Chaves Nogales, del olvido a la cima

CULTURA

libros del asteroide

La publicación de su «Obra completa» culmina su recuperación

30 nov 2020 . Actualizado a las 14:16 h.

«Había contraído méritos para haber sido fusilado por los unos y por los otros». Esta frase del prólogo de A sangre y fuego (1937), su sobrecogedor libro sobre las barbaridades que cometieron ambos bandos en la Guerra Civil, explica muy bien quién fue Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944), uno de los grandes periodistas españoles del siglo XX, y por qué se tuvo que exiliar a finales de 1936. Primero en París, de donde huyó porque la Gestapo le pisaba los talones; luego en Londres, donde murió de cáncer a los 46 años y fue enterrado en una tumba sin nombre porque nadie pagó su lápida. Durante décadas cayó en el más ignominioso olvido en su propio país, pese a su talla intelectual y el prestigio que gozó en su tiempo.

«Yo era eso que los sociólogos llaman un pequeñoburgués liberal...» —escribía en ese impresionante prólogo—, lo que entonces era muy peligroso en España. Republicano y liberal, director del prestigioso diario Ahora, muy próximo a Manuel Azaña, Chaves Nogales representa esa Tercera España que no pudo ser en un país sumido en un cainismo atroz. «Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea este un lujo excesivo», escribe.

Pese a su temprana muerte, dejó una producción monumental que ahora Libros del Asteroide, en colaboración con la Diputación de Sevilla, rescata con la edición de su Obra completa preparada por Ignacio F. Garmendia, que destaca la «perdurable calidad» de su escritura, la «ejemplar honestidad de sus análisis» y la «independencia insobornable de su mirada». Está prologada por Antonio Muñoz Molina y Andrés Trapiello, uno de sus «descubridores». Consta de 3.664 páginas distribuidas en cinco volúmenes e incluye obras como A sangre y fuego, el «gran libro sobre la Guerra Civil», según Trapiello; El maestro Juan Martínez que estaba allí, la historia de un bailaor de flamenco testigo de la Revolución rusa de 1917; Juan Belmonte, matador de todos, la única obra suya que el franquismo autorizó publicar en 1969 y una de las mejores biografías escritas en español; o La agonía de Francia, crónica desencantada de cómo los nazis tomaron París; y sus textos periodísticos, hasta ahora dispersos. En total, 68 textos inéditos.

El eje de sus narraciones siempre es una persona concreta, «una decisión ética y estética», frente a «las abstracciones terribles de la ideología y la propaganda», según Muñoz Molina. «Los sectarios tienen miedo al hombre libre e independiente», escribió Chaves Nogales. Él lo fue en grado máximo, y le costó caro. Tras 50 años de olvido, deliberado según Trapiello, porque «los hunos y los hotros hicieron lo indecible para mantenerlo oculto», es ya una referencia periodística, intelectual y moral.

Totalitarismo

«Andar y contar es mi oficio» es la frase de Chaves Nogales que preside su Obra completa y define su biografía. Siempre estaba donde había interés informativo, en España o el extranjero. En 1928 recorrió media Europa en avión, unos 10.000 kilómetros. A lo largo de su carrera entrevistó a reyes, jefes de Estado, líderes políticos, artistas, entre los que cabe citar a Alfonso XIII, Churchill, Goebbels, Kerenski, Haile Selassie, Chaplin o Maurice Chevalier. Viajó a la Rusia soviética, que trató con ecuanimidad, ya que mostró su admiración por el esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, pero denunció la presencia asfixiante de la policía política y los ataques a la libertad de expresión. A Goebbels, al que entrevistó en 1933, lo caló enseguida: escribió que era de la estirpe de personajes como Lenin o Robespierre, capaces de fusilar «a su padre si se les pone por delante». Cuando le preguntó cuál era su misión, la respuesta hiela la sangre, sabiendo qué vino después: «La de salvar la raza aria, la de evitar que perezca la civilización occidental, la de impedir la invasión de Europa por los negros». También viajó a la Italia fascista en 1928, en una época en la que Mussolini y su régimen gozaban de un amplio crédito en Europa. Escribió: «Todavía, unas jornadas en Milán, entre saludos fascistas, desfiles fascistas, partidos de foot-ball fascistas, discusiones fascistas y hoteleros fascistas. Hay que irse». Pudo observar de primera mano la gestación y el ascenso del totalitarismo, que rechazó con contundencia, ya fuera comunista o fascista.