La denuncia política de Rasoulof, frente al riesgo formal de Bahrami

miguel anxo fernández VALLADOLID / E. LA VOZ

CULTURA

El director iranía Ahmad Bahrami, en la Seminci
El director iranía Ahmad Bahrami, en la Seminci Nacho Gallego | Efe

Ambos directores confirman la envidiable salud del cine iraní

30 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Ración doble de buen cine iraní aunque en las antípodas formales. Al director Mohammad Rasoulof, su gobierno le tiene puesta la proa. En el 2010 fue detenido durante un rodaje y le cayeron seis años después reducidos a uno pero con la prohibición de salir del país. Por esa razón no pudo acudir a Berlín a recoger el reciente Oso de Oro a There Is No Devil, que ahora compite en la Seminci. Dos horas y media repartidas en cuatro tramas sobre la pena de muerte y la obediencia debida en un régimen totalitario como es el de los ayatolás. Instantes de gran cine junto a otros más dudosos, como corresponde a un abanico plural de tramas independientes en las que Rasoulof maneja con soltura el plano secuencia y los actores. El guion parte de experiencias reales, algunas en carne propia. Quizá el mejor segmento sea el de un funcionario, un tipo común, padrazo y buena gente, cuyo trabajo es muy sencillo: apretar un botón… es verdugo.

La segunda de Ahmad Bahrami como director, The Wasteland, tiene otro planteamiento como corresponde a un discípulo de Abbas Kiarostami. Rodada en blanco y negro, con una estructura narrativa que tira de reiteración, planos largos y silencios, se ambienta en una zona rural, en la última fábrica de ladrillos que queda en la región y próxima al cierre. Un joven que lleva allí toda su vida y no sabe que será de su futuro, deberá tomar una decisión. Permanece inédita en su país, pero el director confía en que la preseleccionen al Óscar por Irán y así abrirle mercados.

Desde Estados Unidos compite por la Espiga Minari, que llegará en marzo a las pantallas españolas y viene acreditada como triunfadora en Sundance. Dirigida por Lee Isaan Chung, de origen coreano, recrea la búsqueda del sueño americano por su propia familia migrante desde Corea en la reaganiana Norteamérica de los ochenta. Está bien, se deja ver, pero no aporta nada que antes no se haya visto. Caso diferente es Mainstream, ópera prima de Gia Coppola, nieta del gran Francis. Por sus intenciones críticas desde la comedia algo atolondrada, se emplea a fondo contra el universo link, youtuber, influencer y lo que les cuelga, a partir de un personaje que borda Andrew Garfield que junto a sus colegas promueven un formato desde Los Ángeles. No compite por la Espiga de Oro, pero aspira a galardón en la sección Punto de encuentro.