Mario Casas sufre su pesadilla «after hours» en la frenética «No matarás»

José Luis Losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

En la descompensada «Baby», Juanma Bajo Ulloa trata de retomar el tono febril del cine que le convirtió en «enfant terrible»

10 oct 2020 . Actualizado a las 18:56 h.

Esa imagen actual del cine español como remanso de aguas estancadas y películas de salón la vinieron a remover en este festival de Sitges dos obras que comparten una parecida naturaleza de apuesta por la acción convulsa y la huida hacia adelante. Y una cámara que sigue la frenética lucha por la supervivencia de sus protagonistas. Esa adrenalina habita en Baby -el intento de Juanma Bajo Ulloa por volver al territorio que le vio irrumpir como enfant terrible de nuestro cine hace más de veinte años- y No matarás, en la que Mario Casas sufre una montaña rusa de pesadilla la cual, en su arranque, parece querer remitir al After Hours de Scorsese que algún cráneo «previlegiado» rebautizó en España como Jo, qué noche.

Casas encarna en este film de David Victori a un tipo apocado al que la noche le confunde. Podría ser perfectamente un émulo del Griffin Dunne que leía el Sexus de Henry Miller en una cafetería para noctívagos de la citada After Hours. Aquí es -como Roxana Arquette en el callejón del gato de Scorsese- una mujer la que va enmadejando el largo viaje hacia el precipicio de este hombre deshabitado. Aunque en lugar de Henry Miller el cebo sea una hamburguesa de mal pagador.

Milena Smith, absoluta revelación de esta película y actriz de la que no se tenían noticias, es la masajista desubicada que arrastra a Mario Casas de bote en bote hacia un final de la escapada que se complota para que Casas viva su velada de furia. Está No matarás a años luz de la sutil e inalcanzable atmósfera pesadillesca del universo Scorsese. Pero hay que reconocerle a David Victori -ahijado artístico de Ridley Scott- un descaro en el manejo del plano secuencia percutante, que también se quiere deudor del Gaspar Noé de Irreversible. Cosa distinta es que el terremoto se le vuelva en muchas ocasiones tembleque. Pero el vértigo hace de su película rara avis no despreciable en el excesivamente apaciguado cine-industria español.

Otro que quiere volver a agitar la pantalla -como supo hacer, cuando casi teenager, en Alas de mariposa y La madre muerta- es Bajo Ulloa. Tras perderse en el mercado persa del cine maisntream, hasta terminar en un cul de sac como Rey Gitano, hay en Baby una radical vocación de enmienda por parte del director victoriano. Un deseo de regenerarse como creador de insanas pasiones. La suya es una apuesta casi suicida, la de prescindir de cualquier diálogo para que solo la banda sonora de Bingen Mendizábal, su habitual acompañante acústico, puntee la desenfrenada agonía de una joven drogadicta por recuperar a su bebé que ha vendido a una familia gozosamente freak que menudea con ese tráfico.

Hay hallazgos en Baby -la atmósfera irreal, el casting bizarro y acertadísimo en el que destaca Mafalda Carbonell- y es lástima que su guion casi propio de un survival se enrede hasta atascar lo que debería ser cine de alta tensión en algo que deviene casi vodevil no intencionado. Y también es olvidable una tal vez homófoba idea de su guión que sitúa en la pirámide de beneficiadas de este tráfico de niños a dos mujeres amantes.

Save Yourselves o el tontiloco sello de Sundance

Cada vez que escucho que una película llega precedida de una irrefrenable avalancha de entusiasmo procedente del festival de Sundance ya sé que me aguarda una tortura de modernez y buenismo. Una borrachera de eso que se llaman feel good movies y que trata de insuflarte falso colegueo en la retina y en el alma. No sé qué sustancias consumen en aquel festival o secta creada por Robert Redford cuando aún era mozuelo. Pero me supongo que serán menús ácidos para que allí se vengan arriba con unas historias casi siempre tontilocas o directamente memas.

Como me temía, sufro lo indecible con el maná de Sundance titulado Save Yourselves!, para cuyo plomizo y cargante sentido del humor no hay remedio ni salvación alguna. Dura apenas hora y media pero entre el ñoño duet matrimonial que protagoniza la historia y la mascarilla que es tu fiel compañera sientes asfixia a los cuatro minutos. Save Yourselves!, que dirigen y guionizan Alex Huston Fischer y Eleanor Wilson, cuenta la al parecer graciosísima situación de una pareja que decide desintoxicarse de las redes sociales y el teléfono móvil para reforzar su relación. Y se retiran un fin de semana a una cabaña en el bosque, al mismo tiempo que el planeta sufre una invasión alienígena. Las criaturas de otro mundo son unos peluches que semejan aquellos puffs de las boîtes de los 70. Y a la altura de esa idea mequetrefe está el resto de la función, que incluye la aparición de un bebé rollizo y otros aderezos de arrolladora imaginación.

Si ustedes quieren masoquearse, al parecer pueden ver ya Save Yourselves! en algo llamado Rakuten TV. Por cierto, la inclusión irregular del film para el visionado en esta plataforma ha motivado la expulsión de la película de la competición oficial. La tarjeta roja hubiera sido genial si hubiese llevado aparejada la suspensión de la proyección del bodrio. Al no ser así, el mal ya está hecho.