Ángela Molina: «Todo ha merecido la pena»

Iker Cortés MADRID / COLPISA

CULTURA

Ángela Molina recogerá el próximo 6 de marzo el Goya de honor 2021. En la imagen, tras recibir el Premio Nacional de Cinematografía, en San Sebastián, en el 2016
Ángela Molina recogerá el próximo 6 de marzo el Goya de honor 2021. En la imagen, tras recibir el Premio Nacional de Cinematografía, en San Sebastián, en el 2016 Javier Etxezarreta | Efe

La Academia de Cine otorga el Goya de honor a la actriz madrileña «por su autenticidad, su talento indiscutible y su especial sensibilidad» y la califica como «uno de esos milagros que ocurren de vez en cuando en el cine español»

01 dic 2020 . Actualizado a las 00:47 h.

«Todo ha merecido la pena: soñar, confiar, trabajar... Y no porque uno espere nada. Lo más hermoso que uno recibe es trabajar en lo que ama, pero si llega un premio como este, que hemos acariciado en otras ocasiones y que nunca ha salido... Pues ahora, con mi edad, es una satisfacción y un sentimiento de mucha paz. Estoy muy agradecida». Así de ilusionada recibía este lunes Ángela Molina (Madrid, 1955) la noticia de que el próximo Goya de honor, el que se entregará el 6 de marzo, ya tiene dueña: ella.

Con el galardón, la Academia de Cine reconoce «la trayectoria excepcional» de una compañera «tan querida por todos por su autenticidad, su talento indiscutible y su especial sensibilidad». Y puede que en ese tan querida por todos, alejado de una industria a priori tan competitiva, esté una de las claves de su éxito. Afirma Molina que, precisamente, sin los compañeros «este oficio no existiría». «Dependemos los unos de los otros. Nos buscamos, sabemos dónde nos duele y cómo nos hacemos felices. Nos necesitamos y compartimos todo lo que nos pasa; cuando uno pierde, cuando el otro gana». Y va más allá: «Este oficio nunca ha sido una competición, sino el desarrollo de ideas y la expresión de este sentimiento de amor tan potente que lleva el cine dentro».

«Feliz» y con el corazón «lleno», cabe preguntarle si un premio honorífico tiene algo de final de trayectoria, de crepuscular, pero la madrileña no lo ve así. «Para nada, porque como decía Picasso: ''Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando''. Siempre he considerado así esta profesión. Trabajaré hasta que mi cuerpo decida por mí, pero tenga los años que tenga, siempre lo voy a disfrutar», explica quien asegura que, aunque con los años, «el trabajo físicamente a veces es más fatigoso, la satisfacción es más plena porque la conciencia del tiempo se va desarrollando con otras mieles».

Calificada por la junta directiva de la Academia de Cine como «uno de esos milagros que ocurren de vez en cuando en el cine español», Molina ha protagonizado «numerosos títulos indispensables del cine español y europeo» y con 45 años de oficio y más de 150 personajes, pocos son los directores españoles que no han trabajado con ella.

La actriz, cantante y bailarina ha estado a las órdenes de los cineastas más destacados de las últimas décadas, desde Buñuel, que la descubrió y a cuyas órdenes fue la Conchita de Ese oscuro objeto del deseo, a Pedro Almodóvar y su Carne trémula, pasando por Jaime de Armiñán, José Luis Borau, Pontecorvo, Bigas Luna, Ridley Scott, Alejandro Agresti, Miguel Picazo, Gerardo Vera, Ricardo Franco, Alain Tanner, Tornatore, Agustí Villaronga, Imanol Uribe, Isaki Lacuesta, Julio Medem o Pablo Berger.

A sus 65 años, tiene claro que «los premios te vienen en momentos determinados». «Cuando estuve nominada por primera vez al Goya por La mitad del cielo -también ha optado al galardón por Luces y sombras, Las cosas del querer, Carne trémula y Blancanieves-, pensé que me lo iban a dar. Fue para Amparo Rivelles, por Hay que deshacer la casa, y pensé: Amparo es mayor, yo tengo tiempo. Y ahora me toca a mí, que soy mayor. Todo es muy hermoso, todo está en su lugar, viene cuando tiene que ser, si es que tiene que ser», manifiesta la que fue la primera intérprete española que consiguió el David di Donatello.

Es casi un acto de justicia porque el cabezón es de los pocos galardones que le faltaban pues a lo largo de su vasta carrera se ha hecho con el Premio Nacional de Cine, la Medalla de Oro de la Academia, la Concha de Plata, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Gran Premio de la Crítica de Nueva York y la Espiga de Plata de la Seminci.

Hija, hermana y madre de artistas, comenzó en la gran pantalla a los 16 años, en No matarás, dirigida por César Fernández Ardavín, medio en el que sigue dando la batalla en una industria que jamás la ha olvidado -tiene pendiente el estreno de Charlotte, dirigida por Simón Franco, y Lalla, de Mohamed El Badaoui-.

«Nunca tuve tiempo de pensar en si estaba predestinada o no al oficio porque me puse a trabajar muy jovencita. Hacía COU y estudiaba en el conservatorio Danza Clásica Española y Arte Dramático y solo tenía tiempo de ilusionarme con lo que pretendía que fuera mi vida y que ha acabado siendo mi profesión. Pero con las dificultades que tenía el llevar adelante todo, las clases, el metro, la responsabilidad, la familia numerosa, la vida... Nunca pensaba en términos mas allá de lo que tenía en mis sueños», se sincera.

Antidiva por naturaleza y con una capacidad innata para emocionar y enamorar al espectador, la tercera hija del actor y cantante Antonio Molina, también ha pisado los escenarios -El graduado, donde compartió escenario con su hija Olivia, que continúa la saga, La dama del mar y César&Cleopatra- y ha estado en los repartos de numerosas series de televisión -acaba de participar en La valla y en estos momentos está grabando Un asunto privado y espera luz verde para una ficción que retrata a la sociedad actual, proyecto que ha creado con Vera Fogwill-.

Maestra de danza clásica española, Molina llegó a grabar un disco en los ochenta, hizo un dúo con Georges Moustaki e interpretó las canciones de 'Las cosas del querer', ha hecho una apuesta por los proyectos independientes, las operas primas con Sagitario, de Vicente Molina Foix; Piedras, de Ramón Salazar; y La caja, de Juan Carlos Falcón, así como los papeles breves, pero intensos.

¿Se imaginaba llegar tan lejos? «Yo siempre veo todo cerca, sobre todo a las personas».