contextualizar unas fotografías de una conmovedora belleza crepuscular con sus inevitables referencias a la literatura anglosajona (es licenciado en Filología Inglesa y Románica, además de capitán de la Marina Mercante).

Las imágenes buscan reflejar la prodigiosa adaptación al medio marino y costero de estas torres coronadas por estrellas. Algunos de ellos, como el faro del cabo Vilán, parecen incluso una prolongación natural del promontorio rocoso sobre el que se asientan. Incluso los más modernos, como el de cabo Ortegal, concitan una brizna de rastro humano en los paisajes más inhóspitos, donde solo reina el viento. Félix González aporta su experiencia y amor por el mar a esos encuadres que realzan el valor mítico de los faros, con una exquisitez estética que le ha servido para ser finalista de uno de los premios más prestigiosos de la fotografía náutica (el Mirabaud Yacht Racing), con una imagen de una competición en medio de un gran chubasco en la bahía de Gijón.

El recorrido por los 1.500 kilómetros costa gallega desde el Eo hasta el Miño aporta una visión privilegiada del fotógrafo sobre la frontera entre el mar y la tierra, donde la luz del faro, la luz del entorno, o ambas a la vez, proporcionan visiones casi oníricas de unas obras arquitectónicas diseñadas para salvar vidas, destinadas en su momento a acabar con la pandemia de los naufragios que asolaban las costas europeas. En el prólogo, José Manuel Díaz sitúa en la costa escocesa, en 1807, el origen de los faros modernos, con el inicio de la construcción del de Bell Rock, por el desafío que suponía construir un punto de luz en un arrecife a 12 millas de la costa, una prueba del altruismo de estas construcciones al que se refería Bernard Shaw.