«Un puente a Peulla», reflexión emocional por la vía de la naturaleza

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Eloy Gayán (Oviedo, 1964)
Eloy Gayán (Oviedo, 1964) MARCOS MÍGUEZ

El profesor de derecho en la Universidade da Coruña Eloy Gayán publica su segunda novela

28 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Profesor de Derecho Internacional Privado en la Universidade da Coruña (UDC), de cuya facultad fue decano entre el 2005 y el 2013, Eloy Gayán (Oviedo, 1964) llegó a la novela por una decisión fruto de un choque de meditación. Fue allá por el 2017. Encontró además en la escritura «una válvula de escape» de sus clases, un descanso de tanto tecnicismo. Pero, sobre todo, dice, «escribir permite pensar». Será por eso que su idea de la ficción es también una búsqueda del impacto en la conciencia del lector. Lo suyo no es la mera evasión.

Ahora, acaba de poner en las librerías su segunda novela, Un puente a Peulla (Ediciones En Huida). Entre las motivaciones e intenciones de la primera, Las damas silenciosas (Carena, 2017), estaba una importante carga social e histórica. Fascinado tras conocer el beaterio belga de Lovaina, Gayán construyó un relato en el que rescataba en cierto sentido la memoria de las beatas, con sus hospitales propios y víctimas de la persecución. Era una especie de saga familiar que entregaba el protagonismo al papel de la mujer en la sociedad.

Cambio de registro

Más allá de abandonar el siglo XIX, Un puente a Peulla cambia por completo el registro. «Es distinta -corrobora-, si entonces no rehuí el entretenimiento y me impulsaba un aliento didáctico, la segunda es eminentemente reflexiva. Puede parecer una novela de amor, pero no es eso estrictamente, va acompañada de un trasfondo de sentimientos y valores».

El relato viaja a un poblado recóndito de Chile, al que solo se llega por catamarán, ya que lo aíslan la montaña y el lago Todos los Santos, en la Región de los Lagos. Allí desembarcó el profesor «rastreando un lugar que inspirase lo que pretendía contar», que tenía que ver con el aislamiento y la comunión con la naturaleza. Buscando pensar, topó con la cultura mapuche -los antiguos araucanos-, con un espacio con cultura y etnia propias, la huella de los jesuitas y su expulsión... «Casi sin querer -admite- fui subiendo, profundizando, hasta que se cruzan todos los elementos conformando una red».

Con un romance en el eje, la novela es un alegato contra las miserias que hoy lastran la existencia, aclara. Hay una crítica implícita al modo en que el hombre se debate cada día, corriendo hacia ninguna parte, sin tiempo para pararse a madurar las cosas, a saborearlas. El abandono de los seres queridos, la lucha contra la opresión en las relaciones familiares, la incomprensión y la incomunicación están presentes en el relato.

Un arquitecto español recibe una carta de un antiguo amigo que le pide ayuda, que le habla de un puente, de dificultades, pero no entiende que ese puente en riesgo es simbólico, las amenazas sobre el amor. El arquitecto viaja a Chile para encontrarse con Beltrán, que le explica las complejidades y tribulaciones de su relación con Aylin (quien pugna con la misoginia de su padre).

«Amar sin límites»

Gayán quiere que la novela sea una invitación al lector a repensar su lugar en el mundo, ante la naturaleza. Y, dice, «ver que se puede amar sin límites, en libertad, sin ataduras». Merece la pena pelear. «Debe trepar por el amor rocoso que a él le ha tocado vivir, de los que se fortalecen con el esfuerzo para alcanzarlos y dan lugar a una unión más consistente que la de los que se forjan sin obstáculos», incide el narrador.

El ejemplo de la cultura mapuche -y el amor que sienten por la familia y por la naturaleza- servirá de acicate a los protagonistas. Aylin tiene ascendientes mapuches, y estos saben lo que es convivir entre culturas y religiones diferentes, que ha de lucharse contra las injusticias, contra la gente que no dialoga y en pos de la concordia entre distintos.

Aún hoy pervive el conflicto mapuche por las tierras con el Gobierno chileno. Y son un pueblo resistente, al que ni los colonizadores españoles lograron doblegar. Tras muchos años de guerra, convivieron más de dos siglos civilizadamente, firmando los llamados parlamentos de paz (entre caciques mapuches y dirigentes españoles), recuerda Gayán, que señala que Chile, tras lograr la independencia, no respetó esos acuerdos. Y desde entonces, una comunidad con más de un millón de habitantes (también hay en Argentina) vive alternando su tranquilidad con momentos convulsos.

«La sociedad está falta de diálogo y solidaridad»

En el espíritu motor de la novela está la preocupación de Eloy Gayán por esta sociedad acelerada, metida en pantallas y ahogada en bits, «está falta de diálogo, de entendimiento, de solidaridad». En esa perspectiva, insiste en advertir el olvido de la naturaleza como uno de los grandes problemas del hombre contemporáneo. «No entendemos, ni atendemos a la naturaleza. Solo nos acordamos de ella cuando nos afecta directamente, cuando surge uno de esos desastres naturales que llenan el telediario». La gente, dice, sale de su casa, y «se mira la naturaleza pero no se ve, como un escaparate, como si no nos dijese nada». Por ello, cree que las personas precisan contemplación, reflexión. «Hacen falta sentimientos hoy en día», recalca para explicar que apostó por una novela corta -de unas 150 páginas- porque quería que todo lo que contuviese sea de valor. Hay novelas que entretienen y otras que piden reflexión, dice, y él buscó «las dos cosas, tratando de no resultar cargante».

La naturaleza, insiste, es un componente más de la narración, «lo envuelve todo, el entorno, la cultura. Es una especie de cosmos que será determinante en la acción de los personajes, les hace pensar, interfiere en sus decisiones. Es un catalizador, los hace cambiar. El propio narrador (tras lo que ocurre, ve y cuenta) se ve afectado en su propia identidad. La historia y la naturaleza lo cambian al descubrir cosas nuevas en su interior. No es una novela romántica, sino emocional y, en ese sentido, intento mover al lector a la reflexión, a que también se sienta concernido», concluye.